martes, 21 de enero de 2025

IMPROBABILIDADES QUE SUMADAS CONSTITUYEN EVIDENCIAS DE CONSPIRACIÓN



Si bien los principales medios de comunicación se contentan con informar sobre el caos, la destrucción y la pérdida de vidas, una mirada más cercana a las circunstancias que rodearon los recientes incendios de California resalta una conspiración de escala colosal, perfectamente alineada con las ambiciones globales de las Ciudades Inteligentes, tal como las define el Foro Económico Mundial (FEM). Estos desastres no son accidentes del destino, sino parte de un plan metódicamente orquestado para reorganizar la sociedad, imponer una vigilancia masiva y transformar a Los Ángeles en un escaparate global de un nuevo orden urbano estrictamente controlado.

Cuando ocho incendios estallan simultáneamente y se extienden a la velocidad del rayo por Los Ángeles, es más que una simple coincidencia. No es ni el azar ni la naturaleza lo que está en juego aquí. Estas llamas parecen seguir una trayectoria deliberadamente definida. Lo cual es un fenómeno completamente incomprensible desde un punto de vista natural. La perfecta sincronización de estos incendios, que desatan una furia incontrolable, plantea interrogantes legítimos. No solo destruyeron vecindarios enteros, sino que también salvaron cosas como árboles, cercas e incluso botes de basura azules. ¿Cómo pueden derretirse las llantas de aluminio de los automóviles mientras el asfalto está intacto? ¿Cómo es posible que el hormigón acabe pulverizado hasta convertirse en cenizas a causa del calor y que los setos contiguos queden intactos? Esto es similar al efecto de microondas que cocina la comida pero no el plato. Por lo tanto, estos incendios parecen ser más que selectivos en su destrucción, dejando sólo ruinas donde se planean proyectos de desarrollo inmobiliario.


El gobierno de California, ya bajo el control de las grandes potencias económicas y políticas, utilizaría estos incendios como catalizador para "limpiar" zonas enteras, con el fin de dar paso a proyectos inmobiliarios futuristas, alejados de la vida urbana actual. Los barrios devastados, como Pacific Palisades, un lugar popular entre las celebridades, son precisamente las zonas donde ya se prevé la transformación hacia una "Ciudad Inteligente", pero obviamente no con la suficiente rapidez para alcanzar el objetivo fijado en 2028 por el FEM. Estos proyectos incluyen complejos de apartamentos gigantes, gestión centralizada y, sobre todo, un seguimiento de todos los aspectos de la vida de los residentes que seguramente se hará, como París, con motivo de los Juegos Olímpicos de 2028. El objetivo claro es, por tanto, crear ciudades totalmente controladas, donde cada movimiento, cada acción, cada decisión es monitorizada y analizada por una inteligencia artificial omnipresente. Todo bajo un diluvio de ceremonias decadentes para celebrar el evento.

Evidencias inquietantes, a menudo ignoradas, apoyan esta tesis que demuestra que incluso un mes antes de que estallaran los incendios las compañías de seguros habían cancelado la cobertura contra incendios de miles de propiedades en la región. ¿Cómo pudieron estas empresas haber anticipado tal catástrofe? Lo que es aún más preocupante, los informes revelan que hace dos meses se cortó misteriosamente el suministro de agua en zonas estratégicas, lo que hizo prácticamente imposible combatir las llamas. Peor aún, los presupuestos asignados al Departamento de Bomberos se desviaron deliberadamente hacia la ayuda a los inmigrantes. El enorme embalse de Pacific Palisades, capaz de contener millones de galones de agua, también estaba inexplicablemente vacío cuando estallaron los incendios. Entonces, ¿qué debemos hacer ante anomalías o coincidencias tan recurrentes que son obvias?

Y las especulaciones no terminan ahí. Imágenes de radar y vídeos de aficionados capturaron rayos de energía aparentemente dirigidos desde una fuente desconocida en el cielo, potencialmente vinculados a instalaciones militares o tecnologías experimentales, que alimentaban los incendios. Además, se observaron aviones no identificados volando sobre el área del incendio, lo que generó dudas sobre el uso por parte del ejército estadounidense de nuevas armas de enfrentamiento (DEW), que pueden haber sido utilizadas para iniciar o intensificar los incendios. ¿Otra coincidencia? ¿O un indicio más de una manipulación sistemática orquestada por los mismos, con el objetivo de destruir ciertas áreas y dejar otras intactas, creando así un terreno fértil para proyectos inmobiliarios de transformación masiva de lugares con Smart Cities?

