Hay algo con lo que deberíamos tener cuidado.
Cuando brota una nueva noticia, como por ejemplo el golpe de estado en Siria, demasiado a menudo caemos en la tentación viejuna de acudir a las TV y radios convencionales a oír las primeras referencias al respecto: error.
Generalmente, la gente normal no tenemos sabiduría infinita sobre todos los asuntos del mundo, y necesitamos formar una opinión ante algo nuevo, y eso lleva su tiempo, o debería.
Esos primeros instantes ante un suceso del que antes sabíamos poco son muy importantes, mucho más de lo que parece.
Es cuestión de horas, a lo sumo un día, antes de que los equipos de opinión sincronizada nos ofrezcan la versión oficial (la de nuestro “bando”), ya cocinada y aliñada con sentimientos, que nos pueda influir en el asunto en cuestión. Ojo porque puede ser a base de psicología inversa, es decir, le cuentan algo para que usted caiga en lo contrario creyendo que decide disentir.
Aislarnos deliberadamente de los medios oficiales es una buena idea, porque, lo queramos o no, las primeras percepciones que nos entren en la cabeza van a prevalecer (estudios de Daniel Kahneman).
Este proceso es tan rápido que a menudo escapa a nuestro control, y por mucho que sepamos que los medios oficiales nos engañan, existen eso que llamo hace años "cookies ideológicas", o "cookies emocionales", que nos entran hasta la médula sin darnos cuenta.
Ese mismo día o al siguiente, en oficinas, trabajos, redes y grupos, en los cafeses y descansos, el ciudadano medio se ve obligado a opinar precipitadamente, porque los cuñaos de pasillo le obligan; poca gente tiene la personalidad suficiente para decir “un momento, todavía no tengo opinión sobre eso”, porque los cuñaos arrasan y le hacen parecer tonto, ellos siempre saben todo sobre todo.
Esta es una de las trampas del NOM, la opinión precoz. Tendemos al sesgo emotivo, de hecho, fíjense que en la mayoría de las opiniones precipitadas está la frase “esas imágenes que vimos ayer …” ¿imágenes?
¿En serio todavía no sabemos que lo que nos meten por los ojos está montado, rodado, elegido y seleccionado para hacernos “sentir” algo muy concreto?
No deja de impresionarme el efecto inmenso de nuestra memoria visual, que sobrepasa con mucho la reflexión inteligente de cualquier cosa: “lo he visto”, es la prueba definitiva de lo que defenderemos hasta la extenuación.
Una vez que las primeras cookies e imágenes se instalan en nuestro cerebro, es prácticamente imposible modificar la opinión dirigida que generan. Ni siquiera los más inteligentes lo consiguen sin un gran esfuerzo, a menos que tenga usted el gen explorador, o gen negacionista, que le hace escéptico por naturaleza, pero somos pocos.
La conclusión que busco es la siguiente, no confiemos tanto en nuestro criterio precoz porque lo primero que nos entró por los ojos está manipulado, y nos va a influir por encima de nuestra capacidad de análisis.
Sabiendo esto, no coja nunca sus primeras cookies de un telediario, o difícilmente saldrá de lo que le induzcan, por muy nega que usted se crea.
Lo he comprobado muchas veces cuando un evento mundial tiene lugar mientras estoy perdido en África o en América del Sur, y las circunstancias me hacen llegar un poco tarde a los manejos audiovisuales.
Sistemáticamente, al entrar más despacio, me sorprendió la reacción general de mi entorno inteligente. Me di cuenta de cuánto les afectaba entrar en algo al unísono, ¡pensaban todos exactamente lo mismo!
Inevitablemente uno oye algo así como “¿te has enterado de lo de Siria?”, y si no sabemos nada, nos sentimos mal, abrimos el móvil y caemos en ver extractos de noticias aliñadas.
Mucha gente me dice que no ve la TV pero no se dan cuenta de que sí la ven, pero no directamente, sino en piezas pequeñas en internet. Casi todos los influyentes usan secuencias de noticieros y programas que usted ve en su móvil ¡eso también es “ver la TV”!
Si nos referenciamos siempre a lo que alguien dijo en algún programa, estamos siendo igual de influidos que si nos sentamos a ver el televisor en el sofá, es lo mismo.
Una vez que esa primera impresión penetra en nuestra percepción que estaba en blanco, buscamos los argumentos de nuestra tribu ideológica para sostener esa primera impresión. Debería ser al revés. Nuestra opinión manifestada debería proceder de un análisis que permanezca frío hasta al menos haber contemplado dos perspectivas distintas de algo, no de defender lo que sentimos, sino de sentir lo que defendemos tras documentarnos.
