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lunes, 4 de noviembre de 2024
CARTA ABIERTA AL REY FELIPE VI
Majestad, se que lo que pasó usted ayer fue algo con lo que no contaba cuando se ciñó la corona de un reino tan plural y problemático. Si me atrevo a dirigirme a usted justo en este momento es porque si en tan dramática jornada dejó constancia de algo, fue de su voluntad de escuchar. Y hay algo que, si lo ha escuchado, es obvio que no lo ha entendido aún, por lo que me tomo la libertad de intentar explicárselo.
Muchos asistimos con pasmo a la réplica que dio a una de las intervenciones de ciudadanos que le recriminaban que su presencia en Paiaporta suponía un inoportuno parón a unas labores de auxilio y limpieza inaplazables. Y su respuesta resultó sumamente inadecuada, además de arrogante: "Si quieres no vengo y me quedo en Madrid".
Tal vez eso hubiera sido lo más razonable. No ir así. Ni de esa manera ni con esas compañías. Porque tal como lo hizo, usted representaba todo lo que les ha fallado a las víctimas de esta tragedia: la falta de previsión, el estado ausente, el abismo cada vez más vasto entre un pueblo que sabe cuando y cómo actuar y una clase política insensible. Puedo enumerarle varias de las ventajas objetivas que hubiera tenido su ausencia ayer de la zona devastada, porque, Majestad, tengo que decírselo sin paños calientes: su presencia allí solo supuso un estorbo.
Si se hubiera quedado en Madrid no se hubiera restringido el movimiento a los que sí van allí a hacer algo provechoso. No se hubiera obligado a detenerse y esperar a vehículos abarrotados de una ayuda necesaria. No se habría asistido al obsceno espectáculo de que se desplegasen más tropas para proteger -y, vistos los resultados, infructuosamente además- a las autoridades que para colaborar en las tareas de auxilio a los que han perdido bienes y familiares. No se hubiera extendido la percepción, me temo que irrebatible, de que el argumento con que el señor Mazón, indigno presidente de la Comunidad Valenciana, pretendió justificar unas restricciones a la circulación claramente inconstitucionales y para las que carece de competencia, supone un insulto a la inteligencia: quienes acuden a socorrer a los damnificados "pueden taponar vías y entorpecer las ayudas por parte del gobierno". ¿De qué inexistentes "ayudas del gobierno" estaba hablando? No se si usted tiene una visión tan mesiánica de su persona y su cargo que piense que su mera presencia es un bálsamo para los afligidos, pero a diferencia de Jesús el Nazareno, su palabra no basta para sanar. Y menos si esa palabra es dictada desde la soberbia y el desprecio a aquellos a quienes va dirigida, así que ¿qué aportó su presencia en Paiaporta, majestad? Trágese el orgullo, señor, y reconozca que nada.
Si se hubiera quedado en Madrid no se habría retrasado una jornada entera el trabajo de un pueblo que merece algo mejor que hacer bulto en las fotos institucionales, un pueblo que le hubiera hecho sitio si, calzado con unas botas de agua y empuñando una pala, hubiera acudido desde el minuto uno a colaborar en la tarea que sí es necesaria. Entonces las manchas de barro sobre su vestimenta no hubieran sido el testimonio de la santa ira de los humillados y ofendidos, sino la más noble condecoración que hubiera usted lucido jamás. Si usted se hubiera apeado de ese desdeñoso comportamiento en que se ha instalado la clase política los reproches se hubieran tornado en reconocimiento y admiración. Le hubiéramos tenido por uno de los nuestros, por un español que construye en vez de estorbar. Pero si pretende usted encabezar la altanera comitiva de los poderosos, los parásitos y los incapaces solo podrá esperar la desafección, el rechazo y la hostilidad testimoniada en la jornada de ayer. No se puede estar a los dos lados de la línea que la riada ha trazado.
No se si algo de todo esto ha llegado a intuirlo, Majestad. Le tengo por persona sensible e inteligente, aunque no haga falta ser un Einstein para destacar entre esos campeones de la mezquindad y la incompetencia que ayer le acompañaban, empezando por un presidente de gobierno que dejó constancia de su cobardía con esa precipitada huida que emprendió usándole a usted de parapeto, una estampa que le será -merecidamente- recordada durante el resto de su existencia. Si no tiene a su lado consejeros que le digan en momentos como éste lo que tal vez preferiría no oir, siempre tendrá enfrente a ciudadanos leales que no tengan miedo a llamar a las cosas por su nombre.
Ayer estuvo usted en la zona cero de algo más que una catástrofe sin precedentes. Estuvo en la zona cero del hundimiento de un sistema político que no da más de sí, que no puede -no sabe- gestionar las necesidades de los ciudadanos, ni responder a los imprevistos, ni acompañar siquiera con humildad y empatía. El bipartidismo se hunde en el fango de la enésima Gota Fría que padece el Levante, y que ha resultado ser la que desborda el vaso de la paciencia ciudadana. A partir de aquí se abren varios futuros posibles, y todos tenemos que escoger. Usted también, y le deseo que lo haga con prudencia y responsabilidad. Lo único inaceptable es esperar que las cosas sigan igual. El reloj de la Historia está en marcha, y como siempre ha ocurrido, volverá a ser un rodillo que levantará a unos y aplastará a otros.
Posesodegerasa
("Mi nombre es legión, porque soy muchos")
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