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lunes, 8 de diciembre de 2025
JACOBO GRINBERG Y EL MISTERIOSO MUNDO CHAMÁNICO (5ª PARTE)
Al hombre moderno le resulta casi imposible ponerse en el lugar de un ser supuestamente incivilizado, sin cultura y sin nada más que la naturaleza que le rodeaba. Hasta los indios amahuacos, que describe Manuel Córdova, vivían en chozas y utilizaban lanzas, arcos y flechas. Pero al menos permiten que nos hagamos una idea de lo que debe de ser vivir en contacto con la naturaleza de día y de noche. Los indios descritos por Córdova leen todas las señales de la selva, todo lo que se ve y se oye, del mismo modo que nosotros leemos el periódico. Y nuestros antepasados remotos debían de poseer la misma capacidad con el fin de sobrevivir. Tenemos que imaginárnoslos rodeados de presencias, algunas visibles, algunas invisibles. Y tenemos que imaginárnoslos en estrecho contacto con la naturaleza, más estrecho del que podemos concebir. René Adolphe Schwaller de Lubicz (1887 – 1961), ocultista francés, estudiante de egiptología y geometría sagrada, en su libro El Templo del Hombre intenta transmitir cierto sentido de la conciencia del hombre primitivo, aunque, forzoso es reconocerlo, se refiere a los egipcios antiguos: «… cada ser vivo está en contacto con todos los ritmos y armonías de todas las energías de su universo. El medio de este contacto es, por supuesto, la misma energía que contiene este ser vivo en particular. Nada separa este estado energético que hay dentro de un ser vivo individual de la energía en que se encuentra inmerso…». Dicho de otro modo, Schwaller ve al hombre y a los animales primitivo inmersos en un mar de energías como peces en el agua. Es como si fuera parte de ese mar, ún nudo de energía más denso que el que le rodea y sostiene.
Schwaller habla de neters, palabra egipcia que suele traducirse por «dios» pero que aquí significa algo que está más cerca de una vibración de energía individual: “… en cada mes de cada estación del año, cada hora del día tiene su neter, porque cada una de estas horas tiene su carácter propio. Se sabe que la campanilla azul florece al amanecer y se cierra al mediodía como la flor de loto, ciertas frutas requieren el sol de la tarde para madurar y adquirir color. Un pimentero joven, por ejemplo, se inclina hacia el sol abrasador de la mañana, que es diferente del sol de cocción de la tarde. Sacaremos la conclusión de que existe una relación entre la fruta, por ejemplo, su sabor, y el sol de su maduración, y, en el caso del pimentero, entre el fuego de la pimienta y el fuego del sol. Hay una armonía en su «naturaleza»“.Si un buen horticultor planta sus coliflores en el día de luna llena, y un mal horticultor las planta cuando hay luna nueva, el primero obtendrá coliflores ricas y blancas y el segundo no cosechará más que plantas raquíticas. Y lo mismo ocurre con todo lo que crece y vive. ¿Por qué estos efectos? ¿Rayos directos del Sol o rayos indirectos reflejados desde la Luna? Desde luego, pero por otra razón, una razón menos material: la armonía cósmica. Las razones puramente materiales ya no sirven para explicar por qué hay que tener en cuenta la estación, incluso el mes y la fecha exacta para obtener los mejores resultados. Entran en juego influencias cósmicas invisibles. Schwaller no sólo permite ver por dentro el estado anímico de los egipcios, sino también el motivo por el cual el hombre primitivo prestaba tanta atención al Sol y a la Luna. Por esto hacía piedras y discos solares perfectamente esféricos. Y por esto, más adelante, enterraría a sus muertos en túmulos circulares. El Sol y la Luna significaban para el hombre primitivo infinitamente más de lo que puede significar para el hombre moderno. Schwaller hace otro comentario fundamental que es tan válido para el primitivo Homo Sapiens como para los antiguos egipcios, que daban por sentado que había vida después de la muerte. La vida en la Tierra era sólo una pequeña parte del gran ciclo que empezaba y terminaría en otro mundo. Los espíritus de la naturaleza y los espíritus de los muertos eran tan reales como las personas vivas.
