martes, 16 de diciembre de 2025

"PEGASUS", EL ENSAYO DE UNA NUEVA PANDEMIA QUE TIENE POR OBJETIVO A LOS NIÑOS



La nueva pandemia ensayada por el Reino Unido entre septiembre y noviembre de 2025 expone un inquietante cambio en la manera en que las autoridades británicas utilizan las emergencias sanitarias para justificar políticas profundamente impopulares. A pesar de que el mundo aún no supera la memoria de los confinamientos por COVID-19, Londres llevó a cabo Exercise Pegasus, un ensayo nacional de gran escala —el mayor en casi una década— centrado en una supuesta amenaza sanitaria dirigida no a los ancianos, sino a niños y adolescentes, causada por un virus mortal que se propagaba por todo el mundo desde una isla del sudeste asiático -después de todo, ya sabemos que en este tipo de operaciones planificadas los asiáticos y las economías emergentes del orden multipolar siempre deben aparecer como “responsables” de escenarios de caos manufacturados por el propio Occidente como herramientas geoestratégicas, tal y como ocurrió con la crisis del COVID-19.

Bajo la simulación de un enterovirus derivado del EV-D68, el guion planteaba fallos respiratorios, inflamación cerebral y parálisis infantil, un recurso narrativo que desplaza la antigua consigna de “proteger a los abuelos” por un argumento emocionalmente más contundente: “salvar niños”.

Lejos de limitarse a una situación hipotética, el ejercicio activó los niveles más altos de respuesta del Estado británico: COBRA, ministros, gobiernos regionales y simulaciones de cierre total de escuelas en todo el país. Se implementaron restricciones de movilidad, mandatos de mascarillas y cierres comerciales, replicando prácticamente los mismos mecanismos que marcaron los años de pandemia, pero esta vez con un enfoque mucho más agresivo. Uno de los aspectos más reveladores fue que el operativo no priorizó la capacidad médica, sino la gestión del descontento público. El escenario contemplaba protestas callejeras contra las nuevas restricciones, y el eje del ensayo consistió en cómo neutralizar la presión social, contener manifestaciones y legitimar medidas extraordinarias con el argumento de la protección infantil.

Este ensayo adquiere un significado aún más preocupante cuando se combina con el contexto actual del Reino Unido, donde las autoridades impulsan un sistema de control digital cada vez más intrusivo: identificación digital obligatoria para trabajar, vigilancia generalizada y un ecosistema burocrático que transforma libertades básicas en privilegios administrados. La respuesta social ha sido mayoritariamente crítica, pero en paralelo se ensayan, justo “a tiempo”, escenarios donde se justifican restricciones draconianas en nombre de los niños, mientras se practican estrategias para sofocar el rechazo ciudadano. Es como si el Estado hubiese aprendido perfectamente la lección de la crisis anterior: una pandemia ofrece el pretexto ideal para introducir medidas que de otro modo serían inaceptables.

Durante la pandemia de COVID-19, confinamientos, prohibiciones de reunión y estados de emergencia facilitaron la creación de estructuras de control que difícilmente pueden revertirse una vez instauradas. El ensayo actual sugiere que estas experiencias no solo se consolidaron, sino que se están perfeccionando para futuros despliegues. El mensaje subyacente parece claro: en una crisis sanitaria, el miedo infantil es un recurso político eficaz. Y cualquiera que objete corre el riesgo de ser señalado como alguien que “pone en peligro” a los menores, un chantaje moral difícil de combatir.

Exercise Pegasus concluyó el 5 de noviembre y las conclusiones oficiales se prometen para 2026. Pero el resultado no requiere esperar informes: el sistema británico está ahora completamente entrenado para desplegar medidas autoritarias con rapidez, amparado en una narrativa emocionalmente irresistible y en un aparato de control digital ya en marcha. La verdadera incógnita no es si estas políticas volverán a aplicarse, sino cuándo surgirá el pretexto adecuado para activarlas. La nueva pandemia ensayada por el Reino Unido funciona como un anticipo de ese futuro posible y como advertencia sobre el uso político del miedo en la era del control total.

(Visto en https://mentealternativa.com/)

EL CONTROL SOCIAL MEDIANTE LA NARRATIVA ADECUADA


DISNEY INSERTÓ RETROSPECTIVAMENTE IMÁGENES DE CHEMTRAILS EN PELÍCULAS CLÁSICAS



Durante décadas, los denunciantes y los observadores del cielo han documentado las persistentes estelas blancas que entrecruzan nuestra atmósfera: estelas que persisten durante horas, se extienden hasta formar una capa de nubes artificiales y contienen nanopartículas de aluminio, bario y estroncio.

La versión oficial las llama "estelas de condensación". El resto de nosotros las conocemos como estelas químicas, parte de un programa clandestino de geoingeniería dirigido por oscuras alianzas entre el gobierno y las corporaciones.

¿Pero qué pasaría si la normalización de las estelas químicas no ocurriera solo en la vida real? ¿Y si a la industria del entretenimiento le pagaran para que aceptáramos los cielos rayados como "normales" décadas antes de que las fumigaciones comenzaran en serio?

Aquí es donde entra la bomba que circula ahora en los círculos de investigación profunda: The Walt Disney Company supuestamente canalizó decenas de millones de dólares a través de empresas fantasma a una sola leyenda de la posproducción de Hollywood a fines de los años 1990 y principios de los años 2000, específicamente para insertar digitalmente estelas químicas en películas clásicas de Disney durante la “restauración” para su lanzamiento en DVD y Blu-ray.

Pruebas comparativas que no pueden pasar desapercibidas

Una vez que sabes qué buscar, los cambios son evidentes:

El Rey León (1994): Copias cinematográficas originales de 35 mm: cielos africanos prístinos. DVD Edición Platino 2003: líneas blancas paralelas persistentes visibles durante la secuencia inicial del “Círculo de la Vida”, perfectamente alineadas con los corredores de rociado conocidos actualmente sobre el sur de California (donde se pintaron los fondos).

Mary Poppins (1964): Comparen las escenas de azoteas sobre Londres del DVD del 40.º Aniversario (2004) con las copias originales de 70 mm de 1964. Cielos azules y limpios en la original. ¿La versión "restaurada"? Un entramado de estelas persistentes que nunca estuvieron allí.

101 Dálmatas (1961): el DVD de “edición limitada” de 1999 presentó columnas blancas a la deriva detrás del auto de Cruella durante la persecución en el campo: líneas que coinciden con los patrones de ondas modulados por HAARP modernos.

Old Yeller (1957): El estreno de "Vault Disney" en 2003 muestra cielos texanos completamente surcados por estelas que se convierten en neblina en el acto final. ¿Copias originales en CinemaScope de 1957? Ni una.

Investigadores, utilizando escaneos de películas de archivo y grabaciones torrent de cintas VHS anteriores al año 2000, han recopilado cientos de estos fotogramas del antes y el después. El patrón es inconfundible: cada gran "restauración" de Disney entre 1999 y 2010 añadió exactamente el mismo tipo de estelas de aerosol persistentes que comenzaron a aparecer masivamente en cielos reales alrededor de 1998.

¿Por qué Disney?

Simple. Disney controla la memoria emocional de varias generaciones. Si los niños crecen viendo a Simba, Dumbo y Bambi retozar bajo cielos con rayas artificiales, esos cielos se vuelven "normales" para cuando aumenta la fumigación real. Es una programación predictiva a escala de civilización

Un supuesto exarchivador de Disney (publicando bajo el nombre de usuario DeepCel) afirma que los ejecutivos se refirieron abiertamente al proyecto como "Operación Cielo Normal". El objetivo: mitigar la sensibilidad pública para que, cuando los ciudadanos finalmente levantaran la vista a finales de los 90 y en la década del 2000 y vieran los patrones de la cuadrícula, pensaran inconscientemente: "¿Acaso el cielo no siempre se vio así? Juro que lo vi en Peter Pan ...".

(Fuente: https://thepeoplesvoice.tv/)

lunes, 15 de diciembre de 2025

DIGAMOS "ADIÓS" EN ESPAÑA AL ESTADO DEL BIENESTAR



“¡Oh, vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!”, reza la inscripción de la puerta del Infierno en La Divina Comedia de Dante.

Hubo un tiempo, no hace tanto, en que los agoreros de guardia, esos que han hecho del apocalipsis su modus vivendi, nos vendían la superpoblación como el quinto jinete que arrasaría el planeta.

Desde las teorías maltusianas hasta la distopía pop de Soylent Green, el miedo era, literalmente, que no cabríamos.

Que nos comeríamos unos a otros por un mendrugo de pan en un mundo abarrotado.

Permítanme sugerirles que cambien de película. Apaguen esa proyección porque la realidad, siempre más tozuda y aburrida que la ficción, nos está relatando otra historia. Una mucho más silenciosa, pero infinitamente más letal.

No es una explosión: es una implosión.

En noviembre de 2022, el planeta alcanzó el hito de los 8.000 millones de habitantes. Los titulares se llenaron de exclamaciones y cifras redondas. Pero si uno se molestaba en leer la letra pequeña del informe de la ONU, la realidad suena al chirrido de unos frenos pisados a fondo.

Es cierto que a la humanidad le costó una eternidad, literalmente toda su historia hasta 1800, sumar sus primeros 1.000 millones. Luego nos disparamos, embriagados de penicilina y revolución industrial, y proyectamos llegar a los 9.700 millones en 2050.

Pero hete aquí que el motor se ha gripado. La tasa de fertilidad mundial, que en los años 50 era de 5 hijos por mujer, ha caído en picado hasta 2,2 en 2024. Estamos rozando el larguero del 2,1, el mínimo necesario para que una generación reemplace a la anterior. La traducción es sencilla: nos estamos acabando.

Y si el mundo frena, Europa directamente ha metido la marcha atrás y ha tirado las llaves por la ventanilla. Nuestro continente hace honor a su adjetivo de "viejo" con una fidelidad suicida: somos el geriátrico del planeta.

La mediana de edad en Europa ronda los 44 años, la más alta del globo. Según Eurostat, los mayores de 65 años (21,3%) ya superan por goleada a los jóvenes menores de 14 (apenas un 19,7%). Hemos invertido la pirámide poblacional hasta convertirla en un sarcófago geométrico perfecto.

"El Estado del bienestar se basa en una estafa piramidal que requiere nuevos pagadores en la base para sostener a los de la cúspide" Y esto, queridos amigos, no es sólo una cuestión de ver más canas por la calle o de que los parques infantiles se hayan convertido en pipicanes.

Es la demolición irremediable del Estado del bienestar. Ese invento europeo del que tanto nos jactamos, esa red de seguridad que nos permitía vivir con la certeza de que papá Estado proveería, se basa en una estafa piramidal que requiere nuevos pagadores en la base para sostener a los de la cúspide.

