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miércoles, 11 de diciembre de 2024
LA SENTENCIA DEL JUEZ PITTMAN REVELA LAS MENTIRAS DE PFIZER Y EL ENCUBRIMIENTO DE LA FDA
En un mundo en el que no podemos ver claramente lo que tenemos enfrente por el humo de la burocracia y la codicia, una sentencia, la del juez federal Mark T. Pittman, se conviete en un ejemplo, un espejo transparente de la Verdad, un altavoz que transmite lucidez. Una rareza en una era en la que las libertades, que creíamos consagradas en derechos inalienables, han sido reducidas a fichas en un tablero negociable en juegos de poder entre grandes farmacéuticas, corporaciones con cara de ONG que se benefician y agencias reguladoras. Su dictamen, citando a Patrick Henry, uno de los Padres Fundadores de Estados Unidos, creador de su famosa frase “dame libertad o dame muerte” sentó las bases contra la opacidad y la tiranía, lo que sigue siendo relevante hoy en día, recordándonos la importancia de la transparencia en el gobierno y el derecho del pueblo a cuestionar a sus líderes. Lo que permite afirmar que la opacidad es el germen de la tiranía. Pero, ¿cómo llegamos aquí? ¿Cómo ha sido posible que la ética médica, piedra angular en la construcción de sociedades civilizadas, se arrodillara frente al becerro de oro de la rentabilidad y una pseudo ciencia convertida en dogma?
Pfizer, la FDA y la revelación fragmentada de la verdad
El caso de Pfizer y la FDA, que inicialmente nos presentaban como un triunfo de la ciencia moderna en la lucha contra Covid, ha evolucionado hacia un relato oscuro de secretismo institucional que deriva en una desinformación deliberada. Sin embargo a través de solicitudes de la Ley de Libertad de Información (FOIA, por sus siglas en inglés) y presiones judiciales, está quedando manifiestamente claro un inquietante collage de omisiones, contradicciones y maniobras turbias que socavan la confianza en las instituciones de salud pública, y plantean graves preocupaciones sobre la seguridad y la ética en el proceso de autorización de las llamadas “vacunas”.
El caso Public Health and Medical Professionals for Transparency v. FDA, el juez federal Mark T. Pittman ha descorrido el tupido velo que protegía a la FDA y a Pfizer de un examen público ineludible. El juez ha dictado una sentencia, que además de representar un triunfo para la transparencia, como toda buena disección, expone la podredumbre interna de un sistema diseñado para proteger intereses corporativos más que a la salud de las personas. La sentencia de fecha 6 de diciembre de 2024, no permite que exista la vacuna de la opacidad y obliga a que se le presenten todos aquellos documentos que contienen todo lo que la FDA no quería que supieras sobre Pfizer.
¿Cómo empezó todo este procedimiento?
En los primeros meses de 2022, y tras unas solicitudes de acuerdo a la Ley de información (FOIA) surgieron informes que revelaban que Pfizer había solicitado a la FDA una exención para que no se registraran ciertos datos de seguridad de sus vacunas. La razón oficial dada por la farmacéutica fue que el sistema de Reportes de Eventos Adversos a las Vacunas (VAERS) ya proporcionaba un mecanismo suficiente para rastrear problemas de seguridad relacionados con las inyecciones.
En realidad este argumento plantea una contradicción fundamental. Durante el primer año de la pandemia, el sistema de reportes VAERS que durante años era una fuente que había sido admitido por jueces y por las instituciones, pasó a ser ampliamente desestimado por los principales medios de comunicación y autoridades, por considerarlo a partir de las narrativas en la era covid, poco fiable e inadecuado como fuente de datos concluyentes. Sin embargo, Pfizer y la FDA adoptaron una postura diferente cuando el sistema les pudiera servir como excusa para justificar omisiones en la recopilación de datos críticos.
La pregunta es evidentemente ineludible: si VAERS era suficientemente confiable como para que Pfizer evitara registrar ciertos datos, ¿por qué estaba siendo minimizado en el discurso público? El doble rasero, la doble vara de medir sugieren un manejo estratégico de la narrativa. Todo estaba diseñado para evitar preguntas incómodas sobre riesgos reales asociados a las llamadas “vacunas”.
