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domingo, 8 de junio de 2025
LÍDERES DE OPINIÓN E INDUSTRIA FARMACÉUTICA
El descrédito en que ha caído la profesión médica, antaño respetada, es el fruto lógico de haber normalizado su carácter de mero apéndice del mercado farmacéutico, cuyo obvio interés no es la salud sino la rentabilidad. Las subvenciones, "regalos" y demás formas de soborno con que los profesionales de la medicina se dejan querer por aquella pueden y deben ser cuestionados. Como bien recuerda el Evangelio, no se puede servir a dos amos (Mateo 6:24) pues a uno se le descuidará. Lo vivido -y sufrido- estos cinco últimos años ha dejado claro que lo desatendido es el principio de precaución, la individualización de los tratamientos y el "primum non nocere" del juramento hipocrático, llegándose a la más abyecta dimisión de las obligaciones morales y legales de la profesión. Ni la obligada receta de la terapia génica vendida como vacuna ni la formalización del consentimiento informado se hicieron presentes en las fases de mayor histeria programada de la Plandemia. Por todas estas razones el artículo de Ángel María Martín Fernández-Gallardo aquí estractado, publicado en Science Direct, que pone sobre la mesa la incómoda cuestión de la duplicidad del médico obliga a una reflexión más necesaria que nunca.
Preguntas embarazosas
Si los conflictos de interés son circunstancias que crean un riesgo de que el juicio o las acciones profesionales con respecto a un interés primario se vean indebidamente influenciadas por un interés secundario, ¿desaparecen tan solo con declararlos adecuadamente, como plantea el presidente de la SEOM (Sociedad Española de Oncología Médica)?
¿Se debe permitir que profesionales sanitarios con conflictos de interés participen en órganos de asesoramiento o de toma de decisiones de la administración sanitaria?, como la AEMPS (Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios), la elaboración de informes de evaluación de medicamentos o participar en la CIMP (Comisión Interministerial de Precios de los Medicamentos y Productos Sanitarios).
En los pagos a profesionales sanitarios, ¿hay algún límite económico en el que el conflicto de interés puede dejar de serlo?, tanto si el pago es en efectivo (honorarios) como si lo es en especie (por ejemplo, asistencia a congresos). ¿Se deben/deberían regular o prohibir?
Si según la RAE, cohecho es aceptar un soborno y un soborno es una dádiva que mueve, impele o excita el ánimo para inclinarlo a complacer a otra persona, cuando hay pagos a profesionales sanitarios que generan conflictos de interés, ¿hay soborno?, ¿hay cohecho?
¿Qué es menos ético que GESIDA (grupo de estudio que reúne a profesionales que trabajan en el campo de la patología infecciosa) reciba casi 2 millones de euros de Gilead mientras participa en la actualización del documento de consenso del tratamiento antirretroviral, o que la Sociedad de Directivos de la Salud acepte 1,5 millones de las multinacionales farmacéuticas?
¿Pueden las Sociedades Científicas defender y cumplir sus objetivos con rigor e independencia de los intereses comerciales de las multinacionales farmacéuticas que les riegan con millones de euros cada año?
¿Qué razones, que no sean soborno o cohecho, se les ocurren para que 16 multinacionales farmacéuticas paguen a un jefe de servicio de farmacia de un gran hospital público más de 60.000 euros o Pfizer pague 70.000 a un jefe de servicio de pediatría?
Viendo la elevada proporción de líderes de opinión en las juntas directivas (JJDD) de algunas sociedades científicas (SSCC) y la estrecha relación de los elevados pagos que reciben y los intereses comerciales de los laboratorios que se los pagan, cuando los candidatos se presenten a esos cargos, ¿deberían declarar todos los pagos que reciben?
¿Por qué en los documentos de declaración de conflictos de interés no se exigen las cantidades recibidas? ¿Es acaso lo mismo, en términos de CI, recibir 400 € de un laboratorio que 40.000 €? ¿Por qué se omite este dato tan relevante que sin él parece que ambos tienen el mismo CI?