El índice de dependencia (esa ratio fría que nos dice cuántos abuelos dependen de cada trabajador) era del 33% en 2022. O sea, que por cada 100 tipos madrugando para levantar el país, hay 33 retirados cobrando. La ONU nos avisa de que en las economías desarrolladas pasaremos de 28 dependientes por cada 100 trabajadores (dato de 2020) a 50 en 2050. Un dos a uno.

Sencillamente, las cuentas no salen.

La población en edad de trabajar en la OCDE ha dejado de crecer. Se acabó. En España, si no hacemos nada (y permítanme dudar de que hagamos algo sensato), la fuerza laboral se contraerá hasta un 30% para 2060, según el INE.

¿El resultado? Un desplome del PIB per cápita del 40%. Seremos más pobres, más viejos y estaremos más solos.

Nuestro país es el laboratorio perfecto del suicidio demográfico. En 2023 marcamos un mínimo histórico con apenas 322.075 nacimientos. Es la cifra más baja desde que se tienen registros, lo cual tiene su mérito considerando que hemos pasado por guerras y epidemias. La Tasa Global de Fecundidad se arrastra por el suelo en un 1,19 hijos por mujer.

La estructura familiar española ha mutado vertiginosa y críticamente. Hemos pasado del modelo horizontal (muchos hermanos, muchos primos) a uno vertical. Hoy, el 90% de los niños españoles tiene abuelos vivos e incluso bisabuelos, conviviendo hasta cuatro generaciones, pero la base es cada vez más exigua. Tenemos más ancestros que descendencia.

Somos un árbol con muchas raíces y ninguna rama nueva.

El mercado laboral es el reflejo de esta esclerosis. A finales de 2023, casi la mitad de la fuerza laboral disponible en España (el 48%) tenía más de 45 años. Somos un país de trabajadores senior.

Y, paradójicamente, tenemos a 560.000 parados mayores de 50 años, un récord vergonzoso, mientras mantenemos una tasa de paro juvenil del 27-28%, casi el doble que la media europea.

Es el absurdo perfecto. Despreciamos la experiencia de los mayores expulsándolos del mercado antes de tiempo, mientras somos incapaces de integrar a unos jóvenes a los que hemos estafado con la promesa de que un título universitario era un pasaporte al éxito, cuando el mercado demanda soft skills y pensamiento crítico que la universidad no enseña.

Corea del Sur ya es un país "superenvejecido": el 20% de su población tiene más de 65 años y la natalidad se hunde

Y luego está el elefante en la habitación del que nadie quiere hablar en campaña electoral: las pensiones.

España tiene la tasa de reposición más alta de la eurozona.

Un jubilado español cobra, de media, el 77,5% de su último salario, frente al 44,5% de media en la OCDE. Es un sistema generosísimo, sí, pero financiado con dinero del Monopoly.

El déficit del sistema es estructural y galopante. Necesitamos inyectar más de 38.000 millones de euros anuales extra (casi un 3,8% del PIB) vía transferencias del Estado para que la rueda siga girando.

Con un aumento previsto del 50% en el número de pensionistas de aquí a 2050 (llegaremos a los 15,6 millones), el sistema no es que esté en riesgo. Es que está técnicamente quebrado.

Si quieren ver el futuro, no miren una bola de cristal, miren a Corea del Sur. Allí, la distopía ya ha llegado. Con una tasa de fertilidad de 0,72 hijos por mujer (récord mundial absoluto), el país se desvanece.

Las proyecciones del gobierno de Seúl y la ONU son de película de terror. Los 52 millones de surcoreanos podrían quedarse en 7,5 millones en un siglo.

Una nación milenaria desapareciendo por el desagüe de la historia en un par de generaciones.

Ante esto, la respuesta automática suele ser "la inmigración nos salvará". Es la carta comodín que saca la izquierda (y parte de la derecha económica) para no afrontar el problema de fondo.

Pero de los cinco continentes, sólo queda un único motor demográfico encendido, África, que duplicará su población para 2050, y una de cada cuatro personas nacerá allí, con tasas de fertilidad que aún rondan los cuatro hijos por mujer.

Pero fiarlo todo a la importación de mano de obra es de un simplismo aterrador. Primero, porque la población ya está cayendo en diez países de la UE a pesar de los flujos migratorios.

Y segundo, porque los inmigrantes no son máquinas reproductivas inmutables. Son personas que se adaptan. Los estudios demuestran que la fertilidad de las mujeres inmigrantes converge rápidamente con la de las nativas. A la segunda generación, el problema persiste.

No se puede tapar una hemorragia arterial con tiritas, por muchas que traigas de fuera.

La tesis que defiende este artículo no es optimista, pero pretende ser honesta. La crisis demográfica ya es inevitable. El golpe nos lo vamos a dar. La inercia de los datos es como la de un transatlántico, no se vira en cien metros.

Sin embargo, que el choque sea inevitable no significa que debamos soltar el volante y cerrar los ojos.

Tenemos que asumir que el concepto de jubilación tal y como lo conocemos, ha muerto. Habrá que trabajar más años, nos guste o no.

Pero para eso, hay que dejar de tratar a un profesional de 55 años como a un trasto inservible.

Tenemos que disparar la productividad, abrazar la tecnología y la IA no como enemigos, sino como los únicos salvavidas que nos permitirán mantener el nivel de vida con menos manos trabajando.

