martes, 29 de julio de 2025

LA ISLAMIZACIÓN Y LO QUE SUPONE PARA OCCIDENTE



En las últimas décadas, Europa ha sido testigo de un fenómeno progresivo que amenaza las estructuras fundamentales de nuestras democracias liberales: la islamización. Se trata de un proceso mediante el cual normas, valores, prácticas y estructuras jurídicas derivadas del islam político—especialmente interpretaciones integristas de la sharía—son introducidas, normalizadas o toleradas dentro de sociedades democráticas. El resultado es un cambio sustancial en el marco normativo y en los principios fundamentales que sustentan los Estados de Derecho occidentales. Detectar este fenómeno expansivo no es fácil, porque lo trabajan desde dentro de las instituciones con una «marca blanca y relato amigable», mientras mantienen en secreto o con sobornos en especie la «marca opresiva y radical».

Desde una perspectiva jurídica, la islamización supone una colisión normativa entre el ordenamiento constitucional democrático (fundado en derechos universales, laicidad, igualdad ante la ley y separación de poderes) y estructuras teocráticas que subordinan la ley civil a preceptos religiosos. Su consolidación erosiona la seguridad jurídica, debilita el principio de legalidad y relativiza la aplicación uniforme de los derechos fundamentales, particularmente en contextos de alta vulnerabilidad como el de mujeres y menores.

La islamización supone una transformación silenciosa que desborda el ámbito religioso para erigirse en un modelo alternativo de organización social, política y legal. En los lugares donde arraiga, erosiona la laicidad estatal, socava la igualdad de género, introduce códigos paralelos de justicia y relativiza derechos universales bajo la bandera del multiculturalismo. Este proceso suele comenzar con demandas simbólicas -uso del hiyab en espacios públicos, menús halal en escuelas, segregación por sexo en actividades- y avanza hacia la creación de enclaves jurídicos y culturales donde el Estado democrático pierde soberanía.

Numerosos países europeos ofrecen ejemplos de este fenómeno. En Francia, la negativa de algunas adolescentes musulmanas a descubrirse en clase ha llevado a conflictos y agresiones que desafían la laicidad escolar; en Bélgica, se han detectado redes de imposición del salafismo en barrios enteros, donde la mujer queda relegada al ámbito doméstico. En Alemania y Suecia, las denuncias de tribunales paralelos basados en la sharía o los “consejos de ancianos” que resuelven litigios al margen del derecho estatal son una realidad documentada. Reino Unido llegó incluso a reconocer ciertos efectos legales a decisiones de tribunales islámicos en el ámbito familiar, hasta que las denuncias de discriminación contra mujeres obligaron a revisar su legitimidad.

La población musulmana en España supera ya los 2´5 millones de
individuos. Hay censadas 1.700 mezquitas, aparte de las semi-clan-
destinas que funcionan en casas y recintos particulares
En relación con las sociedades occidentales, la percepción que ciertos sectores del islamismo radical tienen de las mujeres como “infieles” e “impuras”, unida a su concepción de la mujer como ser inferior al hombre y objeto de su pertenencia, ha servido de justificación cultural para legitimar agresiones, abusos sexuales y violaciones. Esta cosmovisión, radicalmente opuesta a los valores igualitarios y humanistas que sustentan nuestras democracias, ha convertido a numerosas mujeres en víctimas directas de una cultura que entra en conflicto con los principios fundamentales de dignidad, igualdad y libertad.

España, hasta ahora menos afectada, no es inmune. Las comunidades autónomas con mayor población musulmana han registrado un aumento en las peticiones para que se impartan contenidos islámicos en escuelas, sin supervisión doctrinal. Existen casos de menores obligadas a usar el velo desde la infancia, lo que vulnera los artículos 1, 3, 4 y 23 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, que garantizan dignidad, integridad personal, protección contra tratos degradantes e igualdad entre mujeres y hombres.

En el ámbito legislativo nacional, Constitución, se infringen artículos constitucionales como el art. 14 CE (igualdad y no discriminación), art. 10 CE (dignidad humana) y el ineludible derecho a la libertad. Este derecho, a la libertad personal se encuentra protegido por diversos artículos de la Constitución Española. El artículo 17 CE establece que «toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad» y que «nadie puede ser privado de su libertad”

Lo expuesto, no se trata de excepciones: son síntomas de un fenómeno que pone a prueba nuestra capacidad para defender los valores constitucionales frente al relativismo cultural.

Los peligros que la islamización plantea para España son múltiples: debilitamiento del Estado de Derecho, erosión del principio de igualdad, legitimación de estructuras patriarcales y, lo que es más grave, la generación de guetos culturales donde el islam radical sustituye al ordenamiento jurídico democrático. Esto no solo pone en riesgo a las mujeres y menores -víctimas preferentes de estas estructuras-, sino al conjunto de nuestra ciudadanía.

Por todo ello, urge una respuesta normativa y política clara y decidida. Es necesario regular el uso de símbolos religiosos en menores, garantizar que toda enseñanza religiosa esté sometida a control pedagógico, y evitar la financiación extranjera de mezquitas con vínculos ideológicos radicales. Como jurista comprometida con los derechos humanos, defiendo que la tolerancia no puede convertirse en una coartada para la regresión. No se trata de combatir la fe, sino de proteger el marco de convivencia que hace posible la libertad.

