Contrainformación que no encontrarás en los medios oficiales y pistas que ayuden al despertar ciudadano y espiritual
martes, 22 de julio de 2025
OTRO "ESQUELETO EN EL ARMARIO" DE LA TRANSICIÓN ECOLÓGICA: LA EÓLICA ESTÁ ESQUILMANDO LA AMAZONIA
Los grupos ecologistas están empezando a denunciar que la energía eólica no es tan ecológica, después de todo. Las gigantescas turbinas eólicas industriales están compuestas por cientos de toneladas de acero, aluminio, plásticos, cobre y tierras raras, utilizadas en los imanes del generador. También llevan a bordo al menos una tonelada de aceite para engranajes y fluido hidráulico. Y luego están las palas de 50 a 80 metros de largo, con un peso de entre 12 y 18 toneladas cada una, un auténtico cóctel de plásticos tóxicos, fibra de vidrio y materiales compuestos, todos ellos inevitablemente destinados al vertedero al final de su vida útil.
Pero es lo que hay dentro de esas palas lo que ahora remueve la conciencia de quienes hasta ahora pensaban que estos ingenios eran respetuosos con el medio ambiente.
Miles de millones de palas de aerogeneradores son construidas con madera de balsa extraída de los bosques amazónicos, lo que contribuye a la desforestación de uno de los pulmones del planeta y una amenzaza a la armonía planetaria.
Así pues, una fuente de energía completamente inútil, inútil porque no puede suministrar energía cuando se necesita y que no existiría sin subsidios masivos, ¡tiene una huella ambiental mayor que la de un billón de Big Macs! ¿Quién lo hubiera pensado?
A medida que el compromiso internacional con las energías renovables ha crecido en los últimos años, el aumento de los parques eólicos ha generado una enorme demanda de madera de balsa, dejando tras sí un rastro de deforestación.
La madera de balsa se utiliza en Europa, y también de forma más intensiva en China, como componente en la construcción de las palas de los aerogeneradores. Los aerogeneradores ya instalados, con palas de hasta 80 metros de longitud, pueden cubrir una superficie de aproximadamente 21.000 metros cuadrados, equivalente a unos tres campos de fútbol. Los diseños más recientes de aerogeneradores pueden incorporar palas de hasta 100 metros de longitud que consumen unos 150 metros cúbicos de madera de balsa cada una (equivalente a varias toneladas), según cálculos del Laboratorio Nacional de Energías Renovables.
En 2018, la demanda internacional de madera de balsa aumentó significativamente. Esta madera tropical es flexible y, a la vez, dura, ligera y resistente. Ecuador, principal exportador de balsa, con cerca del 75% del mercado mundial, cuenta con varios grandes exportadores, como Plantabal S.A. en Guayaquil, que dedica hasta 10.000 hectáreas al cultivo de esta madera para la exportación.
Fiebre de la balsa
El aumento de la demanda provocó la deforestación de balsa virgen en la cuenca amazónica, en lo que se conoció como la "fiebre de la balsa". Los balseros comenzaron a deforestar ilegalmente balsa virgen de las islas y riberas de los ríos amazónicos para intentar superar la escasez de madera cultivada. Esto ha tenido un impacto terrible en los pueblos indígenas de la Amazonía ecuatoriana, de una forma tan brutal como la causada por la minería y la extracción petrolera en las últimas décadas, y el auge del caucho a principios del siglo XX.
En 2019, la ampliación de una carretera en la provincia de Pastaza, fronteriza con Perú, a través de territorio indígena Shuar y Achuar para conectar la comunidad de Copataza con la ciudad occidental de Puyo, causó controversia entre el pueblo Achuar.
En su mayoría, los lugareños percibieron la carretera, construida sin esperar el pleno consenso indígena, más como una amenaza de extractivismo y deforestación que como una contribución al desarrollo potencial de su comunidad. Sin embargo, avanzó como un cuchillo a través de la selva, llegando a su destino en noviembre de ese año.
Mientras tanto, al otro lado del mundo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, presentó el ambicioso Pacto Verde Europeo en Bruselas. El pacto, entre otras cosas, buscaba revertir el cambio climático promoviendo la sustitución progresiva de los combustibles fósiles, que contribuyen al calentamiento global mediante la producción de gases de efecto invernadero, por fuentes de energía más limpias.
Como resultado del pacto de 2019, las perspectivas financieras para las energías renovables, incluida la eólica, impulsaron el número de proyectos de construcción de parques eólicos en Europa y contribuyeron al auge de la energía eólica en China. En diciembre de 2020, el presidente Xi Jinping declaró que China aumentaría su capacidad instalada de energía eólica y solar a más de 1200 gigavatios (GW) para 2030, quintuplicando los 243 GW actuales.
El estallido de la «fiebre de la balsa» ha tenido consecuencias devastadoras para las comunidades indígenas amazónicas de Ecuador. La noticia pronto pasó de los medios locales a la prensa internacional. Y en enero de 2021, The Economist publicó un artículo señalando los problemas que la extracción irregular de balsa para palas de aerogeneradores había causado en Ecuador, resaltando el impacto negativo sobre el pueblo indígena Waorani, asentado dentro del Parque Nacional Yasuní.
En el año 2021 fue patente que la balsa del territorio ya había sido completamente deforestada y que los balseros, en su afán por obtener más madera, se habían trasladado a la Amazonía peruana.
Los balseros traen alcohol, drogas y prostitución, y contaminan las zonas de extracción con plásticos, latas, maquinaria, gasolina y derrames de petróleo. Abandonan las cadenas usadas de sus motosierras. Se comen a las tortugas y ahuyentan a los loros, tucanes y otras aves que se alimentan de las flores de los árboles de balsa. La degradación de los ecosistemas por la deforestación ilegal tiene profundos impactos en el equilibrio de la flora y fauna local, que jamás se recuperará.
Dados los devastadores impactos sociales y ecológicos del uso de la madera de balsa para la energía eólica, es urgente que la industria mundial de turbinas implemente medidas estrictas para rastrear el origen de la madera de balsa que utiliza, detener la dependencia a gran escala de este preciado recurso natural y evitar que la presión del mercado provoque una deforestación no planificada e ilegal.
En su lugar, es necesario recurrir a alternativas menos perjudiciales social y ambientalmente. El aumento de precios derivado de la escasez de suministro ha creado un poderoso incentivo para acelerar este proceso. Según The Economist, el precio de la balsa se duplicó entre mediados de 2019 y mediados de 2020. En 2019, Ecuador exportó madera de balsa por valor de 219 millones de dólares, un 30% más que el récord anterior de 2015. En los primeros 11 meses de 2020, exportó por valor de 784 millones de dólares.
Presión sobre las poblaciones rurales
El impacto socioambiental de los parques eólicos no se limita a la deforestación masiva de la balsa amazónica. Muchas de las regiones europeas que albergan estos parques eólicos están experimentando graves perturbaciones socioeconómicas y ambientales debido a la construcción de aerogeneradores cada vez más grandes.
Los parques eólicos requieren vientos constantes en territorios relativamente despoblados, donde la oposición de las poblaciones locales es escasa. Este es el caso de la región del Matarraña, en la provincia española de Teruel, donde varios proyectos de parques eólicos ya han sido autorizados pese a los recursos presentados por los vecinos.
(Fuente: https://stopthesethings.com/; traducción y selección: Astillas de Realidad)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario