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lunes, 18 de marzo de 2024
ATAQUE INSTITUCIONAL A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Negar la existencia de censura en los medios de comunicación es tan absurdo como negar la evidencia del día y la noche. Cualquiera que tenga un mínimo se sentido común se habrá dado cuenta de que sistemáticamente hay unanimidad en todos los grandes medios de comunicación: cuentan lo mismo, demonizan lo mismo, ensalzan lo mismo y ocultan lo mismo. Ante esta tesitura, queda claro que esta gente no está ejerciendo el periodismo, sino que se limita a poner negro sobre blanco todo aquello que le dita la voz de su amo.
La censura hoy en día está tomando un cariz muy peligroso, llegando a convertir en delito la libertad de expresión. Es el caso de la Fiscalía Provincial de Valencia, que solicita una pena de tres años de prisión para un hombre que calificó la inmigración de invasión. Se le acusa de un delito de odio. ¡Hay que joderse con estos progres! ¿Desde cuándo el odio es un delito? Tanto el odio como el amor son sentimientos intrínsecos a la naturaleza humana y no pueden ser judicializados. Es tan absurdo como judicializar la tristeza, la felicidad o el miedo. Otra cosa es que se le haga daño a alguien porque se le odia; el delito está en el daño, no en el odio.
La Unión Europea y algunos presidentes de gobierno como Trudeau, Macron, Sánchez o Biden, entre otros, han declarado la guerra a los medios alternativos independientes, acusándoles de ser los culpables de que los grandes medios de comunicación, controlados por grandes corporaciones, ya no tengan el mismo nivel de influencia sobre la opinión pública e incluso hayan perdido parte de su credibilidad. De ahí que estén preparando un montón de “leyes censura” para acabar con la libertad de expresión, y muy particularmente con la privacidad en Internet, pues pretenden que nos identifiquemos cada vez que entremos en la Red.
Pero el problema no es la censura en sí, que la hay, sino la inmensa cantidad de “personas de bien” que procesan obediencia ciega al discurso oficial de los grandes medios de comunicación. Y lo peor de todo, es que no aceptan que existan personas que, habiendo tenido la “osadía” de investigar y consultar otras fuentes, no piensen como ellos. Un ejemplo claro han sido los ataques, por parte de los grandes medios, a los disidentes de la narrativa oficial de la falsa pandemia y las “vacunas” de ARNm. La prueba evidente, es que aunque hoy en día se dispone de datos e información suficiente, como para demostrar que todo fue un engaño, los medios de comunicación hayan dejado el asunto en el olvido.
Los grandes medios de comunicación tratan de convencernos de que lo único fiable y veraz es lo que ellos nos cuentan y que el resto no son más que bulos, falsedades, teorías de la conspiración o ideología fascista. En honor a la verdad, he de decir que mayoritariamente lo consiguen (recuerda la campaña contra los no vacunados, donde sólo les falto meternos en la cárcel)
La mayoría de la gente no es consciente de que nos están literalmente idiotizando y privando de toda libertad de expresión. No se da cuenta de que su tremenda ignorancia y falta de interés, por conocer las cuestiones que van cercenando cada vez más su ya maltrecha libertad, son en realidad una forma muy sutil de esclavitud. En definitiva, la gente se ha vuelto tan dócil y sumisa, que sólo quiere que la entretengan y no moverse de su zona de confort.
Lo que impera en estos momentos es la mentira a todos los niveles. ¿Y quién es el culpable de que esto suceda? Evidentemente, la culpa es de todos nosotros, que estamos aceptando en silencio los cambios distópicos actuales.
Se está preparando toda una nueva retahíla legislativa para que todo aquel que ose cuestionar las conspiraciones reales del momento, como la ideología de género, el cambio climático antropogénico o el nuevo Tratado de Pandemias de la OMS, entre otras cosas, sea considerado enemigo público número uno de la sociedad y, por tanto, pueda ser perseguido.
Luego están las mentiras que los medios de comunicación difunden a los cuatro vientos como, por ejemplo, los desastres supuestamente provocados por el cambio climático. Sin embargo, la realidad es que ni los incendios se agravan, ni aumentan las catástrofes climatológicas (huracanes, tormentas, etc.), ni se derriten los casquetes polares, ni sube el nivel de los mares, ni se reduce la masa forestal ni nada de lo que pronosticaron en el pasado se ha cumplido (puedes consultar tú mismo los datos y hacer la correspondiente comparación). En definitiva, no es más que pura propaganda para conducir a la masa en la dirección deseada.
Esto mismo ocurrió con la falsa pandemia, que fue una prueba indiscutible para ver con qué rapidez la población asumiría al unísono los dictados del gobierno, por muy descabellados que estos fueran. ¿Y quién fue el artífice de tal disparate? Evidentemente, los grandes medios de comunicación, con la todopoderosa televisión a la cabeza. Ellos fueron los encargados de llevar a cabo la mayor autocensura y propaganda de la historia. En honor a la verdad, he de decir que tuvieron un éxito arrollador, y ese éxito se debió a que hicieron un excelente trabajo: demonizaron todo aquello que interesaba demonizar (el Covid-19), ensalzaron todo aquello que convenía enzalzar (las “vacunas”) y ocultaron todo aquello que pusiera en duda su relato.
Es evidente que la mentira, la censura y la falta de libertad de expresión hicieron posible la falsa pandemia, y con ello la puesta en escena de todas esas estúpidas medidas totalitarias. Cuatro años después, casi todos los gobiernos del mundo (fundamentalmente los que tomaron más partido en esta locura) han ampliado su poder y abusado de su autoridad para oprimir aún más a sus gobernados. Y es que los gobiernos han aprendido a utilizar una crisis tras otra para ampliar su poder, y justificar todo tipo de tiranía en nombre de la seguridad nacional, de la salud o de salvar el planeta.
Insisto en que el problema está en la población, que bien por ignorancia, sumisión o cobardía no tiene la valentía suficiente para decir ¡basta!
Las líneas ideológicas hoy en día están más marcadas que nunca; no caigas en esa trampa. Piensa en cómo eran las cosas en el pasado y te darás cuenta enseguida de que te están engañando. No tengas miedo a consultar otros medios alternativos que no son financiados con dinero público o privado. Analiza lo que dicen y compáralo con lo que cuentan los grandes medios de comunicación atiborrados a millones por el poder global del dinero. Lo importante es que pienses por ti mismo y no te dejes influenciar por ideologías, por muy en sintonía que estén contigo. Y lo más importante, no permitas que te distraigan con la política circense y el constante aluvión de malas noticias; no le prestes ni un minuto de atención. Y, por supuesto, habla sin tapujos de lo que quieras. Sólo así podremos salvar la libertad de expresión.
(Visto en http://pepeluengo.blogspot.com/)
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