sábado, 17 de mayo de 2025

PRIMERA INTERVENCIÓN CRÍTICA DE TRES MÉDICOS SOBRE LA GESTIÓN DEL COVID EN EL PARLAMENTO VASCO



Una comparecencia histórica silenciada: tres médicos ante el Parlamento Vasco

En el mes de mayo, algo inaudito ha ocurrido en la política sanitaria vasca. Por primera vez desde el inicio de la era covid, tres médicos independientes, críticos con la gestión institucional del covid-19, han comparecido oficialmente ante la Comisión de Salud del Parlamento Vasco. La solicitud fue tramitada por la plataforma ciudadana Bizitza, que desde 2021 ha abogado por la defensa de los derechos sanitarios, la transparencia de datos públicos y la recuperación de la medicina crítica. El objetivo es claro: abrir, aunque fuese por una hora, una rendija para el debate científico que había sido clausurado durante 5 años.

Los doctores Juanjo Martínez Rodríguez (doctor en medicina cirujano general y del aparato digestivo, especialista en terapia con ozono) miembro activo de Médicos por la Verdad e Iparra, Ángel Bidaurrazaga Vandierdonck (doctor en medicina y catedrático jubilado de medicina y cirugía miembro activo de Iparra) y Silvano Batzan (doctor en medicina y médico de familia), miembro de Médicos por la Verdad e Iparra, subieron a la tribuna para exponer con serenidad, rigor y sentido ético lo que tantos profesionales no puderon decir en su día sin ser señalados o censurados.

Durante algo menos de una hora, estos tres doctores intentaron -no sin dificultad- exponer con claridad y evidencia científica los errores estructurales cometidos durante la gestión de la pandemia, y advertir sobre el mantenimiento de políticas sanitarias sin base sólida, como la continuidad de las campañas de vacunación génica y la ocultación deliberada de efectos adversos.

La intervención fue intensa, medida, respetuosa. Pero el tiempo fue escaso: el ponente que cuya ponencia abracó más tiempo fue la del Dr. Juanjo Martínez que dispuso de unos diez minutos, y el turno de respuesta apenas llegó a otros diez minutos más para los tres juntos. Pese a ello, dejaron plasmadas denuncias de fondo que ni los medios recogieron ni los partidos quisieron debatir seriamente:

- El uso político de la medicina y la destrucción del consentimiento informado.

- La vacunación infantil con productos génicos sin necesidad clínica.

- La manipulación estadística de fallecidos por COVID y el uso fraudulento de la PCR.

- La censura institucional de médicos que optaron por el criterio clínico.

- La negativa de las instituciones vascas a entregar datos epidemiológicos diferenciados entre vacunados y no vacunados.

El Dr. Juanjo Martínez fue directo al corazón del asunto:

“Mis hijas están vacunadas con el calendario infantil, pero tras lo vivido no permitiré que a mi nieto se le administre una sustancia génica experimental. No porque lo diga yo, sino porque no hay garantías reales, ni estudios a largo plazo, ni necesidad médica.”

El Dr. Bidaurrazaga, por su parte, lamentó no poder explicar a fondo su postura:

“Yo nunca me he vacunado de nada. Y estas no son vacunas. Son terapias génicas experimentales. No lo digo como opinión: lo digo como médico.”

La ponencia fue criticada por representantes del PSE-EE y EAJ-PNV. El representante del Partido Socialista Vasco llegó incluso a lamentar públicamente que personas como ellos hubiesen sido invitadas a hablar,

“No permitiré que negacionistas vengan al Parlamento a lanzar mensajes peligrosos”, sentenció con indignación el portavoz socialista.

El muro de la política

Lo más revelador de la jornada no fue solo lo que se dijo, sino cómo fue recibido. Los tres doctores fueron etiquetados de “negacionistas”, “colaboradores de Vox (no son miembros ni afiliados)” y “peligrosos” por medios como eldiario.es Los representantes del Parlamento Vasco ofrecieron una radiografía política precisa de la época:

· PSE-EE (Partido Socialista de Euskadi): calificó la comparecencia de “error”, tachó a los médicos de “negacionistas” y denunció que se les hubiera dado voz. Alegaron que sus palabras eran “peligrosas”, calificando la sesión de error grave, y tachando sus palabras -en un alarde de originalidad, nota del "blogger"- de "conspiranoicas".


EAJ-PNV: repitió la narrativa OMS, acusó a la plataforma Bizitza de haber “amenazado” durante la pandemia, y justificó la vacunación masiva en base a informes que -según ellos- “salvaron 14 millones de vidas”.

PP: utilizó el espacio para criticar la gestión del Gobierno Vasco, especialmente en residencias, pero no abordó las cuestiones científicas de fondo.

VOX: expresó comprensión ante la denuncia de censura, aunque planteó dudas sobre la postura crítica hacia las vacunas en general.

EH Bildu: agradeció la presentación sin formular preguntas ni posicionamientos claros.

“En la Comisión de Sanidad casi no hay médicos. La mayoría son abogados. No nos respondieron con ciencia, sino con ideología”, anotó después el Dr. Bidaurrazaga en su crónica de la sesión.

