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domingo, 22 de diciembre de 2024
NO SOMOS GANADO INTERCAMBIABLE
Si bien la clase dirigente del Reino Unido se educa en la escuela Eton, no fue este el caso de James Ballard, pues creció en un campo de concentración japonés en la China ocupada.
Allí solo podía leer una vieja biblia, que le interesó no por el aspecto religioso, sino por la potencia de las historias.
El hambre y la conducta cada vez más errática de los guardias ante el evidente derrumbre del imperio japonés lo llevaron a escapar.
Llegó al mar la mañana del 6 de agosto de 1945, y vió surgir del horizonte otro sol. Pensó que era el alma de su acompañante, que acababa de morir, pero pronto unos soldados norteamericanos le explicaron que esa luz fue una bomba atómica, y la guerra había terminado.
Claro, dijo el muchacho, es el fín del Imperio del Sol, y la aparición de un nuevo imperio del sol atómico.
De vueta en Inglaterra le preguntaron que quería hacer de su vida.
- Quiero ser piloto de portaviones.
- No, no es un deseo realista, le dijeron los sanitaristas y los expertos del Ministerio, a usted le faltó alimento, practicamente no tuvo educación formal, pero le ofrecemos un puesto de portero de edificio.
Lo bueno de ser portero es el tiempo libre, se dedicó a escribir, convirtiéndose en uno de los más grandes escritores de ciencia ficción del siglo XX. Su novela, el Imperio del Sol, fue llevada al cine por Spielberg. Su cuento Prima Belladona le hizo ganar el premio Hugo.
Luego, como no lo dejaban ingresar a la escuela de pilotos militares, fue a Canadá, donde logró su sueño.
El gran problema del sanitarismo, que es el comunismo de la medicina, y del conductivismo, es que niega que somos diversos.
Borges se convirtió en un gran escritor leyendo de pequeño a todos los grandes autores ingleses, Ballard no pudiendo leer ni uno. Hemingway viviendo aventuras, Julio Verne en su casa, solo imaginando. A un niño el hambre lo aplasta, o Ballard lo estimuló a escapar y a ser más inteligente.
Al piloto Douglas Bader, héroe de la batalla de Inglaterra, le faltaban las dos piernas. A su enemigo, Hans Rudel, Piloto de Stuka, le faltaba solo una, Adolf Galland era casi ciego de un ojo. Todos ellos fueron reprobados los sanitaristas, y solo la necesidad de sus paises hizo que les permitieran volar.
Porque, mal que le pese a todos los opresores y totalitarios, somos diversos.
Nuestros cuerpos son diversos. Yo puedo comer de todo, menos las galletas tipo obleas. Me sientan mal. Hay gente que le hace mal el café, otra las harinas, el pescado.
Hace 15 años una madre me contaba que su niño era normal, hasta la vacuna triple viral. Nunca más volvió a jugar, a reir.
Seguro puse cara de no creerle, así que me puso un video del día anterior a la vacunación, si, era un niño inquieto y feliz.
Pero no puede ser, pensé, la Asociación de Pediatría no lo permitiría. Si un día se sienten tontos, recuerden que pensé que la Asociación de Pediatría, o la OMS, iba a proteger a la gente y no a los laboratorios y sus financistas.
Otra madre le dijo: - pero yo le dí la vacuna a mi hijo y no le pasó nada.
- Si, dijo la madre del niño dañado, es 1 cada 24, tu hijo fue el 23, o el 22, el mío el 24.
No sé si ese número está bien, pero si sé que no todos los niños son iguales, algunos tienen mayor sensibilidad a algunos compuestos. Sé que la naturaleza no puede ser tan torpe de crear un niño que necesite 36 vacunas del calendario oficial para vivir.
Sé que no se pude vacunar a millones como ganado, sin averiguar primero, con un test, si son hipersensibles a los compuestos de esa vacuna.
Sé que las Asociaciones de Médicos reciben cientos de millones de la industria farmacéutica, lo hacen abiertamente, por ello deben estar legalmente impedidas de proponer, solicitar o ser parte en vacunas y tratamientos. Y ni hablar que los Miedos de Comunicación reciben la mayoria de sus ingresos de la publicidad de medicamentos.
El futuro Ministro de Salud de Estados Unidos, Robert Kennedy (Jr) se comprometió a investigar el tema.
Inmediatamente salieron, según los miedos de comunicación, 90 "Premios Nobel" a atacarlo.
Pues ya no somos un grupito de conspiranoicos con sombrero de aluminio, anticiencia y sin educación formal.
Extrañamente la palabra conspiranoico se empezó a usar en los 60 para describir a los que no creían que el asesino de Jack Kennedy, tío de Robert, era un loco solitario. O el asesino del padre de Robert, otro loco solitario. O el loco solitario que disparó a Trump.
Los guardaespaldas de Robert tienen bien ganado su sueldo.
Horacio Rivara
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