Las complicadas prácticas funerarias del hombre de Neandertal indican claramente que también él daba por sentado que existía vida después de la muerte. Y lo mismo indican las evidencias de canibalismo ritual, porque el caníbal tiene la intención de absorber el principio vital de su enemigo. Podemos decir que los agujeros en los cráneos hallados en la cueva de Zhoukoudian, sitio arqueológico, formado por un sistema de cavernas, ubicado a unos 42 km al suroeste de Pekín (China), donde han sido encontrados restos fósiles del extinto homínido Homo erectus pekinensis, hacen pensar que el hombre de Pekín era caníbal, así como también sugieren que creía en los espíritus. Cualquier clase de ritual indica un nivel de inteligencia que supera la meramente animal. Un ritual simboliza acontecimientos en el mundo real. Y un símbolo es una abstracción. El ser humano parece que es el único ser capaz de abstracción. De manera que si el hombre de Pekín se permitía practicar el canibalismo ritual, esto ya parecería sugerir que era verdaderamente humano. Y como es difícil imaginar alguna clase de ritual sin comunicación, entonces también tenemos que imaginar que era capaz de hablar. Se cree que «la explosión del cerebro» se debió a la aparición del habla. Y esta teoría también requiere que expliquemos lo que el hombre primitivo tenía que decir. La sugerencia de canibalismo ritual y, por tanto, de religión, proporciona una respuesta. Sin embargo, el hombre de Neandertal era religioso y, aun así, desapareció misteriosamente de la historia. Esto puede deberse a una sola razón: que el ser que le suplantó tenía un sentido aún mayor de la precisión y el control. Sin duda el hombre de Neandertal tenía su propia forma de magia cinegética; pero, seguramente, comparada con la magia del hombre de Cro-Magnon, con sus chamanes y rituales, así como con sus dibujos rupestres, era muy tosca. Cuando el hombre primitivo empezó a creer que el jefe de su tribu estaba en comunicación con los dioses, dio uno de los pasos más importantes en su evolución.
En el verano de 1933, un escocés de 39 años llamado Alexander Thom ancló su yate de vela en East Loch Roag, al noroeste de la isla de Lewis, en las Hébridas. Thom era un ingeniero aeronáutico cuya pasión de toda la vida era navegar a vela. Al salir la luna, alzó los ojos y vio que sobre ella se recortaban las piedras verticales de Callanish, «el Stonehenge de Escocia». Después de cenar, Thom subió andando hasta ellas y al recorrer con los ojos la avenida de menhires, se dio cuenta de que su eje principal, que iba de norte a sur, señalaba directamente la estrella Polar. Pero Thom sabía que cuando se erigieron las piedras, probablemente antes que la Gran Pirámide, la estrella Polar no estaba en la misma posición que en aquel momento. ¿Cómo, pues, los hombres que construyeron el monumento consiguieron señalar con tanta exactitud el norte geográfico? Haría falta algo más que conjeturas para lograr una precisión tan increíble como la que se ve en Callanish. Un método consistiría en observar la posición exacta del sol naciente y del sol poniente, para luego bisecar la línea entre ellos. Pero esto sólo puede hacerse con exactitud en terreno llano, donde ambos horizontes están nivelados. Otro consistiría en observar alguna estrella cerca del polo al caer la noche, volver a observarla doce horas después, antes del amanecer, y bisecar esa línea. Thom se dio cuenta de que resultaría una tarea complicadísima que requeriría el empleo de plomadas y estacas verticales. Era obvio que aquellos ingenieros antiguos estaban muy avanzados. Thom empezó a estudiar otros círculos de piedras, la mayoría de los cuales eran virtualmente desconocidos. Quedó convencido de que sus constructores eran hombres con una inteligencia igual o superior a la suya. En un programa de televisión sobre las ideas de Thom los llamó «Einsteins prehistóricos».