Un Parlamento sin médicos … y sin voluntad de escuchar


Las intervenciones de los tres doctores fueron interrumpidas y reducidas por la estricta limitación de tiempos impuesta por la presidencia de la Comisión. Según señala el Dr. Bidaurrazaga en su crónica posterior, la mayoría de los miembros de la Comisión de Sanidad eran abogados, no sanitarios, lo que generó un diálogo profundamente desequilibrado.

A pesar de ello, los tres médicos plantearon con claridad:

- La necesidad de paralizar las campañas de vacunación genética anti-covid.

- La falta de transparencia de datos epidemiológicos para comparar vacunados y no vacunados.

- La censura científica e institucional ejercida durante la pandemia.

- Y el uso perverso del concepto de “consenso científico” como coartada para imponer decisiones políticas sin base clínica ni ética.

Las respuestas políticas fueron en su mayoría evasivas o despectivas. El PP desvió el tema hacia el impacto económico en hostelería; VOX empatizó con la denuncia de censura pero dudó de la posición frente a las vacunas en general. Solo EH Bildu escuchó sin intervenir más allá del agradecimiento formal. El PNV, por su parte, repitió consignas de la OMS y acusó a la plataforma Bizitza de lanzar amenazas y ser “mentirosos y antitabales”.

Hoy nos centramos en la ponencia del Dr. Juanjo Martínez.

¿Y quién es Juanjo Martínez?

Martínez no es un recién llegado ni un agitador. Es un médico formado, con experiencia quirúrgica y trayectoria académica, que en los últimos años se ha convertido en un referente del pensamiento médico crítico, lleva décadas ejerciendo con rigor clínico y compromiso humanitario. Ha participado en más de veinte congresos médicos, ha organizado cursos y ha colaborado con ONGs como Ibermed en misiones quirúrgicas en Guatemala y Bolivia, donde todos los años realiza gratuitamente más de 100 cirugías digestivas a pacientes sin recursos.

Durante la era covid, se convirtió en una de las voces más firmes y documentadas contra la narrativa. Denunció la falta de evidencia en el uso de pruebas PCR como herramienta diagnóstica, cuestionó el confinamiento indiscriminado, se opuso a la vacunación masiva sin consentimiento informado y defendió el uso de tratamientos precoces ignorados por las autoridades.

Fue, además, perseguido por su propio Colegio de Médicos, que quiso inhabilitarlo por un año por expresar en público lo que tantos médicos se callaron por miedo. Su defensa, impecable, le llevó hasta el Tribunal Supremo, que finalmente anuló la sanción y reconoció su derecho a disentir como parte de la ética profesional.

La medicina no es obediencia, es conciencia

La comparecencia de estos tres doctores no cambió la política vasca. Sus exigencias han sido ignoradas, y los datos que pedían -sobre efectos adversos, sobre eficacia comparada, sobre evolución de la morbilidad- siguen ocultos bajo llave institucional. Pero su testimonio tiene ecos de una descarga de dignidad médica en un espacio políticamente anestesiado.

Su sola presencia -la de tres médicos hablando de ciencia real ante una Comisión plagada de abogados que repiten dogmas- ha sido un acto de resistencia ética. Y un manifiesto para todos:

la medicina no es una cadena de mando. Es una responsabilidad moral.

Y todavía existen quienes están dispuestos a ejercerla, aunque les cueste todo.

Prolegómenos de la causa: persecución colegial

Todo comenzó con publicaciones, entrevistas y conferencias en las que el Dr. Martínez manifestaba sus dudas sobre las medidas covid, la seguridad y eficacia de las vacunas génicas, el uso excesivo de la PCR, y la falta de consentimiento real en los procesos de vacunación masiva. El Colegio de Médicos le abrió un expediente disciplinario, acusándolo de atentar contra la “dignidad de la profesión” y difundir mensajes “peligrosos”.

El proceso, según él mismo explicó, estuvo plagado de irregularidades: se le negó acceso a pruebas, no se convocaron testigos, y los instructores del caso mostraban un sesgo evidente. Se trataba más de un juicio ideológico que de una evaluación profesional.

Medios, política y represión del debate. La medicina bajo vigilancia ideológica

Uno de los fenómenos más oscuros que dejó al descubierto la crisis del COVID-19 fue la conversión del debate científico en un terreno de guerra política y mediática. Lo que debería haber sido un espacio para el diálogo, el contraste de evidencias y el aprendizaje colectivo, se transformó en una maquinaria de censura, estigmatización y castigo.

Para el Dr. Juanjo Martínez y nosotros sus compañeros, este fue uno de los aspectos más dolorosos del proceso: ver cómo el ejercicio responsable del pensamiento médico crítico era tachado de “peligroso” o “antisocial”.

Medios de comunicación: de informadores a guardianes del relato

Durante la pandemia, los grandes medios abandonaron su función esencial de controlar el poder y amplificar voces diversas, y adoptaron un papel de repetidores obedientes del discurso institucional. El eslogan fue claro: “confía en la ciencia”, pero solo en aquella ciencia que coincidía con el relato aprobado por los gobiernos y las agencias sanitarias globales.