Y, sobre todo, tenemos que dejarnos de frivolidades. Dejarnos de políticas cosméticas de conciliación que no concilian nada y de guerras culturales absurdas. Tener hijos en Occidente se ha convertido en un acto de heroísmo financiero y logístico.

Mientras sigamos penalizando la maternidad y convirtiendo la familia en un lujo, seguiremos cavando nuestra propia tumba.

El invierno demográfico no viene, ya está aquí. Y hace un frío que pela.

La pregunta no es cómo evitarlo, sino si seremos capaces de abrigarnos lo suficiente para que la civilización, tal como la conocemos, no muera de hipotermia.


Andrés Ortiz Moyano

(APARENTE) ATENTADO ANTISEMITA EN AUSTRALIA



Cumpliendo la sospechosa profecía realizada hace seis meses por el rabino Shmuley, dos tiradores abrieron fuego contra la multitud que celebraba la festividad judía de Hannukah en la playa de Bondi, en Sidney (Australia). Hay al menos 16 víctimas mortales y 40 heridos, 5 de ellos en estado crítico. Uno de los tiradores resultó abatido por la policía, mientras que el otro ha sido detenido.

El movimiento judío ortodoxo Chabad identificó a uno de los fallecidos como el rabino Eli Schlanger. Al parecer, la fiesta celebrada en la playa habría reunido a más de un millar de asistentes.

Arsen Ostrovski, abogado de derechos humanos y figura destacada de la comunidad judía, resultó -aparentemente- herido en el ataque. Y digo aparentemente porque su presencia, modo de actuar (ver foto) y sus antecedentes hacen sospechar de que pudo ser una víctima aleatoria, o bien el controlador de los tiradores. Resulta que este activista judío también sobrevivió al ataque terrorista del 7 de octubre en Israel. ¡¿Cómo es que este personaje aparece indefectiblemente allí donde se producen ataques "antisemitas"?!


¿Qué hay más normal que sacarte un "selfie" cuando estás en medio de un tiroteo?
                                                                 
A no ser que ...


... "Mossad Productions" nos haya hecho partícipes de su
última producción: "False flag" en las Antípodas

Ostrovsky dice que su familia se mudó a Australia hace apenas dos semanas con el objetivo de ayudar a combatir el creciente antisemitismo. Ya es casualidad ir a parar justo al país donde se va a producir el mayor atentado reciente contra la minoría judía.

Con personajes así las cosas nunca acaban siendo lo que parecen, y en un momento en que el repudio contra la política genocida de Israel en Gaza está en máximos, bien podríamos estar ante un intento de generar simpatías mediante el conocido victimismo que tan oportunamente sabe gestionar el Mossad. De momento, Netanyahu ya tiene una nueva misión mesiánica que abordar -exigir medidas y leyes que condenen el antisemitismo- que le sirve de cortina de humo para postergar sus deudas con la justicia de su país. Y la acusación a Irán de estar detrás del atentado sirve también para justificar nuevas agresiones por parte de Israel contra su rival en Oriente Medio.

Todo está aún demasiado reciente como para sacar conclusiones, pero habrá que esperar a qué biografía retrospectiva se construye acerca de los perpetradores del tiroteo. Cualquier narrativa a lo Oswald que niegue su condición de militares perfectamente entrenados sería la confirmación de que hay más de los medios publican.


Por supuesto, no falta ni la identificación de los tiradores gracias a que llevaban encima su documentación -un clásico esto de facilitar el trabajo a los investigadores- ni los gritos de "Allah U Akhbar" que apuntan a la motivación islámica ni el héroe espontáneo que consiguió desarmar a uno de los terroristas, héroe que ha resultado ser un frutero musulmán, como si todo debiera quedar entre correligionarios.


Da la impresión de que hay un equipo de guionistas detrás de ciertas noticias que manifiestan una preocupante falta de recursos, ya que el mismo guión se repite una y otra vez sin apenas variaciones. Y para ir caldeando el ambiente, ya se anuncian nuevos ataques en varias ciudades indias: Delhi, Bengaluru y Bombay.


El supuesto "Naveed Akram" ha resultado llamarse en rea-
lidad David Cohen. Es un veterano del ejército israelí que
se encontraba en Jerusalen 13 horas antes de los hechos.
¿Alguna duda sobre el hecho de que estamos ante un
autoatentado diseñado por el servicio secreto judío?

(posesodegerasa)

¿CÓMO NOS AFECTAN LAS RADIACIONES?


domingo, 14 de diciembre de 2025

JACOBO GRINBERG Y EL MISTERIOSO MUNDO CHAMÁNICO (7ª PARTE)



Los kachari, de la región de Assam, en la India, incluían el sacrificio de una cabra durante el trance del medium, a fin que de su observación determinara la causa y el remedio de la enfermedad que le afligía. El mago del pueblo de los oraons, en Bengala, una tribu que también se asentó en los estados de Bihar y Madhya Pradesh, buscaba el alma extraviada del paciente a través de las montañas y de los ríos, hasta el país de los muertos. Llama la atención la libertad con que actuaba el medium en las aldeas pahari del Himalaya, que continuamente introducía innovaciones religiosas ocasionadas por los estados disociativos de la conciencia que se producían durante el trance. De modo que, como observa Gerald Duane Berreman (1930 - 2013), un antropólogo y etnógrafo estadounidense que ha profundizado en su estudio, «no hay que extrañarse de la diversidad y la constante y sorprendentemente rápida rotación de los dioses venerados en la aldea pahari».

