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En esencia nada ha cambiado: los mercaderes de la muerte siguen promocionando un veneno cuyos efectos serán irreversibles |
Así como la industria tabacalera sembró dudas sobre el riesgo de cáncer de los cigarrillos, la industria farmacéutica hoy utiliza la misma estrategia para disipar las preocupaciones sobre los posibles efectos secundarios de las vacunas, como el "turbocáncer".
En 1954, el Comité de Investigación de la Industria Tabacalera publicó una declaración ampliamente difundida titulada "Una declaración franca a los fumadores". Reconocía que los "experimentos con ratones" sugerían una relación entre el tabaquismo y el cáncer de pulmón, pero al mismo tiempo afirmaba que estos estudios "no eran concluyentes" y que "científicos de renombre" cuestionaban su relevancia, para concluir "No hay evidencia de que fumar cigarrillos cause cáncer".
El impacto de estas declaraciones, que aparentaban un difuso fundamento científico, se mantuvo durante décadas. A pesar de la creciente evidencia, se minimizaron los peligros del tabaco, se difundieron dudas sistemáticamente y se desacreditó toda investigación que sugiriera otra cosa.
Solo años después, la ciencia médica reconoció públicamente: Sí, fumar causa cáncer de pulmón. La verdad científica se impuso a un lobby multimillonario, tardíamente, a costa de innumerables vidas humanas.
Hoy el sitio web oficial de Pfizer contiene un texto que responde a la cuestión de si las vacunas de ARNm contra la COVID-19 podrían desencadenar los llamados casos de "turbocáncer" en los siguientes términos: "No hay evidencia de que las vacunas contra la COVID-19 causen cáncer ni desencadenen formas más agresivas de cáncer".
Esta afirmación proviene de un estudio con ratones en el que un ratón murió de linfoma dos días después de la vacunación. A partir de este hecho incontestable, los autores del estudio afirman que este resultado ha sido malinterpretado.
Esta frase suena familiar: el patrón es el mismo que hace 70 años.
Es un déjà vu explicativo, con una diferencia: en aquel entonces, la verdad no se reconoció hasta décadas después. Hoy, podríamos estar experimentando la misma fase de represión sistemática, solo que más consensuada, más global y más pertinaz.
Por qué esto es peligroso
"No hay pruebas en contra" no demuestra que un producto sea seguro. Simplemente significa: No hay elementos concluyentes aún.
Cualquiera que concluya que algo es seguro basándose en la falta de datos a largo plazo no está practicando la ciencia, sino las relaciones públicas.
Al igual que con la industria tabacalera, hoy en día están en juego enormes intereses económicos. Se han ganado miles de millones con los productos de ARNm, y la presión para suprimir cualquier discurso crítico es, en consecuencia, abrumadora.
Conclusión: Aprendamos del pasado
Los paralelismos entre la estrategia de defensa de las grandes tabacaleras y la retórica actual de las grandes farmacéuticas sobre las vacunas debería encender las señales de alarma.
No se trata de sembrar el pánico, sino de honestidad intelectual.
La ciencia no parte de certezas, sino de dudas. Y eso merece respeto y amparo, no censura.
(Fuente: https://uncutnews.ch/; traducción: Astillas de Realidad)
Uau!
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