En Asia encontramos este chamanismo propiamente dicho no sólo en Siberia, sino en el Tíbet, en la forma del Bon-Po, así como en Mongolia, Manchuria y Corea. La tradición china pre-búdica, con sus ramas confucionista y taoísta, se vincula igualmente con esta familia tradicional, así como en Japón, donde el chamanismo ha dado lugar a esa tradición particular que es el shintô. Todas estas tradiciones se caracterizan por la oposición complementaria entre la Tierra y el Cielo y por el culto de la Naturaleza, contemplada en la relación de su causalidad esencial y no de su accidentalidad existencial. La voz «chamán» viene del sánscrito shaman, y según Helena Blavatsky, «los shamanes o chamanes son una especie de sacerdotes magos o sacerdotes hechiceros, sectarios de la antigua religión Bon del Tíbet. Se funda el chamanismo en la creencia de que después de la muerte persiste la individualidad del hombre, aunque se haya desprendido del cuerpo físico, y que sigue viviendo en naturaleza espiritual«. Los sacerdotes Bon-Po no se diferencian en nada de los verdaderos chamanes, e incluso estaban divididos en Bon-Po «blancos» y Bon-Po «negros», aunque todos utilizaban el tambor para sus ritos. Algunos pretendían estar «poseídos por los dioses». La mayoría practicaban el exorcismo. Algunos de estos Bon-Po se llamaban a sí mismos «los poseedores de la cuerda celeste». Los «pawo» y los «nyen-jomo» son médiums, hombres y mujeres, y son considerados por los budistas como representantes típicos del Bon. No dependen de los monasterios bon de Sikkin ni de Butan, y parecen ser los vestigios del Bon en su forma más antigua, no organizada, como existía antes de que el «Bon blanco» se desarrollara según el ejemplo del Budismo. Parece que llegan a ser poseídos por los espíritus de los muertos y que, durante su trance, entran en comunicación con sus divinidades protectoras. En cuanto a los médiums Bon, una de sus funciones principales era servir de mensajeros temporales de los espíritus de los muertos, que serían más tarde conducidos al otro mundo.
De los chamanes Bon se dice que utilizan sus tambores como vehículos que les permiten desplazarse por los aires. El vuelo de Naro-bon-chung durante su torneo mágico con Milarepa es un ejemplo clásico. Jetsun Milarepa, (1052-1135) es considerado generalmente uno de los más famosos yogis y poetas del Tíbet, fue un estudiante de Marpa Lotsawa, y una de las grandes figuras de la escuela Kagyu del Budismo Tibetano. Milarepa fue el primer tibetano que alcanzó la iluminación. De acuerdo al libro Magic and Mystery in Tibet, de la exploradora francesa Alexandra David-Néel, Milarepa “cruzó en pocos días, una distancia la cual, antes de su entrenamiento en magia negra, le habría tomado más de un mes. Él atribuye esta cualidad al control de sus ‘vientos internos’”. David-Néel comenta “en la casa donde vivía el maestro que le enseñó magia negra vivía un monje que era más ágil que un caballo”. La leyenda según la cual Gshen-rab-mi volaba sobre una gran rueda, ocupando la parte central, mientras sus cuatro discípulos iban sentados sobre los ocho rayos, bien puede representar un vestigio de una tradición semejante. Es probable que originalmente el vehículo fuera el tambor chamánico, más tarde reemplazado por la rueda, símbolo budista. En la cura del chamán bon se efectúa una exploración del alma del enfermo, técnica específicamente chamánica. Una ceremonia análoga tiene lugar cuando el exorcista tibetano es llamado para curar a un enfermo y lleva a cabo una búsqueda del alma del paciente. Para hacer volver el alma del enfermo es necesario un ritual extremadamente complicado que incluye objetos y efigies.
