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En el Reino Unido de hoy, enviar tres correos a un político puede bastar para recibir una visita policial. Dave Boardman, un académico jubilado de 67 años, fue advertido por agentes en su propia casa de que podría ser arrestado si volvía a contactar con la concejala Rebecca Boden. Su “crimen”: expresar su desacuerdo por la cancelación de un evento benéfico organizado por su hija debido a no ser “trans-inclusivo”.
La policía grabó la visita, advirtiendo a Boardman que no debía dirigirse nuevamente a su representante electa, una señal alarmante de cómo se erosiona el derecho básico a cuestionar al poder. El incidente, lejos de ser aislado, refleja una tendencia inquietante: la criminalización del disenso en nombre de la sensibilidad política, la quintaesencia del "vota y calla" que los políticos, supuestos representantes de los ciudadanos, ansían.
Lo que comenzó como un desacuerdo local se ha convertido en un caso paradigmático del colapso del debate democrático, donde hablar demasiado fuerte puede convertirte en sospechoso, dirigirte a tu concejal es un acto intolerable y disentir de la política gubernamental te caracteriza como un terrorista.
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No puedo criticarles. Si alguien decente consiguiera el poder, me parecería bien que la policía visitase, detuviese, y algo más que me cayo, a los responsables de las vacunas, a los líderes woke y a todos los globalistas de mierda...
ResponderEliminarEs lo que pasa cuando el mundo está gobernado por dictaduras disfrazadas de democracias
ResponderEliminarQuien sea policía o militar debe ser de una casta especial, tener un código de honor intachable, de manera que las órdenes inmorales jamás las cumpla, aunque le cueste el puesto. Como por ejemplo, tener que plegarse ante quien traiciona a la nación.
ResponderEliminarEl que obedezca por miedo a perder el puesto y el consiguiente sueldo, no merece el uniforme. Que trabaje en otra profesión donde seguramente será excelente.
Los de uniforme suelen marcar el paso
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