Al no hacerlo bien, al sentir primero y argumentar después, nos convertimos en extremadamente manejables por la ingeniería social, realizada por expertos que pueden predecir lo que pensaremos de antemano, y, por tanto, manejarnos a su favor.
La opinión sincronizada se convierte en muy potente cuando la ingeniería social pone en juego imágenes de gente muerta, no falla. Ver cadáveres, o imaginarlos (a menudo nunca los vimos pero estamos seguros de que estaban), nos anula cualquier juicio posterior, es algo muy humano que estos miserables que nos manejan conocen muy bien. Y si hay que poner muertos, los ponen, los crean ellos para después enseñárnoslos a sabiendas de lo que haremos.
El problema es que si somos tan predecibles les ayudamos a que se salgan con la suya, lo cual significa que lo volverán a hacer, y eso significará que si los muertos funcionan, ellos se encargarán de poner más.
Además de las imágenes, ya hemos hablado muchas veces de la programación neurolingüística, la fuerza de las palabras ¿son “rebeldes” o son “terroristas”? ¿Es “defensa propia” o son “bombardeos a población”? Elija usted lo que le apetezca creer, lo que encaje mejor con sus sesgos previos.
El problema de pensar de forma independiente es que te puedes encontrar con que tus conclusiones meditadas sin seguir la programación te enfrentan a tu grupo de opinión, que se vuelve contra ti por osar no participar de lo que se supone que tenías que decir para reforzarlos; surge la verdad incómoda, que es tan incómoda como verdad, pero ante la que muchos se quedan solo con la incomodidad.
Y entonces hay personas que no salen de un argumento falaz por mucho que uno se esfuerce, y se generan esas frases que después se oyen por años “¿De qué murió tanta gente entonces?” o “Entonces ¿no hacemos nada?”, les suenan seguro, imposible sacar de ahí a los que cayeron en la narrativa prevista por el NOM.
Dan igual los estudios, datos y evidencias que uno les de a los creyentes covidianos cinco años después, seguirán diciendo “Entonces ¿de qué murió tanta gente?” justo antes de darse la vuelta y no escuchar tu respuesta.
Recuerden la frase “esa flecha te dio”, porque a todos nos da alguna, tantas son.
La solución a caer en estas trampas constantes de la narrativa woke, no es otra que tratar de aislarse de los telediarios y acudir primero a información buscada por nosotros mismos de forma independiente en autores de confianza, podcasts, vídeos de YouTube que ya existían antes de la noticia (esto es importante porque los que hablaron de Siria hace meses o años no tenían el influjo de la actualidad sincronizada), e incluso algún libro que podemos ojear.
Si lo primero que vamos a ver de algo de lo que no sabemos nada o poco, sea en la pantalla grande o en pequeñas dosis en las redes, son imágenes generadas tras el suceso, caemos sistemáticamente en la narrativa que han diseñado para nosotros.
Muy pocos divulgadores, informadores, periodistas, influyentes y tertulianos manifiestan opiniones originales suyas, se cuentan con los dedos de dos manos; la inmensa mayoría copian a otros menos conocidos que ellos y después opinan como si fueran ideas suyas.
Sospeche cuando todo su entorno ideológico tenga exactamente la misma perspectiva de algo, eso no es natural, y menos en hispanos.
Según el negacionismo crece, y crece mucho actualmente, los creadores de relatos falaces se hacen más sofisticados.
Saben que la opinión limitada de los influyentes debe aparentar disidir sin hacerlo realmente. Todos deben parecer rebeldes, aunque no lo sean en absoluto. Me sorprende ver a tantos de ustedes seguir a personajes con apoyos evidentes en el sistema, que se han hecho millonarios disidiendo con la puntita, que les llevan una u otra vez a callejones sin salida, que les dan pistas falsas, que los pastorean hacia cul-de-sac diseñados por el NOM.
Tampoco hay que caer en la disidencia compulsiva de todo, en el relativismo moral que también les encanta a los malos: todo es falso. No es así, hay gente buena y honesta por todas partes, solo hay que buscarlos un poco. Hay quien se ha instalado en el negacionismo enfermizo gritando a los cuatro vientos que todos los políticos, todas las religiones, todos las ideologías son igual de malas… esto nos lleva a la soledad del alma más árida imaginable, pero sobre todo, no ayuda, no aporta nada.
El negacionista coñazo se convierte en un individuo triste del que hasta sus correligionarios huyen, y es el producto perfecto que busca el NOM, porque es un prototipo paralizado y paralizante.
