Por si todavía no ha quedado claro que nos están tomando el pelo a los ciudadanos. pic.twitter.com/WuKcVGQdBT
— Pedro Baños Bajo (@geoestratego) March 11, 2025
Si algo nos ha quedado meridianamente claro durante estos últimos cinco años de pandemia mediática y definición irracional de prioridades es que los gobiernos nos mienten a unos niveles que dejan al barón de Münchhausen en mero "amateur". Les respalda la inveterada creencia de que la plebe es incauta e incapaz de análisis, memoria o sentido crítico. Y, ciertamente, el votante medio responde a tan desfavorable retraso (perdón, pretendía escribir "retrato"). Solo así puede entenderse que en tertulias, artículos de opinión o conversaciones de bar la última ocurrencia de la cúpula de la U.E., con Ursula von den Brujen a la cabeza y nuestro presidente de gobierno de solista principal en el coro de los palmeros, no sea objeto de descrédito, mofa y escarnio.
Rusia nos la tiene jurada, nos dicen, y hay que prepararse para que nos ataque de forma inmisericorde. Necesitamos que se restaure el servicio militar obligatorio -cuya desaparición se celebró en su día como un avance social, así que es fácil deducir cómo hay que considerar su vuelta-, invertir millonadas en un rearme más necesario que el comer -ojalá ésta no resulte ser una expresión profética- y proveerse de un kit de supervivencia de 72 horas, que es el tiempo de reacción del gobierno en el mejor de los casos, como vimos en las provocadas inundaciones de Valencia, y con el que alguien se forrará en la sombra vendiéndolo no a precio de langostino en Navidad, sino de mascarilla inoperante en campaña de terror simoníaca (por el portavoz aquél de la voz aguardentosa) en negociaciones opacas con jugosas comisiones para los sinvergüenzas habituales.
Como el votante medio carece de memoria no reparará en que, en el conflicto fronterizo con Ucrania, los mismos que ahora nos instan a ver como una amenaza insoslayable a Vladimir Putin nos repetían que su aventura militar estaba abocada al fracaso, que su ejército, desmoralizado y holgazán, era vapuleado por doquiera deambulase, que los chips de sus misiles tenían que ser recuperados de lavadoras caseras y que combatían con palas a lomo de burros, penosas circunstancias que hacen desconfiar de que puedan invadir Europa cual horda de Atila.
Parece que alguien ha cargado las tintas y nos ha echado encima una propaganda tan relacionada con la realidad como la noche con el día autoservicio descuento. ¿Han reconocido finalmente que nos mentían y que Rusia es un enemigo sólido? Ni hablar, Rusia está perdiendo la guerra de Ucrania, pero por alguna extraña razón no se conforma con una humillación entre vecinos y anhela una derrota de dimensiones continentales. Ustedes no le encuentran la lógica porque no son expertos en geopolítica, pero fíense de las autoridades europeas ... y así les irá. Ah, y no duden en aplaudir a las ocho la aportación de 800.000 millones de lereles para proteger los avances de nuestra civilización, con el tapón inseparable como joya de la corona, a nuestros corruptos y a nuestra fiscalidad asfixiante.
Fijaos, amigos. La capacidad de regeneración de Rusia es casi milagrosa. Hace escasas dos semanas, los rusos se movían en burro a falta de tanques. Hoy está a las puertas de tomar toda Europa si no pagamos un billón de dinero público.
— Carlos Sánchez (@Cyandeceres) March 5, 2025
Es milagroso.https://t.co/3y1cLF92eD
Lo que tampoco mucha gente parece haberse parado a pensar es que el inexcusable rearme del continente viejuno no es algo que se pueda resolver en cuatro días. Poner los astilleros, la siderurgia y la industria europea a producir armamento como si no hubiera un mañana (ojalá esta expresión fuera solo una metáfora) no solo requiere inversión, sino tiempo. Y ese tiempo no se mide en horas, sino en años. Años en los cuales, si de verdad el Kamarada Vladimir quisiera invadirnos, lo haría en vez de esperar a que le demos a la campana para iniciar el siguiente round en el momento en que nos convenga. Y durante los cuales, en vez de confiar en la productividad propia, queda el socorrido recurso de comprar las armas al proveedor habitual, que en esto se usa lo que nos vende U.S.A.: casi dos tercios de las armas importadas por los miembros europeos de la OTAN entre 2020 y 2024 procedieron de EE.UU., lo que revela que para el presidente con nombre de pato de Walt Disney su retirada de la alianza no es solo un "Ahí os quedáis con vuestras paranoias", sino un negocio redondo al convertir a su país en proveedor necesario del arsenal con el que parar la invasión de burros y recambios de lavadoras que nos espera, arsenal que, por cierto, no será pagado con esa ocurrencia de bombero del "euro digital", sino con metal contante y sonante (tenga usted por seguro que a Trump no le van a colocar ningún dinero imaginario del que pretenden que usted acepte sin rechistar).
Lockheed Martin, Raytheon, Boeing y Northrop Grumman Corporation, entre otros, deben estar dando palmas con las orejas y brindando con champán del caro ante el negociazo que les ha servido en bandeja un Trump cuya reelección les ha resultado mágica.
¿Make America Great Again? El lema ya no es "MAGA", sino "MATA": Make America Traffic Arms.
Lo de Napoleón en 1812 queda ya muy lejos. "¿Nos volvemos a dejar vapulear?" parece pensar Macron. |
La respuesta empieza a vislumbrarse cuando analizamos cómo, tras las conquistas territoriales inciales, al retirse las tropas rusas al margen oriental del río Dniéper, la guerra de Ucrania pasó a convertirse en una guerra de artillería y drones, buscando el desgaste del enemigo, con ofensivas y contraofensivas irrelevantes en términos tácticos. ¿Es a esa guerra de resistencia a la que apunta el rearme de Europa? Viendo al ejército francés entrenarse para la lucha callejera parece que se trata, más bien, de mantener el dominio de las ciudades, exactamente como si se tratara de asegurar la superioridad en un conflicto urbano.
Cuando los analistas anuncian movilizaciones en las calles y la previsión de disturbios es algo más que una posibilidad es cuando podemos empezar a sospechar que el enemigo de los gobiernos no está fuera de nuestras fronteras, sino justamente dentro. Porque el enemigo eres tú, lector. Putin es la excusa para un rearme que sirva a los tiranos de Bruselas para mantener el orden -su orden- en un continente asolado por sus propias contradicciones, invadido por efectivos importados del tercer mundo y financiados con tus impuestos que serán quienes empuñen contra tí las armas que von der Brujen y su camarilla quieren reunir. Cuando sepamos que en su mayoría se trata de armas cortas, drones de vigilancia, cañones sónicos y otros cachivaches que valdrían lo mismo en los campos de batalla que para el control de multitudes es hora de empezar a pensar en que otra vez nos están haciendo la cama, como en el engaño Covid, y como en este precedente "cama" vendrá a ser "lecho mortuorio" para muchos.
Conceder crédito -moral y económico- a esta jauría de tramposos sería un error mortal. Es urgente que dejemos claro que no apoyamos sus trapacerías y recordar que la elección entre los cañones y la mantequilla que planteó en 1936 el líder nazi Hermann Göring fue resuelta con la peor de las opciones.
“Los cañones nos harán fuertes; la mantequilla solo nos hará más gordos” razonaba -es un decir- el creador de la Gestapo.
Diez años después dejaba un cadáver todo lo apolíneo que se quiera, pero que demostraba que la fuerza que creyó fomentar fue solo una trágica ilusión. No repitamos su proceder suicida.
(posesodegerasa)