sábado, 10 de mayo de 2025

LOS CONSPIRANOICOS TENÍAN RAZÓN



Como doble excepción a la regla, la de este blog de no surtirse de medios oficiales y la de el diario EL PAÍS de funcionar como portavoz oficioso del globalismo de Davos-Bilderberg, reproduzco un artículo de Ana Iris Simón en dicho medio que enuncia una serie de verdades como puños cuyo reconocimiento en tal soporte no puede sino llenarnos de orgullo y satisfacción a los críticos del relato oficial. Por supuesto, el texto ha levantado ampollas y provocado reacciones airadas en los tragacionistas habituales, que sostienen contra toda lógica y decencia que el que manda siempre tiene razón así se contradiga más que un papagayo esquizofrénico: veáse el tratamiento dado en ese paraíso del bot (arate) que es "menéame, donde han cerrado el chat tras solo diez comentarios. Entre tanto bulo monclovita, la verdad se abre camino pese a corruptos, toletes paniaguados y "hooligans" de la venezuelización.



Usted solo debe creer a sujetos como éstos. ¿Qué un día 
decían una cosa y al siguiente la contraria? No me sea
facha, que la lógica y la coherencia son residuos del 
franquismo. Y si no, son cosa de Putin.
Los conspiranoicos tenían razón. Los que, en 2008, dijeron que la crisis en realidad era una estafa. Los que, en 2020, alzaron la voz contra algunas medidas sanitarias que ya entonces parecían ridículas, como la mascarilla en exteriores o el confinamiento infantil; fueron acusados de magufos, pero lo magufo, como acabó demostrándose, fueron esas imposiciones. Tenían razón los que avisaban de que detrás de la guerra de Ucrania, como de casi todas, no estaba la lucha por la libertad sino los intereses del imperio. Que no era una guerra por la democracia en Europa sino por los recursos estadounidenses, como ha confirmado Donald Trump. Los preparacionistas, esos frikis que recopilan material militar, raciones de comida o baterías, también han terminado teniendo razón: ahora es la Unión Europea la que nos invita a hacernos con un kit de supervivencia.

Los últimos a los que el tiempo ha acabado dando la razón son los que nos avisaban de la posibilidad de un gran apagón. Lo que vivimos el lunes fue un bulo, fueron fake news conspiranoicas de extrema derecha. Hay una gran enseñanza en todo esto para un progresismo que, eludiendo debates no solo legítimos sino necesarios (sobre las renovables o la nuclear, pero también sobre la inmigración o algunos asuntos relacionados con el feminismo), está cavando su propia tumba. Porque una izquierda que tacha a todo el que osa abrir debates incómodos de reaccionario no está frenando a la ultraderecha, sino todo lo contrario: está haciendo que un montón de gente piense, seguro que erróneamente, que son las únicas élites que no llevan anteojeras.


Adivina, adivinanza: ¿por qué nuestros países ve-
cinos solo tienen apagones cuando se enchufan a
la red española? 
Esta semana he visto a más compañeros alertar contra los bulos en columnas y tertulias que bulos me han llegado. Las pocas magufadas que he oído (una señora en la frutería que decía: “Esto han sido los rusos”) tienen su germen, de hecho, en la propaganda del sistema. En una Unión Europea que, para que traguemos con invertir nuestros impuestos en tanques en lugar de en hospitales, nos quiere hacer creer que tenemos a Putin llegando a la Gran Vía a lomos de un oso.

Uno de los grandes bulos de nuestro tiempo es el poder que se le atribuye a los bulos. Lo dice el científico cognitivo Hugo Mercier, autor de No hemos sido engañados, un ensayo a contracorriente. El porqué de esta sobredimensión es multicausal, pero hay dos razones por las que al poder político-mediático le interesa exagerar su alcance y peligro que parecen evidentes: por un lado, les es útil para esconder sus miserias, la polarización que siembran, la propaganda que diseminan, los intereses a los que sirven. Por otro, para intentar restaurar una legitimidad perdida, una fe que mucha gente ya no les profesa.

De un tiempo a esta parte hay una corriente antipopulista que culpa al pueblo de haber perdido la confianza en las instituciones, haciéndonos creer que la masa se ha embrutecido, que se han convertido en idiotas con gorritos de plata que reenvían cadenas de WhatsApp sin criterio. Pero, ¿pueden pedir confianza los que hace un par de años nos decían que lo de los apagones eran bulos? ¿Pueden culparnos de desconfiar los que nos recomiendan hacernos con un kit de supervivencia, pero no tienen ningún plan para situaciones como la del lunes? La confianza no es algo que le debamos a las instituciones. Ellas, sin embargo, sí que nos deben algo: un servicio público, ese sí, debilitado y en ocasiones inoperativo. Esa es una fuente de descrédito y desconfianza mayor que las fake news. Y un peligro más grande que los bulos.

Ana Iris Simón

4 comentarios:

  1. Extraño que "lo país" publique este artículo. Ya son varias las voces que en los medios del régimen dicen estas cosas... el otro día en un debate de la "Secta"... ahora esto... lo interesante es ver como la mayoría de los comentaristas del artículo -supuestos suscriptores del periódico- la insultan... Me pregunto si permitir este tipo de artículos en esos medios no es una forma de sadismo hacia su propia gente... realmente los "tragacionistas" lo deben pasar muy mal leyendo estas cosas en su misma casa.
    Mal paga el diablo a quien le sirve.

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  2. Si que es raro que el País, que pertenece al Grupo Prisa, lameculos de Perro Sánchez, dejen libertad de opinión sobre todo diciendo lo que nosotros llevamos tiempo en ello, si, curioso y raro a la vez, es tan raro que me hace sospechar, como buen conspiranoico que soy.

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  3. Me he metido en la sección de comentarios de "ese" medio que se hace llamar de información en dicho artículo de Ana Iris Simón y no veas como la ponen, menos guapa de todo, 370 la mayoría negativos.

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  4. Pongan el articulo del Pais junto a este del Mundo. Pareciera q ambos se retractan de algo, ¿no?.
    https://www.elmundo.es/espana/2025/04/29/68111b9de85ece31798b457b.html

    "Hay una última lección fundamental tras el apagón: conviene no reírse nunca más de los . . . ".

    Ejercicio: ¿Que palabra deberia finalizar la frase (y el articulo)?

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