jueves, 17 de octubre de 2024

SOSTENER QUE EL RECHAZO A LA INYECCIÓN COVID SE DEBE A UNA IGNORANCIA DELIBERADA ES UNA FALACIA QUE NO SE SOSTIENE (1ª PARTE)



El estudio titulado "Rechazo a la vacuna contra la COVID-19 se debe a una ignorancia deliberada y distorsiones cognitivas", encierra una narrativa que voy a desguazar con precisión quirúrgica. Para un médico o un lector crítico, la premisa misma sobre la cual se construye este documento está “infectada” por sesgos, suposiciones infundadas y casi con toda seguridad una ignorancia intencionada del principio de precaución, que en la tan manida ciencia de la salud y en el arte de la medicina, es fundamental para evaluar intervenciones médicas de gran alcance como las vacunas.

Afiliaciones de los autores y conflicto de interés

Empiezo por el final del estudio donde se pone de manifiesto el entorno en el que se gestó. El artículo está publicado en asociación con el Sealy Institute for Vaccine Sciences, un centro dedicado a promover la vacunación. No es necesario un gran esfuerzo intelectual para percibir a primera vista que esto plantea un evidente conflicto de interés; los autores están inmersos en una red de intereses pro-vacunación, lo que ya es un motivo de sesgo en el enfoque y las conclusiones del estudio. Esto indica que es imprescindible analizar este tipo de trabajos y estudios con una doble, más bien triple lupa con una lente crítica de muchos aumentos. Tal vez por eso las afiliaciones de los autores están al final del artículo, incluso después de las referencias, porque después de estas, el lector no suele ir más allá.

Premisas erróneas y uso de "suposiciones"


El estudio está claramente alineado con una narrativa oficial que enfatiza la desconfianza hacia las personas que rechazan las vacunas. En su análisis, se posiciona de manera casi unilateral al caracterizar el rechazo de las vacunas como un problema de procesamiento cognitivo sesgado o ignorancia intencionada

El documento basa su análisis en la noción de ignorancia deliberada, pero lo ue realmente intenta hacer es que los lectores del estudio caigan en la ignorancia indebida del verdadero énfasis en los derechos fundamentales y las libertades públicas, así como en el derecho del paciente a la autodeterminación, aspectos fundamentales que subyacen al escepticismo hacia las vacunas. Al basarse en esta noción de ignorancia, los autores escapan de la obligación de considerar argumentos válidos y profundamente fundamentados sobre los posibles efectos adversos a medio y largo plazo de estas vacunas. Este tipo de razonamiento, que asume que quienes rechazan o cuestionan las vacunas están bajo algún tipo de distorsión cognitiva, es un error categórico. Se ignoran completamente las preocupaciones legítimas que muchos científicos y ciudadanos tenemos sobre los posibles riesgos no estudiados o no reportados de las vacunas. En lugar de dialogar con estos argumentos, el estudio trivializa las razones y toma como punto de partida la idea de que estos individuos simplemente eluden o mejor dicho eludimos la información disponible.


No, gracias, lo estoy dejando
El documento intenta crear una idiosincrasia de quienes opten por la negativa a vacunarse como un acto de "ignorancia deliberada". Este término sugiere que quienes se oponen a las vacunas lo hacen intencionalmente, negándose a procesar información clave. Sin embargo, este enfoque omite una realidad fundamental, que la desconfianza hacia las grandes farmacéuticas y las autoridades sanitarias tiene una base legítima. A lo largo de los años, ha habido numerosos escándalos y litigios en los que las compañías farmacéuticas han sido condenadas por ocultar información sobre efectos secundarios de medicamentos, o incluso por prácticas fraudulentas de marketing.

Un ejemplo famoso es el escándalo del caso de Purdue Pharma por la prescripción de un potente opiáceo como analgésico, el OxyContin (nombre comercial en EEUU, Oxycodone en España) que causó una arrasadora epidemia de adicciones con 64.000 muertes por sobredosis solo en 2016. El OxyContin fue promocionado agresivamente como un analgésico seguro y menos adictivo que otras opciones disponibles. La empresa fabricante empleó tácticas de marketing cuestionables, minimizando los riesgos de adicción y alentando a los médicos a prescribir el medicamento para dolores cada vez más leves y por períodos más prolongados. Miles de pacientes desarrollaron adicción al OxyContin, y muchos recurrieron a la heroína y otros opioides ilegales cuando ya no podían obtener recetas lo que produjo una consecuente la crisis de los opioides en Estados Unidos con esas 64.000 muertes solo en 2016. La familia Sackler, propietaria de la empresa fabricante anticipando las repercusiones legales, extrajo miles de millones de dólares de la empresa. Un movimiento financiero descrito como "programa de ordeño". El OxyContin representa uno de los capítulos más oscuros en la historia de la industria farmacéutica estadounidense.


