Una pertinente reflexión sobre la locura instalada en Israel, «un estado loco que se precipita al abismo y arrastra al mundo con él», advierte Norman Finkelstein.
Mi madre me contó una vez la historia de una mujer demacrada del gueto de Varsovia que gritaba desde el alféizar de su ventana que iban a matar a todos los judíos del gueto. La llamaban Casandra, por la profetisa de la fatalidad de la mitología griega. Todo el mundo daba por sentado que estaba loca. En retrospectiva, mi madre especuló con la idea de que, de algún modo, había llegado a conocer la verdad: los judíos no estaban siendo «reubicados» en el Este, sino que estaban siendo transportados a la muerte.
Hasta ahora he dudado en dar la voz de alarma. Pero a riesgo de que me tachen de loco, debo, como acto de responsabilidad política, decirlo en voz alta: Israel se precipita hacia el abismo y arrastra al resto del mundo con él.
Un análisis racional de la situación actual debe partir de este hecho fundamental: Israel es un Estado loco. No un «mal actor». No un régimen «canalla». Es un Estado loco. El abanico completo de la opinión de la élite israelí, reflejo a su vez de la sociedad israelí en general (que apoya abrumadoramente la guerra genocida en Gaza; sólo un puñado de israelíes se ha negado a servir), abarca un mero salto de pulga:
En un polo se sitúan los «realistas chiflados», de los que el sociólogo C. Wright Mills escribió en el contexto estadounidense: «han llegado a creer que … no hay otra solución que la guerra, incluso cuando intuyen que la guerra puede ser una solución a nada … siguen creyendo que ‘ganar’ significa algo, aunque nunca nos dicen qué». El profesor Benny Morris personifica eso. Es urbanita, culto, laico y un chiflado. Una vez incluso «demostró» que los judíos israelíes no podían coexistir con los bárbaros palestinos, entre otras cosas, reuniendo estadísticas sobre el número de accidentes de tráfico en los que se veían envueltos los palestinos. Morris exhorta a EE.UU. a unirse a un ataque contra Irán y luego lanza la amenaza de que si Washington no está a la altura de las circunstancias, Israel actuará en solitario bombardeando Irán. Debe ser consciente de que un ataque no sólo incineraría a decenas de millones de iraníes -piensa que se lo tienen merecido- sino que también desencadenaría una represalia terminal. Se dice que Hezbolá posee 150.000 misiles. Es un auto de fé tortuoso. Sin embargo, esa perspectiva no parece inquietar ni un ápice a Morris.
En el otro polo están los locos de remate, o los que están a un paso de alcanzar este umbral. «El mayor peligro al que se enfrenta Israel en estos momentos», observó con clarividencia Noam Chomsky hace ya cuatro décadas, «es la ‘versión colectiva’ de la venganza de Sansón contra los filisteos -‘Dejadme perecer con los filisteos’- mientras derribaba el Templo en ruinas». Los clones de Sansón instalados en Jerusalén o bien ya se han vuelto locos – «mataremos y enterraremos a los gentiles que nos rodean mientras nosotros mismos moriremos con ellos»- o bien fingen «volverse locos» para aterrorizar a enemigos y aliados por igual hasta la sumisión. Hay que señalar que la locura fingida se transforma fácilmente en real a medida que los fantasmas imaginarios que uno conjura repetidamente se filtran en las cámaras internas de la psique. El resultado es que esta locura, real o fingida, «hace que los cálculos racionales… sean cuestionables», ya que Israel «puede comportarse a la manera de lo que a veces se ha llamado ‘estados locos'». Un reciente reportaje en el periódico da cuerpo en tiempo real a esta propensión israelí a los arrebatos desquiciados: cuando un alto funcionario israelí aconsejaba prudencia, aunque sólo fuera a corto plazo, tras la represalia simbólica de Irán, un ministro del gabinete de extrema derecha exigía por el contrario que Israel se volviera «loco».
El discurso pronunciado el 14 de abril en la sesión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU por el representante de Israel, Gilad Erdan, puso de manifiesto lo lunático que se ha vuelto Israel. Presentando una clase magistral de proyección aproximada, Erdan estaba aparentemente persuadido hasta la médula de su ser de que «el régimen islámico de hoy no es… diferente del Tercer Reich de Adolf Hitler….».