Vemos, sin mucho esfuerzo intelectual, que estos incendios encajan perfectamente en esta visión más amplia de remodelación de nuestro planeta, un proyecto urbano que pone a los residentes bajo control total de la tecnología de vigilancia y que cuenta con el apoyo del FEM. Este plan prevé una transformación radical de las principales ciudades del mundo en espacios totalmente deshumanizados, donde los individuos son reducidos a simples unidades rastreables, monitorizados permanentemente y privados de cualquier forma de autonomía. París ya está en camino, y al igual que Los Ángeles, esto también incluye una reducción drástica en el uso de automóviles privados, control centralizado de energía, agua y alimentos y, por supuesto, una vigilancia omnipresente de los residentes a través de herramientas tecnológicas avanzadas.

Klaus Schwab, fundador del FEM, incluso predijo que Los Ángeles estaría "libre de automóviles privados" para 2030, transformando la ciudad en un modelo de planificación urbana futurista, pero profundamente distópica. Pero para que este proyecto tomara forma, primero era necesario liberar espacios y preparar a la ciudadanía para aceptar estas transformaciones radicales. No construimos algo nuevo sobre algo viejo. ¿Cómo hacer esto posible? Simplemente sembrando miedo, confusión y desorientación en la población con el objetivo de hacerla abandonar la zona o morir allí. Vistos desde esta perspectiva, los incendios ofrecen la oportunidad de “justificar” tal transformación. El miedo a las llamas y la necesidad de reconstruir, pero sin reembolso de los seguros, permite legitimar el enorme proyecto de renovación urbana, a costa de miles de vidas y propiedades destruidas.

El contexto de esta destrucción se hace eco de una manipulación social que lleva años en marcha. Los valores tradicionales se subvierten y se imponen a la sociedad ideologías controvertidas, incluso destructivas. Los incendios no son sólo un desastre natural, sino que se convierten en un medio para transformar el tejido social al asustar a los residentes, desestabilizar a las comunidades y facilitar la introducción de nuevas normas de control social. California, que alguna vez fue un bastión de creatividad y libertad, parece estar transformándose ante nuestros ojos en un patio de recreo para las élites globalistas, un laboratorio de transformación social donde el individuo no es más que un peón en un gigantesco rompecabezas tecnológico.

Los incendios que asolan Palisades y otras áreas de California parecen simbolizar algo más que pérdidas materiales. Encarnan proféticamente el resultado de una sociedad en decadencia como la moderna "Sodoma y Gomorra". Por lo tanto, estos incendios no son sólo destrucción física sino que simbolizan una degradación moral y social, como el incendio que asoló Notre-Dame de París pero cuyos resultados de investigación fueron clasificados como "secreto de defensa", y una California que parece haber sembrado las semillas de su propia perdición espiritual. Para algunos, las decisiones políticas del Estado, sus excesos ideológicos y su abandono de los valores tradicionales han llevado a esta tierra, una vez próspera, a su decadencia. Los Ángeles arden en las llamas del infierno creadas por el ejército estadounidense, DARPA y el FEM.

Además, las políticas del estado demócrata de California son frecuentemente criticadas por haber favorecido excesos sociales radicales, cambios que, según sus detractores, amenazan la estabilidad familiar y la pureza moral de las generaciones más jóvenes. Los programas educativos, la “cultura de la cancelación” y el wokismo financiados por Soros, la normalización de los debates sobre la identidad de género y la sexualidad, y la presencia de figuras controvertidas trans y drag queens en las escuelas, son vistos como indicios muy similares de esta decadencia total de la sociedad. La pregunta que surge es ¿saber hasta dónde llegarán estos excesos antes de que el pueblo despierte?

