LA CURIOSA RELACIÓN ENTRE EEUU Y EL OPIO

Recientemente, Donald Trump acusaba al gobierno mexicano de tener “una alianza intolerable” con los narcotraficantes que introducen el fentanilo en Estados Unidos. Recordemos que se trata de un opioide sintético, 50 veces más potente que la heroína, que mata diariamente a casi 200 personas. La imposición de aranceles al país vecino, de hecho, se puede leer como un castigo que durará hasta que México “coopere en la lucha contra las drogas”.

No menos sorprendente es la acusación al gobierno chino de haber “subvencionado e incentivado de otro modo” a empresas chinas para que “exporten fentanilo y precursores químicos relacionados que se utilizan para producir opioides sintéticos que se venden ilícitamente en Estados Unidos”. China “proporciona apoyo y refugio seguro a organizaciones delictivas transnacionales”. Y, de nuevo, misma receta: aranceles adicionales del 10% a los productos chinos.

Dejando de lado el moralmente muy discutible uso de los aranceles como arma geopolítica contra quienes molestan al nuevo inquilino de la Casa Blanca, resulta curioso que los mismos que ahora acusan falsamente de la epidemia de fentanilo a México y China, fueran en su momento los mayores traficantes de opio.

En efecto, empresas estadounidenses, como las casas comerciales de Boston, participaron en el comercio de opio con China en los siglos XVIII y XIX, lo que generó grandes beneficios que ayudaron tanto a financiar bancos e industrias, como a expandir económicamente el país. También la producción y venta de alcohol -especialmente whisky- fueron importantes para la economía norteamericana. Durante el siglo XIX, destilerías y cervecerías jugaron un papel clave en la recaudación de impuestos y en el desarrollo de la industria.

Pero volvamos al opio. Para la élite estadounidense del siglo XIX, China era una mina de oro de las drogas. El abuelo del presidente Franklin Delano Roosevelt, Warren Delano, era el rey del opio y el mayor traficante de esa sustancia de EE.UU. La familia Forbes, por su parte, también se hizo rica gracias al tráfico de drogas. De hecho, gran parte de la costa este de EE.UU (Harvard, Yale, Princeton), nacieron del dinero del opio, y muchas empresas que más tarde desempeñarían un papel importante en la historia de EE.UU, como la United Fruit Company, fueron productos de los beneficios obtenidos del opio. Tal y como recoge el escritor James Bradley en su obra El espejismo chino: la historia oculta del desastre Americano en Asia, “la revolución industrial americana se financió con muchísimo dinero que procedía de drogas ilegales del mercado más importante: China”.

“Ese dinero construyó la primera ciudad industrial de Estados Unidos, la parte baja de Massachussetts, y los primeros cinco ferrocarriles. El dinero del opio estaba de moda en la costa este, pero no se hablaba de él. Se llamaba ‘el comercio de China’ y en varios museos se pueden ver tés y sedas expuestas, pero no se dice nada del opio”. Los mayores narcotraficantes de opio de la época, norteamericanos y británicos (en 1850, entre el 15 y el 20% de los ingresos del Imperio procedían del opio), se valieron del sufrimiento del pueblo chino para industrializar sus países.

En la lucha por conseguir dinero del opio, China fue invadida y colonizada, además, por los ejércitos de Gran Bretaña, Francia, Japón, Alemania, Rusia, Italia y Austria-Hungría. “Ciudades como Shanghai fueron tomadas y declaradas concesiones, y los extranjeros vivían una vida de privilegio y lujo en medio de la terrible pobreza impuesta a los chinos”. Quizá es la hora de recordarle al Tío Sam que los verdaderos orígenes de la riqueza de EEUU -y del imperialismo occidental- hay que buscarlos, aunque sea en parte, en el tráfico de drogas, en concreto en el dinero del opio.

(Veridis Quo)