El Lamaísmo ha conservado íntegramente la tradición chamánica de los Bon. Incluso los más famosos Maestros del Budismo tibetano se supone que han efectuado curaciones dentro de la más pura tradición del chamanismo. El chamanismo tibetano se encuentra en las primeras cuatro vías causales. Los chamanes tibetanos tienen una visión muy terrenal y dualística acerca de la vida, por lo que curan las perturbaciones y enfermedades en esta vida sin preocuparse por la próxima vida. Aunque su motivación es la ambición altruista para aliviar a los que están sufriendo, les falta la generación de compasión universal que se encuentra de los demás caminos. Es la ausencia del cultivo de compasión por todos los seres sintientes, y la aspiración para comprender como la inspiración para la práctica, la diferencia mayor entre las causas y las vías resultantes. La primera vía causal de los chamanes tibetanos nativos comprende el diagnóstico médico y la sanación, así como las diversas adivinaciones y los ritos astrológicos realizados por el chaman para determinar si la persona que necesita ser sanada tiene un desequilibrio enérgico a causa de un espíritu demoníaco o de energía negativa. Hoy día estos ritos todavía son ampliamente practicados en las comunidades tibetanas. La segunda vía causal comprende varios rituales para la purificación, para invocar energía y para reforzar la prosperidad, suprimir y liberar fuerzas negativas, e invocar y hacer ofrendas a las deidades poderosas, así como para pagar rescates a los espíritus demoníacos. Estas prácticas están muy extendidas en Tibet. Las familias llevan a cabo pequeños rituales, mientras que los grandes rituales normalmente se llevan a cabo colectivamente en pueblos y monasterios. Cuando el alma de una persona viviente está perdida o en desorden, hay prácticas para revocar y reforzar su energía, así como la recuperación del alma. Respecto al muerto, hay explicaciones de 81 tipos diferentes de muerte, como muerte accidental, suicidio o asesinato. Se podría discutir filosóficamente en muchos detalles sobre el alma y la energía de vida. La energía de vida es la fuerza que mantiene unidos mente y cuerpo, mientras que el alma es la energía vital de la persona.
Los chamanes realizan varios ritos de recuperación de alma diferentes. Una de las maneras principales de reforzar la fuerza de vida es la recitación del mantra de la deidad de vida. Los textos dicen que a través de este poder, el chaman revoca la fuerza de vida dondequiera que se ha desviado. En caso de que termine, él la prolonga; en caso de que haya declinado, la refuerza; si se rasga, la cose; si se ha desunido, la ata. La recuperación del alma es realizada de una manera similar. El chaman convoca al espíritu que la ha robado, o que ha perturbado el alma de la persona, y le ofrece una ofrenda representando la unión de los cinco placeres de los sentidos, a fin de que devuelva inmediatamente el alma que ha tomado. Como curiosidad, debemos reseñar que al escritor americano, David Hatcher Childress, le resulta intrigante el hecho de que Hitler enviase expediciones al Tibet a finales de 1930, poco después de la publicación del libro del escritor Theodore Illion, En el Tibet secreto, y sugiere que su verdadero objetivo era contactar con determinados monjes tibetanos. Se dice que Hitler conoció a un misterioso monje tibetano que le dijo que Alemania podría conquistar el mundo mediante la creación de una alianza con los “Señores de la Creación“. Cuando los victoriosos rusos fueron abriéndose paso a través de las ruinas de Berlín, parece que descubrieron los cuerpos de varios monjes tibetanos que se habían suicidado siguiendo algún ritual. Y todo parece indicar que pertenecían a la secta Bon-Po. También se dice que Hitler pretendía escapar al Tíbet. el escritor Karl Heinz Kaerner afirmó haberse reunido con Martin Bormann en Marruecos, informándole que Hitler estaba vivo en un monasterio tibetano y que algún día volvería a Alemania.