Por lo tanto, algunas personas más conscientes e informadas ven estos incendios como un acto simbólico de oscuros poderes ocultos. Estas llamas, según ellos, no son más que un reflejo de los males que corroen la sociedad, una señal enviada por grupos poderosos, cuyas acciones, a menudo asociadas a prácticas satánicas, pretenden destruir los fundamentos mismos de la moral y de la civilización cristiana. Figuras de la élite globalista, como Klaus Schwab, George Soros y Bill Gates, están claramente acusadas de perpetuar un plan destinado a borrar los valores tradicionales en beneficio de un orden mundial tiránico y deshumanizado.

Otro aspecto preocupante de estos incendios es la observación de que algunas estructuras, como las iglesias de Scientology, han permanecido completamente intactas, a pesar de la magnitud de la destrucción circundante. Este fenómeno en particular llamó la atención de varios observadores, incluido el presidente Joe Biden, quien informó públicamente que los edificios con techos del color correcto (azul) no fueron afectados por las llamas. Según él, este color específico de los tejados desempeñaría un papel protector, permitiendo a estos edificios escapar de la furia de los incendios generados desde el cielo. Semejante afirmación, aunque parezca extraña, ha alimentado las especulaciones sobre el uso de tecnologías avanzadas, incluidas armas de energía dirigida (DEW, microondas o láseres) capaces de manipular o controlar incendios a distancia, excepto en el color azul por una cuestión de longitud de onda.

Este fenómeno no parece ser una simple coincidencia. Las iglesias de la Cienciología (representada por Tom Cruise), que tienen muchos edificios en la región, en particular con estos famosos tejados azules, a menudo son percibidas por algunos como vinculadas a poderes ocultos o poderosas redes de influencia. Estas estructuras escaparon de las llamas, mientras que los barrios cercanos, a menudo habitados por ciudadanos comunes y corrientes, quedaron reducidos a cenizas. Al permitir que estas iglesias y sus edificios simbólicos resistan las llamas, estos poderes quisieran preservar áreas de poder y control para la implementación de esta radical transformación urbana y social que está por venir. La casa de John Goodman quedó completamente destruida por las llamas, pero no su cubo de basura de plástico azul colocado en la acera, por ejemplo. Esta evidente diferencia plantea dudas sobre si los techos, los automóviles o, más ampliamente, la indemnidad de los objetos azules es una simple coincidencia o parte integral de un plan más amplio.

Por tanto, es difícil ignorar esta relación entre estos acontecimientos y las ambiciones globalistas de crear ciudades inteligentes. El fenómeno de las iglesias de Scientology con sus techos azules resistentes a las llamas bien puede ser una metáfora de lo que la élite imagina para el futuro con un control preciso e inalterado sobre ciertas áreas, mientras que el resto de la población está sujeto a la devastación para facilitar la reorganización. La destrucción masiva y selectiva de zonas residenciales, como recientemente en Maui (Hawái), parece, por tanto, formar parte de un plan más amplio, en el que se utilizan tecnologías sofisticadas para expulsar a los residentes y reconfigurar la ciudad según los dictados de las nuevas élites tecnológicas.

La destrucción por incendio en Los Ángeles no es un caso aislado. Muchas ciudades de todo el mundo también parecen sufrir desastres naturales como incendios o inundaciones, acontecimientos que, lejos de ser puramente aleatorios, forman parte de esta destructiva estrategia del viejo mundo apoyada por organizaciones como el Foro Económico Mundial (FEM), en relación con la agenda 2030 y 2045, estas ciudades parecen, por tanto, el campo de pruebas ideal para las fuerzas que pretenden imponer un nuevo modelo de planificación urbana bajo control total. Al igual que en Los Ángeles, la intensidad de estos desastres parece desproporcionada, si no dirigida, en comparación con los fenómenos climáticos observados en otras regiones. Lo que plantea preguntas legítimas sobre el posible uso de herramientas tecnológicas avanzadas para orquestar estos desastres, como HAARP.