Las supuestas posesiones por parte de espíritus eran muy frecuentes en la India tribal. En los estudios del antropólogo británico Verrier Elwin (1902 - 1964) sobre los baigas, tribu asentada en la India Central, encontramos la descripción de una ceremonia durante la cual «los medium caen en un frenesí y se arrojan al suelo, con movimientos espasmódicamente contraídos, y agitan la cabeza furiosamente de un lado para otro mientras el dios cabalga sobre ellos». Estas posesiones eran involuntarias y voluntarias de manera sucesiva y, lo que es más curioso, de forma consecuente. Lo habitual era que el medium se resistiera a abandonarse a los poderes incontrolables de lo «salvaje», seguido de una sumisión a los patrones de conducta que le demandaba la situación. Todo ello era facilitado gracias a la ausencia de rigidez en el ritual que seguía el medium, con el que, una vez en trance, todo podía pasar. Cosa que no ocurría entre los sacerdotes, que dirigían una actividad religiosa sumamente ritualizada. Un caso que ilustra esta relación entre el medium y el espíritu es el matrimonio entre el chamán y un ser del mundo subterráneo que se daba entre los hill saora, población aborigen del estado de Orissa, caso que parece ser un fenómeno único en la India aborigen.

El antropólogo Verrier Elwin cuenta que Kintara, un brujo de Hatibadi, India, le confió que cuando él tenía doce años, una mujer-espíritu tutelar llamada Jangmai se le acercó en un sueño, le declaró su amor y quiso que la desposara. Kintara se negó y durante un año ella acudió regularmente a cortejarle tratando que cediera. Como no lo conseguía le envió un tigre para morderle y eso le asustó tanto que finalmente el joven aceptó casarse con ella. Pero casi inmediatamente, otra mujer-espíritu-protectora fue también a pedirle que se casara con ella. Cuando se enteró la primera le dijo: «Yo fui la primera en amarte y te considero como mi marido. Y ahora tú quieres a otra y yo no lo permitiré». Y en un arrebato de celos se lo llevó a la selva, le arrancó la memoria e hizo con él lo que quiso. No obstante prometió a sus padres portarse bien con el muchacho y ayudarle en todas sus dificultades. Cinco años después Kintara se casó, en el mundo de los vivos, con Dasuni, una mujer de su aldea, y la protectora llegó a un acuerdo con ella. De su esposa terrestre tuvo un hijo y tres hijas y de su protectora tuvo un hijo y dos hijas, que vivieron en las regiones inferiores. Un día su mujer-espíritu le llevó a su hijo para que lo conociera y Kintara sacrificó una cabra en su honor.

Elwin también encontró este mismo esquema entre las mujeres brujas, que eran elegidas por un protector sobrenatural. La muchacha primero se resistía a semejante pretendiente, después entraba en un periodo de crisis aguda que finalmente se resolvía cuando ella aceptaba la propuesta. «El sueño que obliga a una muchacha a aceptar su profesión y la marca del sello de la aprobación sobrenatural, toma la forma de visitas de un pretendiente del mundo subterráneo que le propone matrimonio con todas las consecuencias extáticas y numinosas». Una joven recuerda la primera visita que le hizo un espíritu protector en sueños, vestido con ropas muy elegantes. Ella lo rechazó y él la envolvió en un torbellino y la depositó sobre una alta rama que comenzó a balancearse. Ella se sintió aterrorizada pensando que iba a caer desde tanta altura y se apresuró a aceptar su oferta de casamiento. Otra mujer, ya casada y con un hijo cuando recibió la visita de su protector, se negó a satisfacerle y cayó enferma. Su marido mandó llamar a un brujo de la aldea vecina y el protector habló por su boca diciendo: «Voy a casarme con ella; si no acepta se volverá loca». Finalmente se vio obligada a aceptarlo y aprendió, en sueños, el arte de los chamanes.

Otra cuestión era si el oficio de brujo, o la de mago, era hereditaria o había una predestinación para ello. Entre los mun, la posesión de un medium por parte de un dios concreto no estaba predestinada astralmente, sino que se inauguraba «con una enfermedad imprevisible». En cambio, entre los lepchas de Sikkim, en el Himalaya, estudiados por el antropólogo británico Geoffrey Gorer (1905 - 1985), la categoría sacerdotal era hereditaria, aunque no por ello prescindía de la debida instrucción. Luego, con la llegada de los arios, empezamos a ver una marcada diferencia que se presentaba entre las prácticas chamánicas y los rituales brahmánicos. Mientras que en las primeras el factor espontáneo era una constante y toda la ceremonia se abría a la improvisación del chamán, el brahmán seguía un proceso muy reglado. Los largos comentarios de los Brâhmanas establecen la correcta realización de los ritos y es esta exactitud y la precisión lo que garantizaba su eficacia y no la voluntad o el capricho de los dioses. Aunque haya procedimientos dentro de los cultos devocionales a Shiva y Shakti, o en las prácticas que siguen los munis, los yogis o cualquier otro tipo con vestigios chamánicos, el contrate con el ascético sacrificio de uno mismo que vemos en la docta tradición brahmánica de la India, no podría ser más acusado. Pero sería cuestionable si, en cada caso, se puede hablar de un elemento chamánico propiamente dicho o de una tradición mágica que rebasa la esfera del chamanismo.