No hay mucha diferencia entre un melocreotodo y un nomecreonada, están en el mismo punto del círculo, han dado la vuelta y se han encontrado, son enormemente predecibles, por tanto, el sistema los utiliza.
De todos es sabido que la dicotomía permanente es favorecida por la narrativa oficial y por sus algoritmos, que nos muestran en las redes solo lo que refuerce nuestro sesgo para aumentar nuestra indignación inducida y radicalizarnos. La sensación de “injusticia” nos hace vulnerables a los manejos de los relatos bien escritos. Si todos sus amigos están de acuerdo en algo, mal asunto; en el “otro bando” ocurre igual, no lo dude, pero usted no lo sabe.
Sálgase de su propia caja de vez en cuando para mirarla desde fuera, es muy sano. Pero si lo hace, sepa que sufrirá a menudo la maldición que Apolo impuso a la princesa de Troya llamada Casandra, y que se quedará bastante solo.
Pero merece la pena.
Fernando López-Mirones
(https://t.me/elaullido)
No deja de impresionarme el efecto inmenso de nuestra memoria visual, que sobrepasa con mucho la reflexión inteligente de cualquier cosa: “lo he visto”, es la prueba definitiva de lo que defenderemos hasta la extenuación.
Una vez que las primeras cookies e imágenes se instalan en nuestro cerebro, es prácticamente imposible modificar la opinión dirigida que generan. Ni siquiera los más inteligentes lo consiguen sin un gran esfuerzo, a menos que tenga usted el gen explorador, o gen negacionista, que le hace escéptico por naturaleza, pero somos pocos.
La conclusión que busco es la siguiente, no confiemos tanto en nuestro criterio precoz porque lo primero que nos entró por los ojos está manipulado, y nos va a influir por encima de nuestra capacidad de análisis.
Sabiendo esto, no coja nunca sus primeras cookies de un telediario, o difícilmente saldrá de lo que le induzcan, por muy nega que usted se crea.
Lo he comprobado muchas veces cuando un evento mundial tiene lugar mientras estoy perdido en África o en América del Sur, y las circunstancias me hacen llegar un poco tarde a los manejos audiovisuales.
Sistemáticamente, al entrar más despacio, me sorprendió la reacción general de mi entorno inteligente. Me di cuenta de cuánto les afectaba entrar en algo al unísono, ¡pensaban todos exactamente lo mismo!
Inevitablemente uno oye algo así como “¿te has enterado de lo de Siria?”, y si no sabemos nada, nos sentimos mal, abrimos el móvil y caemos en ver extractos de noticias aliñadas.
Mucha gente me dice que no ve la TV pero no se dan cuenta de que sí la ven, pero no directamente, sino en piezas pequeñas en internet. Casi todos los influyentes usan secuencias de noticieros y programas que usted ve en su móvil ¡eso también es “ver la TV”!
A veces ni siquiera hace falta crear las imágenes con que impactar al espectador. Con lanzarle cualquier barbaridad y contar con que su imaginación la arti- cule se logra el efecto deseado. |
Una vez que esa primera impresión penetra en nuestra percepción que estaba en blanco, buscamos los argumentos de nuestra tribu ideológica para sostener esa primera impresión. Debería ser al revés. Nuestra opinión manifestada debería proceder de un análisis que permanezca frío hasta al menos haber contemplado dos perspectivas distintas de algo, no de defender lo que sentimos, sino de sentir lo que defendemos tras documentarnos.
Al no hacerlo bien, al sentir primero y argumentar después, nos convertimos en extremadamente manejables por la ingeniería social, realizada por expertos que pueden predecir lo que pensaremos de antemano, y, por tanto, manejarnos a su favor.
La opinión sincronizada se convierte en muy potente cuando la ingeniería social pone en juego imágenes de gente muerta, no falla. Ver cadáveres, o imaginarlos (a menudo nunca los vimos pero estamos seguros de que estaban), nos anula cualquier juicio posterior, es algo muy humano que estos miserables que nos manejan conocen muy bien. Y si hay que poner muertos, los ponen, los crean ellos para después enseñárnoslos a sabiendas de lo que haremos.
El problema es que si somos tan predecibles les ayudamos a que se salgan con la suya, lo cual significa que lo volverán a hacer, y eso significará que si los muertos funcionan, ellos se encargarán de poner más.
