sábado, 9 de agosto de 2025

LA TRANSICIÓN INACABADA: TESIS, ANTÍTESIS Y SÍNTESIS



En una ocasión, un alma impaciente me preguntó de qué servía conocer el pasado si lo importante -decía- era luchar por el momento presente, «con la que está cayendo». Pero cómo entender la que está cayendo sin saber de dónde viene, quién la dejó caer, y cuántas veces ha caído ya. Hablar del pasado no es una anacronía: es interpretar un manual de advertencias, ver la imagen de un espejo incómodo y, a veces, descifrar un mapa mal doblado que aún señala salidas.

El pasado está en el presente; y el futuro -ese lugar donde vamos a pasar el resto de nuestras vidas- se construye en el momento actual. A lo largo de la historia -escenario donde se despliega la existencia humana- las decenas de miles de generaciones que se han ido sucediendo han dejado a sus hijos un porvenir mejor del que experimentaron de primera mano, viendo una mejora en las condiciones de vida de sus descendientes. Sin embargo, este pacto ínsito a la naturaleza humana se ha visto truncado en las recientes décadas, siendo las generaciones actuales las primeras en la historia que dejan a sus hijos una situación peor que la que les dejaron sus progenitores.

Pero de nada sirve indignarse con estas coyunturas sociales y con las consecuencias de estos problemas si no conocemos las causas ni su origen. Renunciar a conocer el pasado es caminar a ciegas por una senda (path dependence) que otros ya trazaron. La oligarquía política establecida en España desde el año 1978 no ha perdurado en el tiempo por casualidad, y eso a pesar de su degeneración. Una pequeña elección o evento al inicio de un proceso puede tener consecuencias enormes a largo plazo, de manera que quien escribe la primera página de la historia condiciona el relato historiográfico posterior.

El 18 de julio es la efeméride del Alzamiento Nacional y del inicio de la Guerra Civil Española, acontecimiento que da origen a la legalidad de las instituciones franquistas. El general Franco, con la potestas que tenía resultado de su triunfo en la guerra, se saltó el orden dinástico de la Casa Real y designó al príncipe Juan Carlos como su sucesor en la jefatura del Estado a título de rey, el cual juró lealtad a Franco y fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales del Reino. Entonces, el poderoso dedo de Juan Carlos apoderado por el vencedor de la Guerra Civil señaló al que fuera ministro-secretario general del Movimiento Adolfo Suárez, designándolo presidente del Gobierno.

La manifestación de verticalidad arriba abajo prosiguió cuando los partidos pasaron por la ventanilla de Adolfo Suárez para ser legalizados, asimilando su naturaleza estatal como aparatos administrativos y permanentes del Estado. En ningún momento se produce una ruptura democrática ni la apertura de un proceso constituyente. El poder del vencedor de la Guerra Civil se reformó pasando «de la ley a la ley». La legalidad del Régimen del 78 procede de una evolución legal del franquismo y de las Leyes Fundamentales del Reino. La Constitución Española es la novena Ley Fundamental franquista, la partitocracia española encuentra su ‘legitimidad’ en el Alzamiento Nacional.

El 18 de julio también es el aniversario del nacimiento de Antonio García-Trevijano. Éste fundó el Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional (MCRC), como movimiento cultural y prepolítico para conquistar la hegemonía cultural, entendida esta última como el conjunto de normas culturales que defienden la mayoría de los miembros de la sociedad, de forma que son moralmente legítimas. Su objetivo era que la sociedad hiciera suyas las ideas de la libertad política, deslegitimar el Régimen del 78 a través de la abstención electoral activa y forzar la apertura de un periodo de libertad constituyente.

El MCRC es el faro que guía a ese tercio laocrático e innovador presente en toda sociedad en su búsqueda de la libertad política, mantiene encendida esa luz liberadora en aras de alumbrar un nuevo derrotero que haga salir a los españoles del túnel de corrupción moral y política en el que están atrapados. Además de emprender tareas divulgativas (publicación y edición de vídeos, programas de radio y YouTube, redacción de artículos, difusión de ideas a través de redes y medios sociales, etc.), ha determinado sacar a luz la obra de teatro titulada Patología de la Transición: del repúblico hidalgo don Antonio García-Trevijano, que fue estrenada el día 1 de marzo y ha sido escenificada nuevamente con motivo de la conmemoración del nacimiento de García-Trevijano el pasado 18 de julio en el Teatro Victoria de Madrid.


Antonio García-Trevijano
En esta España subvencionada, regida por una oligarquía política que tiene literalmente -y sin perdón de la expresión- comiendo de su mano a la oligarquía cultural y a los medios de comunicación; que fungen como empresas de colocación de nepotes y pseudofuncionarios dóciles con el poder; premiados con subvenciones y sueldos desorbitados a cambio de difundir la propaganda que conviene a la clase política y adormecer a la población con sus espectáculos de ocio degradante, creo que es muy pertinente apoyar las contadas y honrosas excepciones en las que el mundo del arte y la cultura no pregona consignas del poder ni repite manidos tópicos.