(...)
Transferencias de valor vs. compra de influencia
La actividad de la industria farmacéutica se dirige a aumentar sus beneficios, lo que es legítimo, el problema surge cuando utilizan a los profesionales sanitarios como medio para la obtención de tales beneficios. Y para las multinacionales farmacéuticas no hay profesionales sanitarios más valiosos que los líderes de opinión (del inglés key opinion leader [KOL]), profesionales de reconocido prestigio y muy influyentes en un área terapéutica específica.
Líderes de opinión y red de intereses de las multinacionales farmacéuticas
En un reciente estudio sobre los pagos que en 2022 realizaron las multinacionales farmacéuticas a los profesionales sanitarios de España2 identifiqué a 855 KOL, profesionales sanitarios a los que pagaron más de 15.000 € anuales, a 310 de ellos más de 25.000 €, a 71 más de 50.000 € y a 9 más de 100.000 €, en total más de 27 millones de euros y que constituyen una red que abarca todas las áreas terapéuticas de su interés en gran parte del territorio nacional. El cáncer de las transferencias de valor y sus conflictos de interés Los pagos de la industria farmacéutica a profesionales sanitarios, lo que llaman transferencias de valor, son como un cáncer dentro del Sistema Nacional de Salud. De 2020 a 2023 han pasado de 529 millones de euros a 698 millones, creciendo a un ritmo del 10% anual, muy por encima del crecimiento de la economía o de la inflación. Siguen avanzando por la inacción de las autoridades sanitarias y extendiéndose a todos los órganos del sistema y organizaciones sanitarias.
A mayor interés económico de la industria farmacéutica, más propaganda y ley del silencio
Relevancia de los conflictos de interés
Imaginen un paciente con un cáncer terminal que acude a un hospital privado y se endeuda en más de 150.000 €, para poder pagar un medicamento que su hospital público no le financia, porque no cumple los criterios y según el Comité de tumores del hospital la utilidad puede ser escasa. Imagínenle 6 meses después solicitando a la sanidad pública que le pague los gastos del tratamiento porque, de no haber acudido a la sanidad privada, habría fallecido sin ningún género de dudas (...)
Ángel María Martín Fernández-Gallardo
(https://www.sciencedirect.com/)
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ResponderEliminarPasmao.
Yo añadiría un punto más.
Todos conocemos lo celosos que se ponen los médicos, el estamento oficial, si a alguien de fuera se le ocurre prescribir. Lo hemos visto con lo de los fisios y las enfermeras.
Pero para la "vacuna" del bicho hicieron lo opuesto. Era poco menos que imposible que el médico te prescribiera la "vacunación", es decir, que pusiera en un papelito con su firma y su numero de colegiado, que fueras a que te chutaran "X".
Lo digo porque yo lo intenté (ahorrándome mi ánimo provocador para que no hubiera sospecha, y poniendo toda la cara de tonto y de oveja degollada que pude), y no hubo manera.
Vaya a la autocita "que yo no tengo nada que ver con eso", y no creo que fuera por ser antisistema (el médico) ni mucho menos. Es que se trataba de la figura del médico desapareciera del imaginario. Que directamente nos encomendáramos al Estao, sin intermediarios, para que desde allí nos sometiéramos a la "santa vacuna".
Y eso, que en otra situación habría hecho que el estamento médico saltara como una pantera, en éste caso se admitió, por ese mismo estamento, con una cobardía sin precedentes.
Cómo para confiar, después, con un simple ibuprofeno.
Lo de la "autocita", sin tutelas ni tu tía, uno solo y por propia iniciativa pidiendo turno para el matadero. Y los médicos, que antes se habrían arrogado ese "privilegio", escondidos detrás de las faldas de la mesa camilla, incluso con el brasero puesto.
Un saludo