Al abordar la cuestión de si esos magos negros del Tíbet fueron reales, Childress nos recuerda que la escritora y exploradora francesa, Alexandra David-Neel (1868 – 1969) describió un encuentro con un hombre que podía hipnotizar y matar a distancia. Nicholas Roerich (1874 – 1947), ilustre artista, filósofo, escritor, arqueólogo y viajero ruso, también menciona a los ocultistas de la antigua religión Bon, que estaban en guerra con los budistas del Tíbet. Como Childress observa: “Shambhala tiene muchas semejanzas con la Tierra de los Inmortales (Hsi Wang Mu) en cuanto a que se dice que es un valle maravilloso y exuberante en las altas montañas, con una torre alta, adornada de jade sólido desde donde brilla una luz brillante“. En el Valle de los Inmortales tal vez realmente había artefactos antiguos de una época pasada vigilado por antiguos Maestros. Comparado con los pueblos aborígenes, el hombre civilizado ha perdido la mayor parte de su sensibilidad a la naturaleza. Si queremos comprender a nuestros antepasados de Cro-Magnon, debemos tratar de imaginar seres humanos que sean tan sensibles al Sol, a la Luna y a otras fuerzas naturales, como el magnetismo de la Tierra. Dentro de las prácticas mágicas de los chamanes hay que distinguir la magia ordinaria de la magia cósmica. Esta última magia opera mediante las analogías entre los símbolos y sus prototipos. Por todas partes en la naturaleza, comprendido el mismo hombre, encontramos sin duda posibilidades semejantes, con substancias, formas, movimientos que se corresponden cualitativa o tipológicamente. Por esto el chamán espera subyugar los fenómenos, que por su naturaleza o por accidente escapan a su influencia, por medio de fenómenos análogos, o metafísicamente «idénticos», que él mismo crea y que se sitúan en su esfera de actividad. Quiere obtener la lluvia, la detención de una tempestad de nieve, la llegada de los bisontes, la curación de una enfermedad, mediante la ayuda de formas, colores, ritmos, encantaciones, y melodías sin palabras. Pero todo esto sería insuficiente sin el extraordinario poder de concentración del chamán, poder que no puede obtenerse sino por un largo entrenamiento en la soledad, el silencio y el contacto con la naturaleza virgen.
Detrás de cada fenómeno sensible hay una realidad de orden anímico que es independiente de las limitaciones del espacio y del tiempo. Al ponerse en contacto con esas realidades, o con esas raíces sutiles de las cosas, es como el chamán puede influir en los fenómenos naturales o predecir el porvenir. Todo esto parecerá extraño al lector moderno, cuya imaginación obedece a otros reflejos que la del hombre arcaico y cuyo subconsciente está viciado por una multitud de prejuicios con pretensión científica. Recordemos con el famosos dramaturgo inglés William Shakespeare que «hay más cosas en el cielo y la tierra que todo lo que pueda soñar vuestra filosofía». Pero los chamanes son también expertos mágicos en el sentido ordinario de la palabra. Su ciencia opera con fuerzas de orden psíquico o anímico, individualizadas o no. No hace intervenir, como la magia cósmica, a las analogías entre el microcosmos y el macrocosmos, o entre las diferentes reverberaciones naturales de una misma «idea». En la magia «blanca», que es normalmente la de los chamanes, las fuerzas puestas en acción, lo mismo que el fin de la operación, son benéficas o simplemente neutras. Mientras que, por el contrario, cuando los espíritus son maléficos y el fin lo es igualmente, se trata de la magia «negra» o la brujería. En este caso, nada se hace «en el nombre de Dios» y la vinculación con los poderes superiores está rota. Es obvio que prácticas tan peligrosas socialmente, y tan nefastas en sí mismas, estuvieran severamente prohibidas entre los pieles-rojas como entre todos los pueblos, lo que no significa que nunca la hayan conocido en algunas tribus de los bosques, como en Europa al final de la Edad Media, como una extensión en cierto modo epidémica, conforme a su naturaleza siniestra. Si nos apartamos de las teorías evolucionistas, no podríamos creer en un origen pluralista de las religiones y no tenemos ninguna razón para poner en duda el aspecto «monoteísta» de la tradición de los antiguos, ya que siempre el «politeísmo» puro y simple no es más que un fenómeno relativamente tardío y en cualquier caso mucho menos extendido de lo que ordinariamente se cree. El monoteísmo primordial, que no tiene nada de específicamente semita y que más bien es un «pan-monoteísmo», todavía subsiste, o deja huellas en las tribus más diversas, como los pigmeos de África, entre otras.
