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jueves, 8 de mayo de 2025
ARN AUTO-AMPLIFICADOR, UN EXPERIMENTO SIN INTERRUPTOR DE APAGADO
El ARN autoamplificador es el último paso -por ahora- de la sustitución de las vacunas tradicionales por terapias génicas apresuradas y sin garantías que caracterizaron la respuesta farmacológica al Covid, una apuesta de la industria que dinamita el principio de precaución y convierte al receptor en un conejillo de indias sometido a un experimento constante e insensato.
En la creciente carrera armamentística de la ingeniería genética ha surgido un nuevo y preocupante actor: el ARN autoamplificador (ARNsa). A diferencia de las inyecciones "convencionales" de ARNm, que se presentan como una dosis controlada, el ARNsa introduce un mecanismo genético autorreplicante en las células humanas; un mecanismo sin garantías inherentes, sin supervisión específica para cada paciente y sin una comprensión clara de sus consecuencias a largo plazo.
Este no es solo un capítulo más en la temeraria carrera hacia el dominio de la biotecnología; es un experimento descarado y de alto riesgo con el genoma humano, disfrazado de innovación. Como ya hemos observado con las "vacunas" de ARNm contra el COVID-19, los riesgos distan mucho de ser hipotéticos.
La premisa del ARNsa es engañosamente simple: en lugar de simplemente inyectar un modelo para la producción de proteínas (como en las inyecciones tradicionales de ARNm), cuya creciente evidencia apunta a una transcripción no autorizada, el ARNsa también contiene la maquinaria molecular para replicarse intencionalmente. Lo hace codificando una enzima replicasa, que secuestra los procesos celulares para producir continuamente más moléculas de saRNA, lo que garantiza que el cuerpo siga generando proteínas extrañas mucho después de la inyección inicial.
Piénselo un momento. No se trata de una terapia controlada de una sola dosis. Es una maquinaria biológica que se despliega dentro de las células sin posibilidad de parada definitiva. Imagine entregarle a alguien una hoja de instrucciones de una sola página en lugar de entregarle una imprenta autorreplicante que produce copias ilimitadas de esa hoja, las necesite o no.
Los defensores del ARNsa lo promocionan como una forma de "mejorar la eficacia de las vacunas", afirmando que permite dosis más bajas y efectos más duraderos. Pero dejemos de lado la publicidad superficial y reconozcamos la cruda realidad: se trata de una intervención genética sin control con profundos riesgos.
1. Ausencia de control de la dosis
A diferencia del ARNm "tradicional", que se degrada con el tiempo, el ARNsa se amplifica indefinidamente. La cantidad de proteína extraña producida no depende de la dosis inicial, sino de la impredecible tasa de replicación dentro del organismo. ¿Cuánto es demasiado? ¿En qué momento se satura el sistema inmunitario? Nadie puede responder a estas preguntas porque nadie monitorea las respuestas específicas de los pacientes en tiempo real.
2. Secuestro celular sin interruptor de apagado
El ARN autoamplificador convierte las células en fábricas de proteínas perpetuas, pero ¿qué ocurre cuando esas células deberían estar realizando otras funciones vitales? ¿Qué ocurre cuando esta maquinaria genética se infiltra en tejidos delicados como el cerebro, el corazón o los órganos reproductivos? Suponer que el ARNsa se comportará de forma predecible y localizada es de una gran ingenuidad.
3. Inflamación y autoinmunidad descontroladas
La producción continua de proteínas extrañas implica una señalización aberrante constante y un estrés contínuo del sistema inmunitario. La inflamación crónica no es un efecto secundario menor: es una puerta de entrada a trastornos autoinmunitarios, agotamiento inmunitario y daños a largo plazo en los sistemas reguladores del organismo. Al obligar al cuerpo a librar una batalla perpetua, el ARNsa corre el riesgo de desmantelar el equilibrio natural de la función inmunitaria.
Ya hemos visto que esto ocurre con las vacunas de ARNm contra el COVID-19, que se han relacionado con miocarditis, pericarditis, trastornos de la coagulación sanguínea, complicaciones neurológicas y desregulación inmunitaria. Muchas personas que recibieron estas vacunas han sufrido consecuencias a largo plazo para la salud, incluída la muerte. Ahora, con el ARNsa, estamos ante una versión más agresiva y menos controlable de la misma tecnología.
4. Potencial de alteración genética
La afirmación de que el ARNsa "no altera el ADN" es una verdad a medias conveniente. Si bien el ARNsa en sí no se inserta directamente en el genoma, las células humanas contienen transcriptasas inversas endógenas (enzimas capaces de integrar secuencias de ARN extrañas en el ADN). Las consecuencias a largo plazo de esta interacción siguen sin ser estudiadas en absoluto.
La absoluta falta de seguimiento específico para cada paciente
La falla más evidente en el lanzamiento de la tecnología de ARNsa es la ausencia de vigilancia molecular en tiempo real. Si se introdujera un programa genético autorreplicante en células humanas, ¿no se querría una monitorización precisa y específica para cada paciente para rastrear su comportamiento? ¿No se exigiría una forma de desactivarlo si algo sale mal?
En cambio, observamos el mismo enfoque irresponsable que caracterizó el desastroso lanzamiento de las vacunas de ARNm. No existe ningún mecanismo para rastrear dónde se propaga el ARNm sa, ninguna forma de medir su persistencia a largo plazo ni un plan de contingencia para consecuencias imprevistas.
Incluso ahora, las lesiones causadas por las vacunas de ARNm contra la COVID-19 se están ignorando o minimizando. Quienes sufren daños cardíacos, trastornos neurológicos y colapso inmunitario se quedan sin respuestas. Y ahora, las empresas biotecnológicas avanzan arrolladoramente con una versión autorreplicante aún más peligrosa del mismo concepto temerario.
Un experimento imprudente disfrazado de innovación
Esta no es una terapia bien controlada ni diseñada con precisión. Es una apuesta biológica, que se juega en el sistema más complejo conocido por el hombre —el cuerpo humano— sin las medidas de seguridad adecuadas.
Las mismas voces que desestimaron las preocupaciones sobre la seguridad del ARNm ahora redoblan sus esfuerzos, impulsando una tecnología aún menos predecible y más peligrosa. Nos aseguran que «los resultados preliminares parecen positivos», mientras que, convenientemente, ignoran las enormes lagunas en los datos de seguridad a largo plazo.
Conclusión
El ARN autoamplificante no es un avance médico; es una intrusión genética descontrolada. Representa la siguiente fase de un experimento biotecnológico imprudente que prioriza la expansión del mercado sobre la seguridad del paciente. Hasta que veamos estudios de seguridad rigurosos, a largo plazo y específicos para cada paciente —y no solo propaganda financiada por la industria—, esta tecnología debe verse como lo que es: una intervención biológica de alto riesgo y de duración indefinida, sin una estrategia de salida clara.
El lanzamiento de la "vacuna" de ARNm contra la COVID-19 ya nos ha demostrado lo que ocurre cuando la tecnología genética se lanza al mercado apresuradamente sin la supervisión adecuada: millones de personas en todo el mundo padecen complicaciones crónicas de salud que inicialmente se consideraron "raras" o "casuales".
Ahora, con el ARNsa, hay mucho más en juego. Esto no es ciencia. Es una agresión intencionada contra la integridad biológica, y las consecuencias podrían ser catastróficas.
(Fuente: https://johncatanzaro.substack.com/; traducción: Astillas de Realidad)
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