Al igual que la filosofía de la acción de Antonio García-Trevijano, Patología de la Transición se encuentra «entre lo poéticamente ideal y lo históricamente posible», como comentó Edward Riley sobre el Quijote. En la sociedad de panem et circenses y cultura del subsidio en la que vivimos, la antedicha obra hace posible salir del engaño, superar la mentira y el dogma de fe de la Transición. Por eso no puedo ser neutral y tengo que dar mi compromiso a un dramaturgo con varios premios nacionales, como aplica en el caso del autor y director Alberto Gálvez, que ha tenido la audaz decisión de sacar a la luz una obra de teatro, la única que cuenta la verdad sobre la Transición española, sin recibir ningún tipo de subvención.

Porque lo contrario a acudir a esta obra es consentir la difusión de los mitos y propagandas que, ocupando el lugar de los verdaderos acontecimientos históricos, influyen en el inconsciente cultural. Y, como se argüía más arriba, quien renuncia al pasado no solo lucha peor, sino que acaba tomando parte en luchas estériles de movimientos con dudosa capacidad de organización, luchas que son aprovechadas por elites que con sus nuevas fórmulas demagógicas rinden homenaje verbal a los sentimientos de las masas heterogéneas de indignados.

El poder político favorece espectáculos culturales bochornosos y programas -llamarlos así no es casual- que contribuyen a reducir el intelecto a la mínima expresión, creando una opinión publicada sin espíritu crítico, incapaz de cuestionar las mentiras oficiales y los abusos de la clase política. A la par está promoviendo que se implanten hipócritas versiones de la historia a través del Boletín Oficial del Estado. Desentierran cadáveres pero les ponen a los aeropuertos los nombres de los ministros-secretarios generales del Movimiento. Es la misma clase política que condenó a García-Trevijano al ostracismo, la que vetó el programa La Clave porque las apariciones de don Antonio hacían posible deshacer el engaño en el que se encuentra el pueblo español. Mantienen al margen sus ideas mientras dan cobertura televisiva y mediática a exterroristas e independentistas. Son los mismos que expulsan a periodistas del Parlamento, pero se blindan con aforamientos y prerrogativas para no ser ellos los que puedan ser expulsados.

Cuando además de la represión se utiliza sobre todo la persuasión, la movilidad social no es más que un antídoto de la indignación. Las proclamas grandilocuentes y enérgicas que no cuentan con la hegemonía cultural ni con el conocimiento de las causas que producen la situación, terminan neutralizadas y reconducidas a la misma pendiente resbaladiza que la originó. El problema es que cuanto más se avanza más se refuerza la dirección tomada y más nos alejamos del camino correcto, nos aproximamos más a la catástrofe y nos alejamos de una revisión sensata de nuestro pasado, rehusándolo. Solo remontando el río de las consecuencias hasta llegar a las causas, mediante conjeturas y refutaciones (Karl Popper), podremos plantear soluciones a estos rampantes problemas y acabar con la raíz de estos males.

El Estado de partidos del 78 procede de una evolución legal del franquismo, de una coalición de sinarquías unidas bajo la égida del consenso. Se consensuó poder robar y expoliar a turnos. Mas no se cuestionó ni la forma de Estado (monarquía o república) ni la de gobierno (dictadura, oligarquía o democracia). Estas cuestiones ya venían determinadas en la Ley de Reforma Política, al igual que el sistema proporcional de listas de partido predeterminadas, en lugar de un sistema uninominal representativo del elector.

Por eso, cuanto más se avanza por un sendero, más difícil es abandonarlo, incluso si hay mejores alternativas disponibles. Cada paso que damos es peor. Y quizá haya llegado la hora de dejar de aplaudir mitos para empezar a construir verdad. ¿Pero cómo se lucha contra un relato hegemónico? «El tirano solamente tiene el poder que le damos», basta con dejar de apoyarlo para que, cual gigante con pies de barro, su poder se desvanezca (Éttiene de La Boétie). Dejemos de apoyar al Régimen del 78. Quizá sea la hora de abandonar esta senda y recuperar el pensamiento de García-Trevijano, de difundir las ideas de la libertad política, de conquistar la hegemonía cultural. Una opción poéticamente ideal, pero históricamente posible. Si queréis un cambio, ya sabéis por dónde empezar. La libertad no se regala: se conquista.

Alan Simón
(Visto en https://ellibre.es/)

2 comentarios:

  1. Se hace camino al andar. Se construye, se hace, se trabaja; solo o con los demás vamos a donde queremos ir. Lucha cuando es contra alguien, el otro es un enemigo, es juego de perder/perder.

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    "Claves de la transición 1973-1986"
    Alfredo Grimaldos

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