Esta tragedia, que ha devastado innumerables vidas y comunidades, pone de manifiesto las consecuencias nefastas de la codicia corporativa y la falta de regulación efectiva en el sector sanitario. Y este es solo uno de tantos ejemplos. Todo lo cual subraya de donde proviene la falta de confianza, y enfatiza la necesidad urgente de una mayor regulación en la industria farmacéutica y de un escrutinio más riguroso de los estudios de afiliados a centros de vacunación y de las prácticas de marketing de medicamentos. También plantea preguntas fundamentales sobre la responsabilidad corporativa y la ética en el cuidado de la salud. La falta de confianza no necesariamente es un error cognitivo, sino una respuesta racional frente a los constantes cambios en las narrativas oficiales basada en experiencias previas.

En el video a continuación facilmente podemmos reconocer como el doctor Anthony Fauci expone un argumento totalmente inconguente con sus propias manifestaciones realizadas públicamente sobre las vacunas, ya que tras instar a millones de personas a vacunarse, ahora admite la impactante verdad: las personas vacunadas podrían enfrentar infecciones más graves por las enfermedades contra las que se les dijo que la vacuna protegería.¿Cuántas vidas se pusieron en peligro por esta iniciativa imprudente? ¿Cuántos confiaron en su palabra, solo para verse expuestos a un riesgo mayor?


Distorsiones cognitivas: un enfoque simplista

La tesis del estudio reduce la cuestión de la vacunación a un problema psicológico, sugiriendo que las personas que rechazan la vacuna procesan la información de manera distorsionada. A través de términos técnicos como "negligencia de probabilidades" y "aversión a las pérdidas", el estudio plantea que las personas sobrevaloran los efectos secundarios negativos de las vacunas y subestiman sus beneficios. Ni que decir tiene que este enfoque ignora la diversidad de factores que pueden influir en la toma de decisiones de los pacientes, como las experiencias personales con la medicina, valores culturales (como las de los Amish u otros) o la pertenencia a comunidades marginales.

El enfoque tecnocrático del estudio trivializa el derecho a la autodeterminación en temas de salud, un derecho humano básico que permite a las personas decidir sobre intervenciones médicas que afecten su cuerpo. El derecho del paciente a rechazar un tratamiento, incluso si ese tratamiento está respaldado por las autoridades, es un principio ético fundamental en la medicina moderna y sigue siéndolo en la medicina contemporánea.


El caso de la talidomida demuestra como anteponer el be-
neficio económico a la más elemental precaución conduce
a resultados catastróficos
Desconocimiento del principio de precaución

El artículo, de forma totalmente contraria a las normas de rango superior, evita el principio de precaución. Este principio es clave en la salud pública y establece que, “cuando una actividad representa una amenaza o un daño para la salud humana o el medio ambiente, hay que tomar medidas de precaución incluso cuando la relación causa-efecto no haya podido demostrarse científicamente de forma concluyente” Por mucho que las llamadas “vacunas” covid fueron desplegadas en un contexto de emergencia, el principio de precaución sigue vigente y es sumamente relevante, especialmente dado el carácter experimental de las tecnologías utilizadas (ARN mensajero, por ejemplo). Los autores de este trabajo pretenden manipular bajo la premisa de que las vacunas son completamente seguras, sin otorgar un espacio legítimo a las preocupaciones sobre efectos adversos a largo plazo, que, hasta la fecha, no se han evaluado ni exhaustivamente, ni de ninguna otra forma porque el largo plazo desde siempre podía darse en plazos de hasta 10 años o incluso más.

La coerción implícita y la falta de autonomía del paciente

El artículo opta por actuar bajo una ética utilitarista en la que un bien colectivo (siempre subjetivo) sirva para justifica la erosión de un bien objetivo y protegido que no es otro que la autonomía individual, valga decir que desde una perspectiva bioética y deontológica el principio de autonomía del paciente es primordial. Este principio defiende el derecho de los individuos a tomar decisiones informadas sobre su propio cuerpo, incluso si esas decisiones no coinciden con el consenso médico o científico prevalente. El estudio, al enmarcar la resistencia a las vacunas como un problema psicológico que requiere corrección, pretende normalizar que pueda ser coartada esta autonomía, y también promueve un enfoque paternalista que sea capaz de reducir la voluntad de los pacientes a meros receptores pasivos de intervenciones médicas, en lugar de individuos activos y autónomos.

Sesgos de confirmación y el reduccionismo epistemológico


Cómo adquirimos, procesamos y validamos el conocimiento, y cómo este conocimiento es presentado y utilizado para influir en la comprensión y las decisiones de las personas. La epistemología trata de responder a preguntas fundamentales como: ¿Qué significa conocer algo? y ¿Cómo podemos estar seguros de que lo que sabemos es verdadero?. En el caso de este estudio, "El Rechazo a la Vacuna contra la COVID-19 se debe a una Ignorancia Deliberada" parece que se asume que el conocimiento sobre las vacunas es un hecho incontrovertible y que quienes lo rechazan sufren de "ignorancia deliberada". No obstante, desde una perspectiva epistemológica crítica, debemos preguntarnos: ¿Quién decide qué es conocimiento válido en este caso? y ¿Es legítimo asumir que todas las personas que cuestionan las vacunas lo hacen por ignorancia o distorsión cognitiva?