Enésima confirmación de que cuando quieres oprimir a otros debes empezar por identificarte como víctima |
Si el mundo no frenaba a Irán, a Israel no le quedaba otro recurso que soportar por sí solo la aplastante carga de detener al Tercer Reich de Hitler: «Nos están disparando desde todos los frentes, desde todas las fronteras. Estamos rodeados por los apoderados terroristas de Irán…. Todos los grupos terroristas que atacan a Israel son tentáculos del mismo pulpo chiíta, el pulpo iraní. Así que les pregunto, y sean sinceros con ustedes mismos, ¿qué harían? ¿Qué haríais si estuvierais en el lugar de Israel? ¿Cómo reaccionaríais si vuestra existencia se viera amenazada cada día? Israel no puede conformarse con la inacción. Defenderemos nuestro futuro».
Levantando su iPad para mostrar una imagen de Israel interceptando supuestamente un dron iraní sobre la mezquita de al-Aqsa, Erdan incluso reivindicó para Israel el manto del verdadero guardián de los lugares santos del Islam – «mirad este vídeo que muestra cómo Israel intercepta drones iraníes sobre el Monte del Templo y la mezquita de al-Aqsa»- frente a los profanadores de los mismos en Teherán. El registro tonal de su discurso retórico era como una acusación desafiante: «¿Quién se atreve a dudar de mí? «En cada discurso y en innumerables cartas», recordó Erdan, «hice sonar la campana de alarma respecto a Irán». Acertó en que la campana debe sonar; pero se equivocó de dónde emana la locura. Medice, cura te ipsum (“médico, cúrate a ti mismo”).
Si Erdan representa siquiera a la mitad del Estado y la sociedad israelíes -la proporción es posiblemente mucho mayor-, se avecina una catástrofe. Es cierto que los dirigentes israelíes han pronunciado en el pasado locuras certificables. Basta con recordar al primer ministro Netanyahu sosteniendo en la ONU una caricatura de la bomba iraní al estilo de los Loony Tunes y su declaración de que no fue Hitler sino el muftí palestino de Jerusalén quien ideó la Solución Final. De hecho, ya en las negociaciones de Camp David de 1978, el presidente Carter reflexionó sobre el jefe de Estado israelí: «Cada vez está más claro que la racionalidad de Menachem Begin está en duda». En cualquier caso, un retroceso de civilización separa al Israel que una vez fue, de lo que se ha convertido. El representante de Israel ante la ONU en el momento de la guerra de 1967 («de los Seis Días»), Abba Eban, podía prevaricar en serie -aunque con consumada elocuencia, como correspondía al triple primer graduado de Cambridge- sin pestañear. Pero aún así, era posible analizar racionalmente sus proposiciones (como yo me esforcé una vez) para demostrar que estaban equivocadas. No es más posible analizar el discurso de Erdan que el desvarío de un psicópata.
Se podría instar a Irán a actuar con cautela para no agitar al lunático de la sala. Pero, en mi opinión, esa no es una opción viable. El registro documental demuestra que, una vez que Israel ha fijado un país en su punto de mira, nada que no sea la sumisión abyecta le hará desistir. Si la potencia «enemiga» se resiste a la provocación inicial, Israel seguirá escalando con otra y otra provocación hasta que resulte políticamente insostenible para la entidad objetivo absorber pasivamente nuevos golpes.
Eso es lo que ocurrió cuando Israel atacó al egipcio Gamel Abdel Nasser a principios de la década de 1950 (El primer ministro israelí Ben-Gurion temía que el «nacionalista radical» presidente egipcio pudiera presidir algún día un Estado moderno capaz de frenar las ambiciones regionales de Israel).
Eso es lo que ocurrió cuando Israel atacó a la Organización para la Liberación de Palestina en Líbano a principios de la década de 1980 (El primer ministro israelí Begin temía que la «ofensiva de paz» de la OLP -los palestinos apoyaban pero los israelíes se oponían a un acuerdo de dos Estados- provocara una presión internacional sobre Israel para que se retirara de Cisjordania).
Eso es lo que ocurrió en 2002 durante la segunda intifada, cuando Israel llevó a cabo asesinatos selectivos de líderes palestinos (El primer ministro Sharon temía que los palestinos detuvieran los ataques armados a cambio de un alto el fuego negociado).
Eso es lo que ocurrió en 2008, cuando Israel rompió un alto el fuego con Hamás para lanzar la Operación Plomo Fundido (El primer ministro israelí Olmert temía que Hamás ganara legitimidad internacional al moderar su programa político).