Es lo que los teólogos llaman la «religión primitiva». En las Américas, los naturales de la Tierra del Fuego, por ejemplo, no conocen más que un solo dios, que habita más allá de las estrellas. Este dios no tiene cuerpo y no duerme y las estrellas son sus ojos. Siempre ha sido y nunca morirá. Ha creado al mundo y ha dado a los hombres reglas de acción. Entre los indios del Norte, los de las praderas y los bosques, la unidad divina sin duda aparece de manera menos exclusiva y en algunos casos parece incluso velarse. Pero no hay en ellos nada comparable con el politeísmo antropomorfista de los europeos antiguos. Ciertamente hay varios «Grandes Poderes». Pero estos Poderes están o subordinados a un Poder supremo que se asemeja mucho más a Brahma, dios creador del universo y miembro de la Trimurti (‘tres formas’), que a Júpiter, principal dios de la mitología romana, padre de dioses y de hombres. O bien son considerados como una substancia sobrenatural, de la que nosotros mismos somos parte, tal como dicen los sioux. Para comprender este último punto, que sería panteísmo si todo el concepto sólo se redujese a eso, es preciso saber que las ideas sobre el Gran Espíritu se vinculan o con la realidad «discontinua» de la esencia o con la realidad «continua» de la substancia, y en ese caso hay panteísmo. En la conciencia de los pieles-rojas el aspecto de substancia predomina no obstante sobre el de esencia. A veces se habla de un Poder mágico que anima todas las cosas, comprendidos los hombres, llamado Manito, por los algonquinos, u Orenda, por los iroqueses, y personificándose en las cosas y los seres, comprendidos los del mundo invisible y anímico, y cristalizándose igualmente en función de un determinado sujeto humano, como totem o «ángel guardián». Pero el calificativo de «mágico» es completamente insuficiente e incluso erróneo en el sentido de que define una causa por un efecto parcial. En cualquier caso lo que importa retener es que el teísmo indio, al mismo tiempo que no es un pluralismo de tipo mediterráneo y «pagano», tampoco coincide exactamente con el monoteísmo de Abraham, sino que más bien representa una teosofía un tanto «en movimiento», en ausencia de una Escritura sagrada, y entroncada con las concepciones védicas y extremo-orientales.