La islamización no es una amenaza abstracta, sino un desafío concreto a nuestros derechos, leyes y modo de vida. Si no actuamos con contundencia hoy, mañana será demasiado tarde.

Europa ante la islamización: peligros y advertencias para las democracias europeas

Europa se enfrenta a uno de los mayores desafíos desde la Segunda Guerra Mundial: un proceso de islamización que amenaza los pilares sobre los que se asientan nuestras democracias liberales. No hablamos de convivencia pacífica con ciudadanos de confesión musulmana -un principio irrenunciable en cualquier sociedad democrática-, sino de la penetración de ideologías islamistas radicales que pretenden subvertir el orden constitucional e imponer normas paralelas inspiradas en la sharía.

Este fenómeno, que durante años se ha tratado de minimizar bajo el mantra del multiculturalismo, avanza de forma silenciosa y persistente, configurando realidades que ya no se pueden ignorar. Barrios enteros en grandes ciudades europeas funcionan bajo códigos ajenos al derecho estatal; las mujeres son sometidas a reglas patriarcales incompatibles con la igualdad; y emergen tribunales religiosos que, aunque carentes de reconocimiento oficial, erosionan la autoridad judicial de los Estados.

Libros como “Hacia una Europa islamizada” y artículos como “Islamización silenciosa en Europa” han documentado este proceso. Hoy, lejos de ser una advertencia teórica, es una realidad contrastada que debe servir como alerta para España antes de que se reproduzca en nuestro territorio.

Francia: la infiltración organizada

Francia se encuentra en el epicentro de esta batalla cultural y jurídica. En mayo de 2025, un informe desclasificado por los servicios secretos franceses advertía sobre la “creciente amenaza” de los Hermanos Musulmanes y su objetivo de “islamizar Francia”. Esta organización, que opera bajo la apariencia de asociaciones culturales y educativas, busca influir en la vida política y social, imponiendo la sharía en ámbitos privados y debilitando la laicidad del Estado francés.

La estrategia es clara: controlar espacios educativos, redes asociativas y mezquitas para construir una contracultura regida por preceptos religiosos. Como consecuencia, las autoridades han detectado casos en los que mujeres son presionadas para abandonar el mercado laboral, menores son segregados por género en actividades escolares y se consolidan zonas donde los valores republicanos están ausentes.


Reino Unido: tribunales paralelos y poligamia normalizada

El Reino Unido es, quizá, el ejemplo más paradigmático de la institucionalización del islamismo radical bajo el paraguas del multiculturalismo. A finales de 2024, varios medios británicos, incluido The Times, confirmaron la existencia de al menos 85 tribunales de la sharía que operan en territorio británico, especialmente en comunidades con alta concentración musulmana.

Estos tribunales, que se presentan como órganos de mediación, en la práctica validan normas contrarias al derecho británico, como la poligamia para los hombres o la denegación del divorcio para las mujeres sin autorización clerical. La situación genera una doble vulneración: se permite la existencia de un sistema jurídico paralelo y se perpetúa la discriminación contra las mujeres, minando el principio de igualdad ante la ley.

Italia: el modelo Meloni y la defensa de la identidad europea

Frente a este escenario, Italia ha adoptado una posición firme bajo el liderazgo de Giorgia Meloni, que ha manifestado con claridad que la sharía no tiene cabida en un Estado constitucional. Su gobierno ha impulsado medidas para controlar la financiación extranjera de mezquitas, supervisar el contenido educativo islámico y frenar la creación de guetos culturales que socavan la cohesión nacional.


Meloni ha advertido que “la tolerancia no puede convertirse en sumisión”, una frase que resume el verdadero reto europeo: cómo garantizar la libertad religiosa sin renunciar a los principios democráticos. Este enfoque debería inspirar a otros países, incluida España, que aún no perciben la magnitud del riesgo.

España: ¿esperando a que sea demasiado tarde?

España comienza a mostrar signos preocupantes: aumento de peticiones para impartir religión islámica en colegios, niñas forzadas a portar el velo desde edades tempranas y redes que promueven interpretaciones radicales del islam en barrios concretos. Si no se actúa ahora, podríamos ver reproducidos los mismos patrones que hoy socavan las democracias vecinas.

Las respuestas deben ser claras: regular el uso de símbolos religiosos en menores, supervisar estrictamente la enseñanza islámica en centros públicos y controlar la financiación internacional de lugares de culto. La inteligencia artificial puede jugar un papel crucial para identificar redes de adoctrinamiento y proteger a mujeres y menores de contextos opresivos.


La islamización no es un mito ni una exageración: es un desafío que está redefiniendo la geopolítica europea y que amenaza con borrar siglos de avances en derechos y libertades. La democracia no se defiende sola. Si Europa y España no actúan, corremos el riesgo de despertar en un continente irreconocible.

Elena Ramallo
(Visto en https://iniciativa2028.es/)

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