Un año después, el 1 de abril de 2023, la FDA, obligada por una solicitud acelerada bajo la Ley de transparencia FOIA, se vio obligada a publicar más documentos que arrojaron luz sobre el secretismo en torno a la Autorización de Uso de Emergencia (EUA) de la “vacuna” de Pfizer. Los documentos, que habían sido previamente clasificados, narraban un cuadro alarmante:
1. El 22 % de los participantes en los ensayos clínicos de Pfizer presentaron resultados clasificados como "desconocidos", lo que significa que su estado final no fue registrado ni aclarado. Este porcentaje, en cualquier ensayo clínico, es alarmantemente alto y plantea preguntas graves sobre la integridad de los datos presentados para obtener la EUA.
2. Estrategias deliberadas para postergar la publicación de datos: Pfizer y la FDA intentaban mantener en secreto los documentos relacionados con la vacuna durante 75 años. Su intención era claramente evitar el examen por parte del público hasta que toda una generación afectada por las decisiones relacionadas con la vacuna estuviera ausente. Sin embargo esta maniobra fue bloqueada por el sistema judicial, que ordenó la divulgación acelerada.
3. Engaños estructurados en el ámbito de la seguridad: Los documentos revelaron inconsistencias significativas en las afirmaciones de seguridad y eficacia de la vacuna. Lo más perturbador es que toda la narrativa pública presentada a los ciudadanos y los gobiernos carecía del análisis en profundidad.
Hay ocasiones en que los sistemas de justicia se convierten en los últimos baluartes de la decencia pública. En el caso de la Salud Publica para la transparencia versus la FDA, el juez federal Mark T. Pittman ha descorrido el tupido velo que protegía a la FDA y a Pfizer de una investigación cuyo resultado debe ser público de forma ineludible. La sentencia representa un triunfo para la transparencia,
El argumento central de la FDA ha sido que los archivos relacionados con la Autorización de Uso de Emergencia (EUA) de Pfizer son irrelevantes para la solicitud FOIA presentada por el demandante. La agencia reguladora de medicamentos insistió en que los documentos relacionados con la EUA, al no ser parte formal del expediente de Licencia de Biológicos (BLA), no debían divulgarse. Una narrativa cuidadosamente urdida con la pretensión de dividir lo indivisible; el proceso regulatorio que permitió que la vacuna llegara al mercado.
En cualquier caso, el juez Pittman, desarmó este argumento con precisión quirúrgica. Citó las propias declaraciones públicas de la FDA, en las que reconocía que el expediente BLA se construyó sobre los datos de la EUA, pero también estableció que la normativa federal exige la divulgación de cualquier documento “incorporado por referencia”. Al hacerlo, destapó una contradicción evidente: ¿cómo puede algo ser tan central para justificar una decisión y, al mismo tiempo, ser irrelevante para el escrutinio público?
El fallo establece que la EUA y los datos relacionados son “presentaciones relacionadas” y, por lo tanto, deben hacerse públicos. Con reticencia afilada, Pittman demuestra que el intento de la FDA de disfrazar lo fundamental como accesorio no es más que una táctica de distracción, un truco de manos jurídico indigno de una institución encargada de proteger la salud pública.
Las evasivas de la FDA: ¿protección pública o encubrimiento corporativo?
El juez Pittman también desmonta otra de las principales defensas de la FDA: la supuesta incapacidad logística para procesar los documentos en un plazo razonable. Según la FDA eran cientos de miles de documentos por lo que la agencia había solicitado hasta 75 años para divulgar completamente los datos. Pero, la pregunta que todos no hacemos cómo la FDA pudo estudiar en 15 días, lo que según sus propios argumentos se tardaría 75 años transcribir? 75 años es un tiempo que, como señaló Pittman, supera la esperanza de vida de la mayoría de los afectados por la vacuna. Una petición absurda que evidencia el desprecio por el derecho del público a la información, y sugiere un intento deliberado de evitar la rendición de cuentas.