En el marco de la interpretación que predomina actualmente con respecto a la caracterización de las creencias y prácticas religiosas en la China temprana, varios importantes sinólogos han planteado que la experiencia extática fue el elemento principal tanto en el período prehistórico como en la etapa protohistórica e histórica inicial. Esta idea ha sido muy bien acogida por estudiosos de la historia comparada de religiones y por historiadores del arte dedicados a la investigación de las culturas antiguas de China. En este sentido, términos chinos como el de “wu”, que aparecen en fuentes escritas antiguas y que denotan a determinados funcionarios religiosos, por lo general se traducen con el equivalente de “chamán”. De hecho se afirma con frecuencia que este signo chino representa a personas que realizan danzas chamánicas, al respecto de las que se cree que se trata principalmente de ritos de exorcismo y de actos religiosos para atraer la lluvia. Sin embargo, tal equiparación con la palabra “chamán” resulta controversial en lo que respecta a las civilizaciones tempranas de la Edad del Bronce, como la de la cultura o dinastía de Shang siglos XVII a XI a.C.), si bien tal asociación es más clara para el periodo siguiente de la Dinastía Zhou (siglos XI al III a.C.), para la cual en los documentos históricos figuran una serie de personajes involucrados en tales prácticas.

Según un análisis realizado en 1995 por el profesor en arte y arqueología china, Lothar von Falkenhausen, de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), éstos se encontraban vinculados a la burocracia estatal, en cuyo ámbito intervenían en diversos tipos de rituales extáticos. Principalmente en situaciones de crisis y calamidades naturales, siendo reclutados en forma esporádica con base en sus habilidades chamánicas. Según el arqueólogo y sinólogo taiwanés Kwang-chih Chang, el uso del término de chamán para la palabra china “wu” constituye una práctica común dentro de los círculos de los sinólogos, aunque en ocasiones también ha sido traducida como médium o mago. Actualmente la palabra también se emplea como equivalente para hablar de brujos o hechiceros. Las palabras chinas para chamán y danza no solamente poseen un parentesco semántico sino también se afirma que sus signos arcaicos representan a personas que bailan con ramilletes de plumas en sus manos. Aunque hasta la fecha resulta controversial la identificación del signo arcaico en cuestión, tal como aparece en las inscripciones oraculares, con el carácter posterior para “wu”.

De acuerdo con Chow Tse-tsung, autor de The May fourth Movement. Intellectual Revolution in Modern China, el término wu pudo haber derivado del sonido de los pendientes de jade con los que se ataviaban los chamanes durante sus danzas rituales. En cambio, Kwang-chih Chang afirma que el signo de wu, que según este autor se puede reconocer también en los registros sobre los huesos oraculares encontrados formando parte del archivo real de los dinastas que gobernaron en el periodo de Shang tardío (siglo XIII a XI a.C.) y que figuran de la misma manera en inscripciones sobre objetos de bronce de esta etapa, se compone de un par de escuadras, usadas por los chamanes para el manejo del círculo y del cuadrado, por lo que deben de haber constituido instrumentos claves en la comunicación que estos especialistas religiosos entablaban entre los niveles cósmicos del universo chino.

Cree Kwang-chih Chang que wu es un término genérico que hace referencia a aquellas personas o gobernantes que tenían acceso al cielo y la tierra. Asimismo, en la definición de la palabra wu contenida en el diccionario enciclopédico más antiguo de China, que data del periodo del Imperio Han (206 a.C. - 220 d.C.), se dice que estos expertos rituales son seres capaces de servir a los espíritus y que bailan hasta lograr el “descenso” (en chino jiang) de estos seres fantasmales, refiriéndose el signo para un chamán a una persona con las mangas extendidas que está en un acto de danza. En el mismo documento se especifica que los wu se encuentran agrupados dentro de los invocadores (zhu). Según Von Falkenhausen: “Son mujeres que pueden hacer servicios a los que no tienen forma y hacer que los espíritus desciendan mediante sus danzas”. Los invocadores eran aquellos oficiantes dentro de la jerarquía ritual que veían por la observación y el correcto cumplimiento de los procedimientos seguidos en las ceremonias de la corte estatal. Es además interesante observar que en dicho diccionario la designación de wu se restringe a mujeres. Pero al respecto dice Von Falkenhausen que en tiempos de la dinastía Zhou (1050 – 256 a. C) el término se usaba para referirse a expertos extáticos de ambos sexos. Y el énfasis puesto en chamanes femeninos en el contexto de las fuentes documentales de la etapa imperial se debe a la formulación de marcos cosmológicos dentro de la historiografía confuciana oficial, en donde se incorporaron, entre otros, los esquemas de la complementariedad de los elementos del yin y del yang.

Por su parte, para hablar de la existencia de chamanes en la China antigua, se recurre por lo general a un pasaje contenido en la Crónica de los Estados Combatientes (Guoyu), que data del periodo del mismo nombre que se ubica a finales del período de Zhou Oriental (siglos V a III a.C.), que corresponde a una etapa en la historia temprana de China, en la que se dieron importantes cambios a nivel tecnológico, con la introducción del hierro, por ejemplo, así como a nivel económico y social, pero también en el terreno del pensamiento, puesto que es en este momento cuando surge una gran cantidad de escuelas filosóficas, entre las que destacan el confucianismo y el taoísmo (o daoísmo), sistema de pensamiento de origen chino basado en el libro Dao De Jing, supuestamente escrito en el siglo VI a.C. por Lao Zi.