La lamentable verdad es que, a falta de un suicidio nacional, Irán no puede ejercer la opción de la inacción: Es casi seguro que Israel seguirá aumentando las provocaciones hasta que Teherán no tenga más remedio que responder. No sería de extrañar que Israel asesinara al ayatolá Jamenei y luego lo negara.
El gobierno israelí siempre ha estado alerta para aprovechar las oportunidades con el fin de poner en práctica sus planes preconcebidos. En 1989, durante la masacre de la plaza de Tiananmen, Benjamin Netanyahu instó a su gobierno a explotar esta distracción mediática llevando a cabo una expulsión masiva de palestinos en Cisjordania. El 4 de noviembre de 2008, cuando Estados Unidos eligió a su primer presidente negro, el primer ministro Olmert explotó esta distracción mediática rompiendo el alto el fuego con Hamás. El 17 de julio de 2014, cuando fue derribado un avión de pasajeros malasio que sobrevolaba Ucrania, el primer ministro Netanyahu explotó esta distracción mediática lanzando la asesina invasión terrestre de Gaza en la Operación Margen Protector.
Los pretextos del 7 de octubre y ahora la «represalia» de Irán presentan a los lunáticos de Jerusalén una oportunidad sin precedentes para librar a Israel del triple desafío a su dominio regional: destruyendo Gaza, Hezbolá e Irán; la «niebla» de tal explosión permitiría también la limpieza étnica israelí de Cisjordania. Si se espera que cristalice una cábala sensata entre los dirigentes israelíes para detener esta precipitada caída al precipicio, hay que decir que las probabilidades están en su contra. El biógrafo de Hitler, Ian Kershaw, observó que, si los planes golpistas contra el Führer tardaron tanto en eclosionar, se debió a «un profundo sentido de obediencia a la autoridad y de servicio al Estado», a la creencia de que «no sólo era erróneo, sino despreciable y traicionero socavar al propio país en la guerra», y «aun cuando los desastres militares aumentaban y la catástrofe final se avecinaba, el apoyo fanático a Hitler no se había evaporado en absoluto y seguía mostrando una notable resistencia y fuerza».»
Es difícil no darse cuenta de que factores similares están en juego en los círculos de la élite israelí. En cuanto al último punto, mientras que los críticos de Netanyahu llevan años escribiendo su necrológica política, él sigue recuperándose a pesar de sus errores. ¿Por qué? Porque los israelíes se ven reflejados en él. De hecho, Netanyahu es Israel: un detestable y narcisista supremacista judío para quien sólo los judíos cuentan en el gran diseño de Dios.
Por último, hay que reconocer que no todos los temores israelíes son infundados: a estas alturas está muy extendido el deseo de que Israel desaparezca del mapa mientras disminuye su capacidad de aterrorizar a sus vecinos hasta la sumisión. Pero, en su mayor parte, se trata de un callejón en el que el propio Israel se ha metido. Antes del 7 de octubre, Hamás había hecho gestos a favor de un acuerdo de dos Estados, mientras que Irán votaba sistemáticamente con la mayoría de la Asamblea General de la ONU a favor del consenso de dos Estados. Israel lo rechazó.
¿Resistirá el Primer Ministro Netanyahu la irresistible tentación de cortar el nudo gordiano regional o, como Sansón, hará caer el Templo -el resto de nosotros- con él? Probablemente, diría Casandra: ¡Todo está en juego!
Norman Finkelstein
(Visto en https://rafaelpoch.com/)
Y casualmente Irán detruye el Domo de la Roca por accidente.
ResponderEliminarEl edificio del Parlamento Masónico de Irán tiene forma de pirámide con 33 ventanas.
Todo es un teatro.
1976 | Mohammed Reza, último Shah de Irán, afirma en esta entrevista con medio estadounidense que el lobby israelí es demasiado poderoso en los EEUU. Tres años después se produciría la revolución iraní que lo destituiría del cargo.
https://gab.com/TheRealVoluntas/posts/111130596431111722
L.R
Y casualmente Irán detruye el Domo de la Roca por accidente.
ResponderEliminarEl edificio del Parlamento Masónico de Irán tiene forma de pirámide con 33 ventanas.
Todo es un teatro.
1976 | Mohammed Reza, último Shah de Irán, afirma en esta entrevista con medio estadounidense que el lobby israelí es demasiado poderoso en los EEUU. Tres años después se produciría la revolución iraní que lo destituiría del cargo.
https://gab.com/TheRealVoluntas/posts/111130596431111722
L.R