Si nos ponemos rigurosos, sí, esto lo ha producido la acción humana, pero no del modo en que te lo han contado |
El "pequeño" detalle que los tramposos predicadores del clima cambiático se guardan de divulgar, y que lo cambia todo |
Los globalistas, empoderados desde los gobiernos progresistas y sus alfiles de poder, se empeñan en presionar por medio de la propaganda, los políticos de paja y las leyes coercitivas para someter al ser humano.
Debido a la gota fría en Valencia, Albacete y más lugares de España se ha resucitado una polémica que se está convirtiendo en violenta y agresiva. No me refiero al debate estéril de las dimisiones de los responsables políticos. Estoy hablando de la vuelta de los inquisidores antinegacionistas, que no se conforman con cancelar a quien no piensa como el discurso oficial globalista, sino que ahora amenazan.
En una mesa de debate, en La Sexta, el seudo “periodista” Gonzalo Miró, que cree que puede decir lo que le dé la gana porque hereda cierto apellido, afirmó: «Creo que es una batalla perdida pensar que se va a convencer a todo el mundo de que piense que el cambio climático es una evidencia, porque, aunque se lo demuestren científicos, es algo que no van a querer creer porque no les da la gana». ¿Qué se puede hacer? -replica una contertulia-. «La siguiente pantalla -respondía Miró prepotente-, es si habría que sancionar a los que no creen, en el cambio climático». Por supuesto, no es el único que ha levantado la veda de la caza del ciudadano negacionista. Pedro Sánchez, en una de las soflamas después del desastre de Valencia, también lo usó: «Una lección: el cambio climático mata. Todos tenemos que tomarnos en serio esta amenaza. Hay algo más peligroso que el cambio climático: los gobiernos negacionistas que niegan los efectos devastadores del cambio climático». Y Sánchez, en vez de ir a por personas, lo hace a lo grande, a por gobiernos. Recordarán, que esto ya sucedió con la Covid-19 y el pasaporte para poder moverte de país o zona. En Galicia, con el gobierno de Alberto Núñez Feijóo, que presume de moderado y centrista, se trató de intimidar a los ciudadanos con multas de hasta 60.000 euros para los que no querían vacunarse.
El aprendiz de Führer, pretendiendo el trofeo de covidiota máximo |
El debate no es filosófico y debemos afrontarlo con datos. Los cambistaclimáticos hablan de científicos que aseguran la urgencia a la que estamos sometidos. Pero todos sabemos que se trata de científicos cuyos proyectos están sostenidos con dinero público y que dependen de esas subvenciones para sobrevivir. Sin embargo, muchos científicos, entre ellos el premio Nobel de Física John Clauser, aseguran que «no existe una crisis climática real y que el cambio climático no causa eventos climáticos extremos». Es decir, que la urgencia climática es una urgencia artificiosa y que estamos ante la normalidad de la naturaleza. También, los más de 1.600 científicos agrupados en Clintel son censurados, cancelados y marginados en los laboratorios dependientes del Estado, las universidades y los medios de comunicación.
Desde que en el año 2014 el Comité para la Investigación Escéptica publicara un manifiesto donde se decía que «el escepticismo promueve la investigación científica y crítica, y el uso de la razón en el examen de afirmaciones controvertidas y extraordinarias. Está en la base del método científico. El negacionismo, por otro lado, es el rechazo a priori de las ideas sin consideración objetiva», hasta hoy la realpolitik no escucha más allá de sus pretensiones de aumentar su poder. El documento citado, firmado por prestigiosos científicos de todo el mundo, refuta la histeria climática con argumentos científicos, lejos del grito y la amenaza de los propagadores de la Agenda 2030, en la que trabajan día y noche a todos los niveles.
Pero si analizamos cómo ha ido derivando la ideología climática, una de las patas más gruesas del globalismo existencial, nos daremos cuenta de que la etapa de la denominada Agenda 2030 ha sido la mejor diseñada con el fin de lobotomizar definitivamente a la sociedad, o a gran parte de ella. En los años 70, debido al alto consumo de energías fósiles, los ideólogos del clima profetizaron que la humanidad desaparecería en poco tiempo, porque la Tierra sufriría una glaciación sin precedentes. Entonces, Newsweek y Time mostraron imágenes de grandes extensiones de tierra cubiertas de glaciares, que se podrían calificar de obscenas y, por ende, manipuladoras. Pero el argumentario se cayó cuando en los años 90, los ideólogos climáticos observaron que las temperaturas daban un giro dramático para ellos y que nos dirigíamos de cabeza hacia el calentamiento global total. Fue entonces cuando, en 2006, se popularizó el documental fake de Al Gore, Una verdad incómoda, que puso de moda el concepto de calentamiento global. Pero un nuevo problema para los visionarios climáticos surgió años después, cuando, entre los años 2005 y 2008, las temperaturas volvieron a mostrar una caída generalizada, deshaciendo el montaje de la industria propagandística.
Hay quien se pregunta qué necesidad hay de esta maldad. Y les daré una pista para que investiguen: los plutarcas de Davos tienen un proyecto común y global porque quieren el mercado entero, no solo un trocito. El empeño por el coche eléctrico no termina de cuajar; la lucha por las energías renovables, las cuales no dan estabilidad de suministro; el control de la sociedad mediante el conocimiento de su comportamiento y ubicación; y, tarde o temprano, la llegada del euro digital, son su verdadera mina de oro. Esto es para ellos tan lucrativo como lo son para Bill Gates las vacunas y la carne sintética, o para George Soros el movimiento de masas y las sociedades sin identidad. Para todos ellos, el cambio climático es una herramienta que usan para su propio beneficio, aunque cada uno de ellos se especialice en una forma de someter al ser humano.
Humberto Pérez-Tomé
(Visto en https://www.hispanidad.com/)
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