En un pasaje del Guoyu se refiere que: “En tiempos antiguos, hombres y espíritus no se mezclaban. En aquél tiempo había ciertas personas que eran a tal grado perspicaces, centrados y respetuosos que su aprehensión les facultó hacer una relación con sentido en cuanto a lo que está arriba y abajo, y su comprensión los iluminó respecto de lo distante y lo profundo. Por ello, los espíritus descenderían para entrar en ellos. Los que poseían tales poderes, si eran hombres se llamaban xi (chamanes) y si eran mujeres eran llamados wu (chamanas). Eran ellos quienes supervisaban las posiciones de los espíritus en las ceremonias, les hacían sacrificios, o manejaban otros asuntos religiosos. Los espíritus enviaban sus bendiciones a las personas, y aceptaron a sus ofrendas. No había calamidades naturales”. Pero dado que la traducción del término de wu como chamán sigue siendo polémica, sinólogos como Von Falkenausen, quienes han adoptado una posición un tanto crítica con respecto a la existencia del chamanismo en la China antigua, prefieren hablar más bien de “médiums espirituales”.

Pese a la considerable importancia que deben de haber tenido las prácticas extáticas en el sistema religioso temprano de China, tanto en el contexto de la élite como posiblemente también en el de la religión popular, es preciso distinguir entre diferentes tipos de experiencias y manifestaciones extáticas, puesto que dentro de una definición estrecha, el fenómeno del chamanismo quedaría restringido a grupos siberianos, como de los tunguses, a partir de los cuales se definió esta práctica religiosa. Así por ejemplo, para el investigador sueco Ake Hultkrantz, quien estudió el chamanismo entre los lapones escandinavos y los grupos nativos de América, el vuelo chamánico constituye un elemento principal en la caracterización del chamanismo como una técnica arcaica del éxtasis. Aun cuando es un aspecto común entre dichos grupos, no puede ser tomado como un rasgo diagnóstico. Hultkranz define al chamán como un “funcionario social que, con la ayuda de un espíritu guardián, adquiere la éxtasis para comunicarse con el mundo sobrenatural, para el beneficio de los miembros de su grupo”.

Por tanto, un chamán establece una conexión con el mundo sobrenatural en un estado alterado de conciencia, no en función de una experiencia personal, como es el caso de manifestaciones místicas, sino por el bien de su comunidad. En esta definición de lo que se puede considerar a un chamán, se incluyen tres elementos principales. Uno es su función social;. otro es la invocación de espíritus guardianes; y otro es un estado de trance que puede variar en intensidad. Empero, con respecto a este último rasgo, se traza por lo general una distinción entre el trance chamánico y el trance de posesión de los médiums. Mientras que los chamanes invocan a los espíritus para ayudarles en su misión y pueden controlar a los espíritus, los médiums son poseídos por los espíritus en forma involuntaria. En opinión de Paper, el primer tipo de manifestación extática, el del chamanismo propiamente dicho, se encuentra ampliamente distribuido en el norte del continente euroasiático así como en América del Norte y del Sur, mientras que la experiencia extática conocida como espiritismo se observa en zonas de África subsahariana, Asia del Sur e Indonesia. El mismo autor cree que este último tipo se encuentra principalmente en grupos cuya subsistencia se basa en la horticultura o agricultura. En Asia pudiera estar relacionado con la difusión del cultivo del arroz que en diferentes momentos históricos llegó a sustituir a las ancestrales culturas cazadoras-recolectoras con orientación masculina.

En este escenario social de grupos igualitarios de cazadores, recolectores y pescadores, en los que aún no existen especializaciones a tiempo completo, el chamanismo de hecho es considerado como el aspecto predominante de sus creencias y prácticas religiosas. Sin embargo, en amplias zonas del Asia Oriental parece acusarse más bien una fusión entre ambas manifestaciones extáticas, lo que por su parte explicaría que en países como Corea las mujeres representen importantes figuras chamánicas. Afirma Paper que el chamanismo constituye una experiencia universal que ha existido en cada etapa cultural de la humanidad, aunque se asocia más a las sencillas culturas de cazadores-recolectores, de los cuales aún sobreviven muy pocos hoy en día.

Y en relación a tiempos actuales, se han generado una serie de adaptaciones modernas de métodos de curación chamánicos en amplias partes del mundo. Incluso en las sociedades modernas se está recurriendo ampliamente a diversos tipos de experiencias extáticas para entablar una comunicación con entidades sobrenaturales. Dentro del ámbito de países con herencia cultural china, a este respecto se está experimentado todo un nuevo florecimiento de tales experiencias incluso dentro de la República Popular China. Y encontramos una expansión de prácticas extáticas en comunidades chinas de ultramar, al igual que en las expansivas economías modernas de Singapur o Taiwán, donde intervienen médiums que actúan en los templos locales cada vez más numerosos para, por ejemplo, revelar números de suerte para ganar premios en loterías. Se trata aquí de una manifestación importante dentro de diversas expresiones culturales de la religión popular.