El razonamiento del juez en su sentencia es contundente: la pandemia ya ha terminado, y con ella cualquier justificación para seguir ocultando datos críticos. Esta maniobra, diseñada para “pasar de generación”, como muchos hemos señalado, no es más que una estrategia clásica de los poderosos; dejar que el tiempo y el olvido se encarguen de las consecuencias.
El juez Pittman responde con claridad y fuerza: la transparencia no puede posponerse a conveniencia de los responsables. La justicia, debe servir a la sociedad, y no puede permitir que el secretismo institucional erosione la confianza pública en las agencias de salud.
Una crisis ética en la salud pública
Este caso expone el secretismo de la FDA y Pfizer, e invita a reflexionar sobre los fundamentos éticos o su carencia absoluta en el ámbito de la salud pública contemporánea. La confianza siempre fue el oxígeno de las políticas sanitarias, y sin embargo, con la connivencia de la OMS y sus financiadores privados, instituciones como la FDA parecen haber optado por la opacidad, confiando en que su autoridad jamás sería cuestionada.
Las narrativas de la propaganda repetidas hasta la saciedad, sobre la pretendida seguridad y eficacia absoluta, un mantra que se repetía durante toda la era covid, comienza a desmoronarse bajo el peso de los propios documentos de la FDA y Pfizer. Los datos incompletos, los “resultados desconocidos” del 22 % de los participantes en los ensayos y el uso de criterios menos estrictos para la EUA respecto a la aprobación completa, son solo algunas de las piezas de este rompecabezas que el juez Pittman obliga a mostrar al público.
La sentencia de Pittman es un logro importante, pero plantea una inquietante cuestión: ¿qué hacemos con la verdad una vez que la conocemos? La divulgación de los archivos de la EUA promete arrojar luz sobre la gestión de la pandemia, pero también pone a prueba la voluntad de las instituciones y de la sociedad en general para asumir responsabilidades.
La ironía amarga es que mientras la FDA y Pfizer se afanaban en ocultar estos datos, gran parte de los efectos secundarios y los fallos del sistema se han venido manifestando incesantemente. Tal como he venido manifestando en mis intervenciones tanto en sede parlamentaría en Bruselas, o en el parlamento de Rumania, el parlamento de Costa Rica, o a finales de noviembre de este mismo año en el parlamento de Perú y a lo largo de estos últimos años en multitud de conferencias: “La próxima gran crisis de salud serán los efectos debilitantes de las llamadas vacunas Covid”. Y aunque algunos esperen que las farmacéuticas vuelvan a ofrecer soluciones (tal vez en forma de nuevos productos igualmente opacos), queda claro que el problema no se resolverá con más de lo mismo.
El caso Pfizer-FDA no es más que reflejo incómodo para una sociedad que ha permitido que el lucro reemplace la ética, y que se hayan aceptado narrativas simplistas en lugar de exigir respuestas complejas. Una sociedad que permite que sus gobernantes actúen en las sombras está destinada a perder sus libertades. La demora en la publicación de estos datos (que deberían haber estado disponibles desde el inicio) no es un accidente burocrático, es una estrategia deliberada. Retrasar la verdad hasta que la indignación se disipe una táctica clásica de los poderosos. Como escribió Patrick Henry, y recordó el juez Pittman: “Las libertades de un pueblo nunca fueron, ni serán, seguras cuando las transacciones de sus gobernantes puedan ser ocultadas” (idea que sigue siendo relevante en la actualidad y ha merecido este análisis detallado)
Ahora, la pregunta que queda es si la luz que el juez Pittman ha arrojado sobre este oscuro rincón del sistema regulatorio de medicamentos será suficiente para generar un cambio.
El poder rara vez cede terreno sin lucha. No obstante de este caso podemos aprender que la verdad, por más incómoda que sea, siempre encuentra una grieta por la que filtrarse. El reto no consiste solo en verla, sino en que todos actuemos en consecuencia.
Dra. Natalia Prego Cancelo
(Visto en https://nataliaprego.substack.com/)
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