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lunes, 21 de agosto de 2023
LA NULA INCIDENCIA DEL COVID EN LA COMUNIDAD AMISH DEMUESTRA LA INEFICACIA DE LAS MEDIDAS DE PREVENCIÓN
Porque, básicamente, no tomaron ninguna. Y les fue bien: cuando el bloguero crítico Steve Kirsch ofreció unos suculentos 2.500 dólares a quien pudiera nombrar a más de cinco Amish que hubieran muerto de Covid-19 pudo quedarse tranquilamente con su dinero, dado que la tasa de mortalidad por Coronavirus en la comunidad Amish no llegó a materializarse. Difícilmente hay mejor forma de demostrar la ineficacia de las llamadas medidas de protección que con este "grupo de control".
Los amish tienen sus raíces en el movimiento anabaptista reformado de Europa Central, especialmente Suiza y el sur de Alemania. Los amish se separaron de la corriente principal de los anabaptistas, los menonitas, en 1693 y son una confesión protestante que vive principalmente en Estados Unidos.
Los Amish de la Antigua Orden viven una vida fuertemente arraigada en la agricultura y son conocidos por rechazar ciertas técnicas modernas y adoptar innovaciones sólo después de considerar cuidadosamente las consecuencias. Por ello, numerosos "adelantos" tecnológicos no tienen cabida en su sencillo modo de vida, incluida la electricidad, Internet o las vacunas. Los Amish valoran la familia con roles de género naturalmente prescritos por la naturaleza. La comunidad y el aislamiento del mundo exterior forman parte de su modo de vida.
La población amish norteamericana pasó de 249.500 personas en 2010 a 341.900 en 2019, un aumento del 37%. La población amish se duplica cada 20 años. Por principio, los Amish no contratan seguros. Los Amish también quedaron exentos del seguro médico obligatorio introducido por el presidente Obama en 2012. Cualquier gasto sanitario se sufraga exclusivamente con donaciones de la comunidad.
El miedo y la ansiedad por las vacunas insistentemente recomendadas se estrellan contra la práctica de la inmunidad natural, tan eficaz que el brote de polio que en 2005 afectó a cuatro niños de la comunidad sólo pudo detectarse mediante pruebas intensivas, puesto que ninguno de los cuatro niños mostró ninguno de los síntomas asociados a la enfermedad, como parálisis. De manera análoga, un brote de sarampión en la comunidad Amish de Ohio en 2014 y que afectó a 383 personas se quedó en lo anecdótico: todas se recuperaron.
Otro ejemplo es el número de casos de tétanos en la comunidad amish. En Pensilvania, de enero de 2006 a diciembre de 2015 sólo se registraron cuatro casos de infección por tétanos pediátrico. Los 4 pacientes fueron tratados y dados de alta una vez curados.
Cuando el mundo reaccionó aterrado al hiperpublicitado Covid, los amish no se aislaron, no se distanciaron socialmente, no se embozalaron ni se sometieron a la terapia génica experimental que se vendió trapaceramente como una eficaz vacuna. Vivieron el coronavirus como lo que fue en realidad: una gripe estacional. Sin tests. Sin máscaras. Sin vacunas. Las personas que enfermaban no iban al hospital. Los Amish permanecían en sus comunidades y eran tratados como se tratan las enfermedades respiratorias. El grupo de control perfecto.
Su resistencia inmune al Covid evidencia que toda la respuesta a la pandemia (bloqueo, cierre de tiendas, escuelas, iglesias, pruebas, enmascaramiento, distanciamiento social, regulación) estuvo completamente fuera de lugar. Fue innecesaria y contraproducente.
En lugar de dejar que la OMS se encargue de la próxima pandemia prediseñada, renunciando a nuestra soberanía, deberíamos tomar ejemplo de los amish: no tomar medidas extremas y aceptar el ciclo natural de la enfermedad garantiza la supervivencia y la salud. ¡Los números y las estadísticas lo confirman!
(Fuente: https://www.frontnieuws.com/; visto en http://www.verdadypaciencia.com/)
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