Con relación a las manifestaciones religiosas en la China temprana, en la que se cristalizó el surgimiento de una trayectoria civilizatoria milenaria por lo menos desde el segundo milenio a.C., empezando por la dinastía Xia (siglo XXI al XVII a.C.) que antecede a la de los soberanos shang, algunos autores trazan el paso del chamanismo como fenómeno religioso predominante en tiempos prehistóricos y protohistóricos, al de una práctica caracterizada por manifestaciones extáticas espiritistas para mediados del período de la Dinastía Zhou, etapa a partir de la que determinados elementos chamánicos preexistentes parecen haber sido incorporados dentro de una experiencia mística individual, que destaca sobre todo dentro del taoísmo institucional. Es a partir de allí que se debe de haber perdido la función social del chamán y que rasgos como el ascenso chamánico se encuentran plasmados en los vuelos mágicos de los “santos” inmortales del taoísmo. De hecho, se ha sugerido que los inmortales daoístas eran originalmente chamanes quienes habían sido figuras prominentes en culturas regionales del sur de China.

Paper, en un análisis del Zhuangzi, obra básica del taoísmo filosófico, en cuyos segmentos más tempranos, que datan de alrededor del siglo IV a.C., se encuentran referencias al ascenso chamánico como posible vestigio de una tradición anterior, y donde en secciones más tardías dicho ascenso o vuelo mágico se encuentra asociado a los inmortales y se convierte en una técnica de meditación dentro de una experiencia mística incorporada a la búsqueda de la longevidad. Como ejemplo tenemos el estudio antropológico realizado por el profesor Stephan Feuchtwang (2000) en comunidades locales de Taiwán y de la China continental.

La idea de que los inmortales del taoísmo eran originalmente figuras chamánicas y que a finales del período de la dinastía Zhou los chamanes de épocas anteriores habrían adoptado una experiencia mística antisocial ya había sido anotada por Edward H. Schafer en su libro (, Thoughts about a Students’ Dictionary of Classical Chinese 1966), al constatar que: “…los xian [inmortales] habían abandonado el útil papel social de los antiguos chamanes y, casi como todos los daoístas, solamente buscaban su propia salvación. Sin embargo, ellos no han olvidado las técnicas arcaicas de la proyección del alma, y ellos siguieron soñando con vuelos mágicos a paraísos en el mar y el aire”. Es entonces, durante la Dinastía Zhou de la China Antigua, cuando se debe de haber generado una evolución desde experiencias extáticas, heredadas de una tradición chamánica anterior, hacia las manifestaciones espiritistas más características de las prácticas daoístas que incluyen el trance de la posesión por los espíritus invocados por los médiums, los cuales siguen siendo figuras muy activas dentro de la religión popular de varias zonas del Este de Asia. Precisamente, para esta etapa de la transición entre los fenómenos extáticos del chamanismo y del espiritismo, encontramos indicios de una posible combinación de ambas experiencias religiosas en el contexto de los rituales de sacrificio practicados por miembros de la aristocracia.

En tales rituales, realizados principalmente en ocasión de los servicios funerarios, se recurría a una experiencia extática para la comunicación con los espíritus de los muertos, tal como se puede desprender de algunos pasajes de documentos escritos de los períodos de las dinastías Zhou y Han. Así, en el documento conocido como el Lunheng, que data del siglo I d.C., existe la siguiente anotación: “Los muertos de generaciones pasadas ponen a la gente en trance y los usan para hablar. Cuando los wu oran con sonidos misteriosos, hacen descender las almas de los muertos, que hablan a través de las bocas de los wu”.

Tal como señala Von Falkenhausen (1995), en lo que concierne a la etapa final de la dinastía Zhou, los chamanes tenían una posición de bajo estatus dentro de la jerarquía ritual del aparato gubernamental. Por lo que, según afirma el mismo autor, se trata aquí más bien una especie de religiosos que ni siquiera ocupaban rangos oficiales dentro de la administración estatal vinculada al Ministerio de los Ritos, por lo que en su mayoría parecen haber sido empleados gracias a sus dotes mágicas. Dentro de esta institución gubernamental, en cuyas divisiones administrativas los chamanes figuran al lado de diversos funcionarios al servicio de la corte real, tales como adivinos, músicos, escribas y personal a cargo de los templos ancestrales, estos expertos versados en artes extáticas se encontraban claramente subordinados a los oficiantes designados como invocadores e intervenían principalmente en rituales funerarios, en sacrificios a las entidades sobrenaturales y los ancestros, así como en ceremonias de curación y de petición de lluvias.

Von Falkenhausen dice que en tales actos estos intermediarios entre los seres humanos y las entidades sobrenaturales eran poseídos por los espíritus. Infiere que eran especialmente activos en situaciones adversas y de desgracias. En algún momento, como sugiere Julian Jaynes (1920 - 1997), psicólogo estadounidense de la Universidad de Yale, en una fecha tan reciente como el 1250 a.C., el hombre empezó a crear conocimiento «solar», la clase de conocimiento que se puede incluir en las enciclopedias, los diccionarios y las tablas de logaritmos. La diferencia que existe entre los dos tipos de conocimiento puede definirse como la diferencia entre la visión interior y la simple información. En el Fedro de Platón, el rey Thamus expresa dudas cuando el dios Toth le dice que su invención de la escritura es un gran avance para la raza humana. El rey contesta que sólo servirá para hacer que el hombre sea mentalmente perezoso y para disminuir sus facultades mentales. El conocimiento solar, que puede almacenarse en enciclopedias, es utilísimo. Pero no puede substituir realmente aquel sentido íntimo del universo y de nuestra participación en él, que nuestros antepasados, que observaban las estrellas, fueron los primeros en adquirir. Esto nos lleva a una de las conjeturas más interesantes sobre estos antepasados que observaban las estrellas y que probablemente tienen continuidad en los actuales chamanes.

(Visto en https://oldcivilizations.wordpress.com/)