Algunas tribus, como los algonquinos y los iroqueses, distinguen entre el demiurgo y el Espíritu supremo: este demiurgo tiene con frecuencia un papel algo burlesco, incluso luciferino. Semejante concepción del poder creador y del dispensador primordial de las artes no es particular de los pieles-rojas, como lo prueban las mitologías del Viejo Mundo, donde las acciones de los titanes estaban al lado de las de los dioses. Como la creación es algo que se aleja de Dios, es preciso que haya en ella una tendencia deífica, de tal modo que se puede considerar la creación en dos aspectos, uno divino y otro demiúrgico. Pero los pieles-rojas mezclan los dos aspectos y no son los únicos en hacerlo. Recordemos solamente, en la mitología japonesa, al dios Susanoo, genio turbulento del mar y la tempestad. En suma, el demiurgo no es otro que Mâyâ, principio que engloba a la Potencia creadora y al mundo. Mâyâ está más allá del bien y del mal, expresa la plenitud y la privación, lo divino y lo demasiado humano, incluso lo titánico y lo demoníaco, y de ahí una ambigüedad que cuesta trabajo comprender. Se identifica como chamanes a personas que son originarias de lugares que están situados en puntos muy alejados entre sí del planeta. Sin embargo, se engloban a estas personas dentro de un mismo concepto debido a que todos ellos tienen rasgos comunes. Esto es, podemos encontrar a través de cada uno de los cinco continentes a personas que siguen un mismo camino y que tienen unas prácticas comunes y que, por tanto, podemos identificar como practicantes de chamanismo. En origen, semánticamente la palabra chamán proviene del vocablo tungús shamán, que viene a significar sabio o el que tiene sabiduría. Las lenguas tunguses (o lenguas manchú-tunguses) son un grupo de lenguas habladas en el este de Siberia y Manchuria. Algunos lingüistas la consideran parte de la familia de lenguas altaicas, junto con las lenguas túrquicas y las mongolas. Geográficamente, tal como hemos dicho, son originarios de la zona de Siberia de donde procede el fenómeno. Y es a partir de ahí y con el paso del tiempo desde donde se extiende posteriormente. Es desde el centro de Asia desde donde se despliega y lo hace por dos caminos. Por una parte, vía estrecho de Bering, hacia América y por otra parte, hacia el oeste, siguiendo el camino migratorio indoeuropeo y se dirige primero hacia el este y norte de Europa, dando origen entre otros a los godar teutones para, posteriormente, extenderse por el resto de Europa.
De hecho, podemos encontrar prácticas chamánicas tanto entre los germanos del norte de Europa, como en Noruega, así como en el sur, entre los sacerdotes de la Grecia clásica y los misterios eleusinos. Muchas veces se habla de chamanismo refiriéndose a los elementos primitivos de las religiones. Sin embargo, los chamanes son algo más. Se puede identificar a los chamanes como mediums, debido a su contacto con los espíritus, como adivinos o augures, como magos o hechiceros, como sanadores o curanderos. En ocasiones son místicos y poetas. Los chamanes son todo esto, sí, pero no sólo esto. Los chamanes podrían ser identificados como hombres expertos en medicina. Pero hay algo que los separa de todas estas prácticas, que los diferencia. ¿Qué es lo que identifica a un chamán? Para entender lo que los diferencia de otros magos, de otros místicos o curanderos, así como lo que conforma la definición del chamanismo y de estos estados modificados de conciencia es necesario entender la visión chamánica del mundo. La cosmología de los chamanes está formada por varios mundos, y este es un rasgo común a todos los chamanismos, independientemente de la cultura madre del chamán. La concepción andina, por ejemplo, nos habla de una realidad que se divide en tres mundos: Kay Pacha, o mundo del aquí y ahora, Uku Pacha, o nivel del ego, y Hanan Pacha, o mundo espiritual. Para los Kahuna hawaianos la realidad está formada por cuatro mundos, el mundo ordinario, el mundo psíquico, el mundo de los sueños y el mundo existencial. El chamanismo es la técnica del éxtasis y el chamán es el maestro del éxtasis. Un chamán es aquél que tiene la capacidad de entrar en un estado de conciencia alterado a voluntad. Se puede definir el éxtasis como un estado psicológico que se caracteriza por un sentimiento absorbente de admiración, de alegría de arrobamiento y a veces de enajenación. Desde una perspectiva teológica hace referencia a un estado de unión con lo divino por medio de la contemplación y el amor vivido íntimamente. Y exteriormente por la suspensión mayor o menor de la actividad sensorial en relación con el mundo externo. Y esto es lo que define el trabajo del chamán. Si intenta curar, un verdadero chamán no sólo intentará sanar al enfermo en el mundo real, sino que trabajará los todos los mundos a la vez. Como resumen, se puede hablar siempre de varios mundos que coexisten a la vez y sobre los que el chamán va a trabajar.
(Visto en https://oldcivilizations.wordpress.com/)
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