miércoles, 22 de octubre de 2025

REFLEXIÓN ACERCA DE LAS ESTELAS QUÍMICAS (CHEMTRAILS)



Durante años nos repiten que los chemtrails son una simple teoría conspirativa. Que las estelas que cruzan el cielo son vapor inocente, producto de la física, no de la manipulación. Pero mientras los medios ridiculizan a quien mira hacia arriba y pregunta, los mismos gobiernos que niegan su existencia financian proyectos de geoingeniería para “refrescar el planeta”, “bloquear la radiación solar” o “reducir el cambio climático”. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Conspiración o política pública? La ciencia que antes dudaba ahora obedece, y el escepticismo -base del pensamiento científico- se castiga con censura y burla.

Nos venden la “lucha climática” como el nuevo evangelio del progreso, pero es en realidad la gran coartada del poder global. La Agenda 2030 no busca salvar la Tierra, sino redibujar el mapa de la obediencia: impuestos verdes, control energético, restricciones de consumo, vigilancia digital y, si es necesario, control atmosférico. Todo en nombre de un planeta que sólo pueden “proteger” quienes lo destruyen. Han convertido la ecología en dogma, y al disidente en hereje. El problema no es creer o no creer en los chemtrails, sino no poder preguntar sin ser silenciado. ¿Qué clase de ciencia necesita prohibir la duda? El poder no teme al error, teme a la verdad. Y la verdad incómoda es que el cielo, nuestro último espacio de libertad, se ha convertido en laboratorio de ingeniería global. Nos dicen que es por nuestro bien, pero la historia enseña que cuando el poder juega a ser Dios, el ser humano acaba respirando su castigo.

Cristina Martín Jiménez
(Visto en la Red)

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