El estudio pretende empequeñecer al lector hasta que incosncientemente su subconsciente acepte el reduccionismo epistemológico, lo que significaría que en la percepción del lector el conocimiento sobre la vacunación se reduzca a un único punto de vista "correcto" de las narrativas de las grandes farmacéuticas, sus satélites que no serían otros que una clase política cuya ignorancia en estos temas es supina, y es desinformada por organizaciones poderosas plagadas de conflictos de intereses). Cualquier otra forma de cuestionar o interpretar la información se considera errónea o producto de un defecto en la capacidad de razonar. Este enfoque es muy problemático porque excluye la posibilidad de que existan conocimientos válidos fuera de la narrativa dominante, tales como las experiencias vividas de las personas, la historia de abusos por parte de instituciones médicas, o el conocimiento derivado de tradiciones culturales y alternativas médicas.


Karl Popper, cascarrabias
Si confrontamos el estudio desde una perspectiva distinta, el estudio muestra un marcado sesgo de confirmación, por el simple hecho de que parte de la premisa de que la vacunación es, en todos los casos, la opción racional y beneficiosa. Este punto de partida invalida de antemano cualquier tipo de escepticismo al clasificarlo como "ignorancia deliberada" o "distorsión cognitiva", en lugar de considerarlo como una postura crítica legítima. En este punto conviene recordar que para el padre del racionalismo crítico, Karl Popper, resulta inadmisible un tipo de ciencia que no pueda ser sometida a la prueba de a falsabilidad. Por lo tanto el enfoque del estudio es altamente problemático porque excluye de entrada la posibilidad de que existan críticas informadas o bien fundadas sobre la seguridad, eficacia o ética del despliegue de vacunas a gran escala. Al hacerlo, refuerza la narrativa de las grandes farmacéuticas que arrastra con ella y su propaganda a las narrativas oficiales, sin someterla a un verdadero escrutinio crítico, lo que, desde el punto de vista epistemológico, debilita o mejor dicho pone en evidencia su propia carencia de valor científico. Cualquier estudio riguroso debe ser susceptible de ser sometido a la falsabilidad, pero este estudio pesar de ejemplos evidentes como los de los vacunódromos donde de ninguna forma se tuvieron en cuenta, las condiciones particulares, persigue ser impermeable a la posibilidad de que las vacunas, o la estrategia de vacunación masiva, puedan tener aspectos criticables.

El pluralismo epistémico, reconoce que existen múltiples formas de adquirir conocimiento y que ninguna debe imponerse de manera autoritaria por no decir totalitaria sobre otras. Así las personas pueden tener desconfianza hacia las vacunas no por ignorancia o "distorsiones cognitivas", sino por experiencias históricas de negligencia médica, por haber sido marginados por las políticas de salud (como por ejemplo cualquiera de aquellos a los que se obligaba a llevar mascarillas en espacios y parajes naturales sin público al aire libre, o sencillamente por haber investigado fuentes científicas alternativas. El pluralismo epistémico promueve el respeto por otras formas de conocimiento, y evita asumir que solo una fuente (un “Ministerio de la Verdad” dominante) tiene el monopolio de la verdad.

 
Belén Esteban, divulgadora científica y referente in-
telectual del tragacionismo pro-timovacuna Covid
En el estudio en cuestión, hay un sesgo epistemológico porque se parte de la premisa de que solo quienes aceptan la vacunación tienen una comprensión adecuada de la ciencia y de los riesgos y beneficios. Pero, esta perspectiva desestima las bases legítimas de la duda o la crítica hacia las políticas de vacunación. Este sesgo cierra el diálogo y evita la posibilidad de un verdadero análisis crítico. En lugar de reconocer las múltiples fuentes de conocimiento y los diferentes contextos sociales que pueden influir en la toma de decisiones, el estudio reduce el fenómeno de la resistencia a un mero "problema cognitivo".

Negar la falibilidad del conocimiento científico eso sí es un problema cognitivo. El conocimiento que hoy se considera cierto, no permiten que sea sometido a refutación porque se han empeñado en prohibir el debate e implantar la censura a cualquier crítica que se pretenda ejercer al inmenso negocio de las vacunas. Pero no alberguen duda alguna de que el polarizado conocimiento que a día de hoy es el único permitido, pueda ser refutado o modificado en el futuro a medida que se realicen nuevos descubrimientos. En este sentido, la narrativa del artículo tiende a tratar el conocimiento sobre las vacunas como definitivo y concluyente, sin reconocer que la ciencia es un proceso continuo de revisión y corrección. Esta falta de humildad epistemológica debo reconocerla como un fallo ético, ya que implica una confianza ciega en una versión de la verdad que puede ser parcial o incompleta.


(Visto en https://nataliaprego.substack.com/)

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