sábado, 14 de junio de 2025

NOSTALGIA DE UNA CIENCIA RIGUROSA



Entre los que se sumaron a la resistencia a partir del 2020 es notable encontrar a muchos abogados. De a pie, no jueces (solo dos juezas bolivianas, un juez federal de Mar del Plata y un juez de Texas, el resto del Poder Judicial Mundial se plegó a la dictadura sanitaria). Ni hablar de los siniestros Colegios de Abogados y las Universidades.

¿Por qué? Los abogados tenemos un problema, los jueces nos obligan a probar todo. Incluso un trámite fácil, como una sucesión, requiere probar que la persona murió, que se casó, que tuvo tales hijos, presentar escrituras certificados de dominio, ADN si hay hijos no reconocidos. Probar todo más allá de cualquier duda razonable. Ni hablar de casos complejos o penales.

La ciencia, en cambio, necesitó pruebas hace 300 años, hoy no. Hoy se basa totalmente en teorías, suposiciones conjeturas, ideas vagas que no son probadas, solo publicadas.

Supongamos que los padres de un niño de un año notan que luego de la vacuna Triple Viral, deja de hablar, de controlar esfínteres, de reír, cantar o jugar.

Van al médico. No, les dice el doctor, la Asociación de Pediatría, basada en un Paper de la Universidad John Hopkins, dice que no hay relación entre la vacuna y el daño cerebral en niños. Fin de todo cuestionamiento, la ciencia ha hablado.

¿Por qué el médico hace esto? ¿Es un delincuente?. No necesariamente, la realidad es que no tiene tiempo de investigar, jamás lo tuvo, así que deja que otros lo hagan y le bajen un Paper. Que la Universidad John Hopkins y la Asociación de Pediatría estén financiadas por los fabricantes de vacunas no es su problema. No quiere pensar en eso, quiere volver a su casa, dormir, viajar al Caribe con el "incentivo" donado por Pfizer. Algo está mal, pero no puede ni pensarlo o toda su vida se derrumba.

Supongamos que los padres van a ver al Dr. Razona, o Iannolfi, por nombrar dos abogados que se ocupan de esto (porque no todos se animan). Ellos no pueden ir al juez con conjeturas, así que, por ejemplo, deberían tomar un cabello del niño, someterlo a cromatografía gaseosa, cromatografía líquida, analizar los metales y compuestos que hay en el cuerpo del niño, compararlos con lo queque contienen las vacunas. Y eso para empezar. No hay Papers, no importa lo que diga Clarín, El Washington Post, el Ministerio de Salud. Toneladas de pruebas porque los jueces no son héroes, son burócratas que cuidan su carrera. Si les dejas un agujero probatorio se inhiben por ahí, escapando como los ratones.

¿No hay médicos que hagan lo mismo? Si, varios. El Dr. Arriaga fue preso por oponerse al encierro, el Dr. Andreas Noack fue detenido en Alemania por un violento comando antiterrorista, y asesinado poco después. De hecho los médicos por la verdad lo pasaron peor que los abogados, pues hay cierto miedo en atacar abogados, que conocen bien los vericuetos legales, y están más acostumbrados a moverse en el conflicto, contraatacar y a jugar en el límite.

El problema es la masa. Creen que los científicos tienen pruebas. No existe ninguna prueba legal o científica de la existencia del Sars-Cov-2. Jamás fue aislado, secuenciado (hay una secuencia que fue diseñada en computadora, inventando los datos, es como si yo copiara en la computadora ADN humano, menos la parte de las piernas, agregara ADN dela cola de un salmón y dijera que tengo secuenciada una sirena), y no cumple con ninguno de los cuatro postulados de Koch. Ya no hablemos de los bozales, encierros, de la locura de los hisopados.

Llevo 5 años buscando las pruebas que llevaron a Dinamarca a exterminar a 17 millones de visones. No hay ni una sola, hay un paper, donde elucubra, sin pies ni cabeza, que existiría una potencial cepa (sic), que supondría un peligro para los humanos.

Yo podría escribir un paper elucubrando que existe la gripe de la lombriz, pagar 25.000 dólares a la revista Science, publicarlo y listo, es ciencia.

Incluso sin pagar, hace unos años, como broma, con un amigo presentamos al Conicet un estudio (paper) que demostraba que la capa roja de Caperucita Roja representa los peligros que corre una muchachita a partir de su primera menstruación. Fue el primer disparate que se nos ocurrió, Lo hicimos en diez minutos y lo enviamos. Esperábamos insultos, y reirnos un poco. Pero la sorpresa fue que nos felicitaron, y nos ofrecieron una beca mensual para continuar investigando el tema.

Nunca nos presentamos a cobrar la beca. Eso es la ciencia. Puede haber presentado un paper sobre la tendinitis del pulpo o la gripe porcina. En la Universidad es más fácil incluso. Un amigo en la agrupación Franja Morada y publicas lo que quieras, beca incluida. En Harvard te va a costar una donación interesante, de 100.000 dólares. Mucho para nosotros, caja chica para Bill Gates o Pfizer.

La Ciencia no existe más. Solo las masas engañadas siguen creyendo en ella.

Aunque pensándolo bien, no está tan mal lo de la capa de Caperucita Roja.

Horacio Rivara

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