viernes, 9 de mayo de 2025

DESMONTANDO EL MITO DE LAS VACUNAS



Las vacunas son un invento cientifista, que nace en los estertores del siglo XVlll, pero no comienza a desarrollarse hasta finales del XlX con el señor Louis Pasteur, licenciado en química, padre de la falsa teoría microbiana, y principal precursor de la medicina iatrogénica.

Las vacunas fueron concebidas con el objeto de mejorar nuestro organismo, porque, según el cientifismo, nacemos defectuosos, una hipótesis tan ridícula como improbable que en su día sirvió para poner en marcha este suculento negocio de experimentos inyectables, generador de incontables beneficios económicos para la industria farmacéutica.

Desde la implementación masiva de las vacunas en la sociedad occidental, a partir de los años 60, más de la mitad de la población padece alergias, afecciones respiratorias, y un buen numero de las llamadas “enfermedades raras”, como es el caso de la famosa ELA, (Esclerosis lateral amiotrófica), además de autismo, alteraciones nerviosas, paraplejias, y muchas otras patologías relacionadas directamente con estos experimentos.

Hoy en día sabemos que las vacunas contienen elementos tóxicos, altamente perjudiciales para el organismo humano, porque así lo atestiguan innumerables sentencias condenatorias, dictadas por tribunales de todo el mundo, que dan la razón a millones de afectados.

Aquellos que ponen el grito en el cielo ante la vacuna “covid” y obvian que el resto de vacunas son igualmente innecesarias, ineficaces y peligrosas, tendrían que investigar más a fondo para comprender la magnitud real de este asunto.

Creo que ya es hora de empezar a desmontar el fraudulento mito de las vacunas, sencillamente porque no solo es incierto, sino que además la historia nos ha demostrado que esas inyecciones sirven en realidad para todo lo contrario de lo que nos han dicho.


Las vacunas no han salvado vidas, se han llevado por delante millones de ellas, ni han contribuido a prevenir enfermedades, sino que han sido las causantes de multitud de ellas. Las vacunas, en definitiva, fueron concebidas para crear una población de enfermos crónicos en todo el mundo, condición indispensable para alcanzar los balances de facturación multimillonarios a los que ha llegado la industria farmacéutica en tan solo 120 años de existencia.

Martin Sánchez

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