En Valencia, en 2024, España, unas inundaciones devastadoras azotaron la ciudad y provocaron una destrucción generalizada en varios barrios. Las lluvias torrenciales y las inundaciones de los ríos han sumergido la infraestructura y destruido decenas de miles de hogares. Pero lo que es particularmente sorprendente es la coincidencia de estas inundaciones con proyectos de reurbanización urbana destinados a transformar la ciudad en una “Ciudad Inteligente” como las visiones del FEM. El vínculo entre este desastre natural y la reorganización de los espacios urbanos no es baladí. Valencia, una ciudad históricamente marcada por un clima mediterráneo relativamente estable, vio dañadas sus infraestructuras de agua y drenaje durante estas inundaciones. Han surgido informes de que proyectos de "resiliencia climática" liderados por empresas vinculadas al FEM han transformado áreas de la ciudad en "zonas de prueba" para tecnologías de saneamiento de agua y soluciones de gestión de inundaciones. Estos proyectos resultan incompatibles con la realidad sobre el terreno, y decisiones estratégicas cuestionables en el desarrollo de infraestructura pueden haber amplificado el daño, abriendo el camino a una destrucción más amplia necesaria para la redefinición de la planificación urbana.

Lo mismo nos pasó con los huracanes simultáneos que anegaron Florida no hace mucho, pero donde BlackRock tuvo que expulsar a los habitantes de sus tierras para la explotación de su mina de litio. Los recientes huracanes que azotaron Florida tuvieron consecuencias devastadoras para la población local, pero es importante enfatizar que también sirvieron a intereses económicos estratégicos. De hecho, estos desastres naturales han devastado regiones habitadas, obligando a muchas familias a huir de sus hogares. Este desplazamiento forzado de poblaciones tuvo el efecto colateral de liberar tierras anteriormente ocupadas, pero que empresas como BlackRock, que invertían en el sector de las materias primas, codiciaban para sus proyectos. Más precisamente, estas zonas estarían ubicadas cerca de sitios potenciales para la producción de litio, un mineral esencial para la transición energética. El momento de estos eventos plantea interrogantes. Aunque no se puede probar formalmente, la coincidencia entre la devastación de los huracanes y las necesidades de desarrollo minero parece sugerir un vínculo indirecto entre ambas.


¿Cómo es posible que los responsables de esta atrocidad, empe-
zando por Teresa Ribera, no estén engrilletados y en la cárcel.

Al igual que Los Ángeles, Valencia está sufriendo las consecuencias de un clima cada vez más extremo que está precipitando la implantación de nuevos modelos urbanos. En São Paulo, Brasil, los incendios forestales arrasaron grandes extensiones de tierra, destruyendo no solo la vegetación, sino también viviendas en barrios periféricos donde ahora se están desarrollando proyectos de Ciudades Inteligentes. En Australia, los incendios que azotaron el estado de Nueva Gales del Sur no sólo tuvieron una intensidad sin precedentes, sino que también liberaron terrenos para proyectos de reurbanización que incluían la construcción de áreas residenciales conectadas y monitoreadas. Estas catástrofes, lejos de ser naturales, ya sean causadas por agua, incendios u otros fenómenos extremos, pueden interpretarse como mecanismos que permiten expulsar a los habitantes de los barrios afectados, creando así un vacío propicio para la implementación de nuevas infraestructuras correspondientes a la Modelo de “Ciudades Inteligentes”.

Estos acontecimientos no son en absoluto accidentes vinculados a los caprichos de la naturaleza. Son consecuencia de un entorno político y económico que utiliza los desastres naturales como palanca para imponer una transformación radical de la sociedad y la infraestructura, donde se elimina a la población pobre. Así que los incendios en Los Ángeles, Australia, Brasil, las inundaciones en Valencia y Florida no son simplemente desastres naturales. Estos son claramente pasos en un proyecto global más amplio, destinado a redefinir el paisaje urbano de acuerdo con los intereses de una élite globalista. El vínculo entre estos acontecimientos y las ambiciones del FEM es cada vez más evidente, y las poblaciones afectadas todavía se enfrentan a la elección final de someterse a la transformación impuesta o resistirse a este intento de control total.


Hubo un tiempo en que los autores de incendios eran llamados "piró-
manos". Hoy se han convertido en "agentes del cambio climático"

Estos trágicos acontecimientos, si bien destruyen vidas y propiedades, revelan un deseo de controlar, manipular y transformar a los ciudadanos con el pretexto del progreso tecnológico. Surge entonces la pregunta: ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar para aceptar esta distopía que se nos impone bajo el pretexto de la modernización? Y la respuesta a esta pregunta determinará el futuro de nuestro mundo …

Phil Broq
(Fuente: https://jevousauraisprevenu.blogspot.com/;visto en http://www.verdadypaciencia.com/)

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