Los médicos que se atrevieron a cuestionar la eficacia de las medidas, la seguridad de las vacunas, o la veracidad de los datos, fueron etiquetados como “negacionistas”, “conspiranoicos” o “antivacunas”, incluso cuando su currículum, experiencia y publicaciones los situaban muy por encima de quienes los criticaban.


El doctor Juanjo Martínez, en compañía de la abogada Cris-
tina Armas, la doctora Natalia Prego, autora del artículo, y 
el doctor Miguel García Báez
El caso del artículo de eldiario.es, que calificó a los doctores Martínez, Bidaurrazaga y Batzan como parte de una “plataforma negacionista y antivacunas” tras su comparecencia en el Parlamento Vasco, es emblemático. No se analizó lo que dijeron, ni se contrastaron sus referencias. Se les vinculó con Vox y se descalificó toda su exposición con una etiqueta. Fin del debate.

“Nos han convertido en caricaturas de lo que no somos para evitar responder a lo que planteamos con argumentos”, ha manifestado después el Dr. Bidaurrazaga.

Política y ciencia: una fusión tóxica

La politización de la ciencia ha sido otro de los grandes fracasos éticos de esta era. Bajo el pretexto de “proteger la salud pública”, se instauró un modelo de autoridad sanitaria vertical y coercitiva, en la que disentir se convirtió en delito moral.

El “consenso científico” dejó de ser un proceso dinámico, abierto y autorregulado para convertirse en una verdad oficial dictada desde arriba, por agencias como la OMS, el CDC o los comités de expertos gubernamentales, muchos de ellos fuertemente condicionados por la industria farmacéutica.

El resultado: se impusieron campañas masivas de vacunación con productos experimentales, se censuraron protocolos terapéuticos alternativos, y se negó el acceso a información epidemiológica crítica para poder evaluar el impacto real de las medidas. Todo aquel que se atrevió a dudar fue perseguido o ridiculizado.

Colegios profesionales: de garantes de la ética a comisarios ideológicos

Uno de los aspectos más inquietantes de la represión del debate fue el papel de los Colegios Oficiales de Médicos. En lugar de defender la libertad clínica y el criterio individual, muchos actuaron como instrumentos disciplinarios del relato dominante.

Los casos del Dr. Juanjo Martínez y otros médicos miembros del médicos por la Verdad, como yo misma, expedientados por “difundir mensajes contrarios al consenso” son paradigmáticos. Se abrió la puerta a un tipo de vigilancia corporativa donde no se evalúan los argumentos, sino la conformidad política.

Y lo más preocupante: esta persecución fue aplaudida por algunos medios y parte del estamento político, como si el pensamiento único fuese sinónimo de seguridad sanitaria. Como si silenciar a los disidentes fortaleciera la salud pública, cuando en realidad debilita a la ciencia y corrompe a la medicina.

Silencio, miedo y autocensura

Muchos médicos no hablaron, no porque no pensaran como Médicos pro la Verdad, Juanjo Martínez, Ángel Ruiz o yo misma, sino porque tenían miedo. Miedo a perder su plaza, su reputación, sus pacientes. Miedo a que los acusaran de “anticiencia” en un mundo donde la ciencia fue reducida a obediencia ciega.

El precio del silencio ha sido altísimo: una generación de profesionales sanitarios traumatizados, una sociedad polarizada y un sistema sanitario cada vez más vertical, menos humano y menos democrático.

La verdadera ciencia se construye en el conflicto, no en el aplauso

El mayor legado de médicos como Juanjo Martínez es la manifestación de que la disidencia científica no es una amenaza, sino una necesidad ( tal como ha afirmado el actual director del Insitutto Nacional de Salu (NiH) el Dr. Jay Bhatttacharya. “Sin contradicción no hay contraste, sin contraste no hay evidencia, y sin evidencia no hay ciencia”.

Defensa jurídica, médica y ética

En su trayectoria durante la era covid Juanjo jamás se replegó. Respondió siempre con una defensa basada en cinco pilares:

1. Libertad de expresión médica, amparada por la Constitución.

2. Inexistencia de consenso científico real.

3. Primacía del juicio clínico sobre la obediencia administrativa.

4. Falta de pruebas en las acusaciones del Colegio de Médicos.

5. Derecho a disentir sin ser perseguido.

Finalmente, el Tribunal Supremo determinó que su sanción era improcedente, sentando un precedente para otros profesionales perseguidos por pensar diferente durante la pandemia.

Este artículo es una llamada a rescatar el debate, a despolitizar la medicina y a recordar que la salud pública no se defiende desde el dogma ni la propaganda, sino desde la libertad y la verdad.



Natalia Prego Cancelo
(https://nataliaprego.substack.com/)

4 comentarios:

  1. Las gentes solemos atribuir a los demás nuestras propias características

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  2. Si el Parlamento ejerciese su actividad de control de su ejecutivo, sus representados vivirían mejor

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  3. Que vivan los conspiranoicos antivacunas. Atte uno de ellos.

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  4. Calificar a los invitados... ¿Lo que sea para no entrar en el tema?
    ¿Tendrán vocación de calificadores de pollos?

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