Además de las imágenes, ya hemos hablado muchas veces de la programación neurolingüística, la fuerza de las palabras ¿son “rebeldes” o son “terroristas”? ¿Es “defensa propia” o son “bombardeos a población”? Elija usted lo que le apetezca creer, lo que encaje mejor con sus sesgos previos.
El problema de pensar de forma independiente es que te puedes encontrar con que tus conclusiones meditadas sin seguir la programación te enfrentan a tu grupo de opinión, que se vuelve contra ti por osar no participar de lo que se supone que tenías que decir para reforzarlos; surge la verdad incómoda, que es tan incómoda como verdad, pero ante la que muchos se quedan solo con la incomodidad.
Y entonces hay personas que no salen de un argumento falaz por mucho que uno se esfuerce, y se generan esas frases que después se oyen por años “¿De qué murió tanta gente entonces?” o “Entonces ¿no hacemos nada?”, les suenan seguro, imposible sacar de ahí a los que cayeron en la narrativa prevista por el NOM.
Dan igual los estudios, datos y evidencias que uno les de a los creyentes covidianos cinco años después, seguirán diciendo “Entonces ¿de qué murió tanta gente?” justo antes de darse la vuelta y no escuchar tu respuesta.
Recuerden la frase “esa flecha te dio”, porque a todos nos da alguna, tantas son.
La solución a caer en estas trampas constantes de la narrativa woke, no es otra que tratar de aislarse de los telediarios y acudir primero a información buscada por nosotros mismos de forma independiente en autores de confianza, podcasts, vídeos de YouTube que ya existían antes de la noticia (esto es importante porque los que hablaron de Siria hace meses o años no tenían el influjo de la actualidad sincronizada), e incluso algún libro que podemos ojear.
Si lo primero que vamos a ver de algo de lo que no sabemos nada o poco, sea en la pantalla grande o en pequeñas dosis en las redes, son imágenes generadas tras el suceso, caemos sistemáticamente en la narrativa que han diseñado para nosotros.
Muy pocos divulgadores, informadores, periodistas, influyentes y tertulianos manifiestan opiniones originales suyas, se cuentan con los dedos de dos manos; la inmensa mayoría copian a otros menos conocidos que ellos y después opinan como si fueran ideas suyas.
Sospeche cuando todo su entorno ideológico tenga exactamente la misma perspectiva de algo, eso no es natural, y menos en hispanos.
Según el negacionismo crece, y crece mucho actualmente, los creadores de relatos falaces se hacen más sofisticados.
Saben que la opinión limitada de los influyentes debe aparentar disidir sin hacerlo realmente. Todos deben parecer rebeldes, aunque no lo sean en absoluto. Me sorprende ver a tantos de ustedes seguir a personajes con apoyos evidentes en el sistema, que se han hecho millonarios disidiendo con la puntita, que les llevan una u otra vez a callejones sin salida, que les dan pistas falsas, que los pastorean hacia cul-de-sac diseñados por el NOM.
Tampoco hay que caer en la disidencia compulsiva de todo, en el relativismo moral que también les encanta a los malos: todo es falso. No es así, hay gente buena y honesta por todas partes, solo hay que buscarlos un poco. Hay quien se ha instalado en el negacionismo enfermizo gritando a los cuatro vientos que todos los políticos, todas las religiones, todos las ideologías son igual de malas… esto nos lleva a la soledad del alma más árida imaginable, pero sobre todo, no ayuda, no aporta nada.
El negacionista coñazo se convierte en un individuo triste del que hasta sus correligionarios huyen, y es el producto perfecto que busca el NOM, porque es un prototipo paralizado y paralizante.
No hay mucha diferencia entre un melocreotodo y un nomecreonada, están en el mismo punto del círculo, han dado la vuelta y se han encontrado, son enormemente predecibles, por tanto, el sistema los utiliza.
De todos es sabido que la dicotomía permanente es favorecida por la narrativa oficial y por sus algoritmos, que nos muestran en las redes solo lo que refuerce nuestro sesgo para aumentar nuestra indignación inducida y radicalizarnos. La sensación de “injusticia” nos hace vulnerables a los manejos de los relatos bien escritos. Si todos sus amigos están de acuerdo en algo, mal asunto; en el “otro bando” ocurre igual, no lo dude, pero usted no lo sabe.
Sálgase de su propia caja de vez en cuando para mirarla desde fuera, es muy sano. Pero si lo hace, sepa que sufrirá a menudo la maldición que Apolo impuso a la princesa de Troya llamada Casandra, y que se quedará bastante solo.
Pero merece la pena.
Fernando López-Mirones
(https://t.me/elaullido)
No hay comentarios:
Publicar un comentario