LO QUE EL CONFINAMIENTO SE LLEVÓ

Iba a ser solo un festival de música.

Los organizadores, dominados por el espíritu de la época, dejaron que todo fluyera. Los Beatles no fueron, porque estaban en pleno proceso de disolución, Los Doors porque estaban con algunos problemas legales y de censura y los Stones porque veían todo muy desorganizado.

Bob Dylan vivía a tres kilómetros del lugar, pero tampoco quiso saber nada.

Se alquiló durante tres días un campo en Woodstock, Nueva York, y Jimmy Hendrix cerraría el show.

Dante Panzeri era un famoso periodista deportivo argentino, autor del libro: "Fútbol, la dinámica de lo impensado". Se le pidió que cubriera el festival.

A primera vista parecía la peor decisión editorial, un hombre formado en el periodismo de los años 40, de traje y corbata, ajeno a la música, tratando de entender a hippies que pregonaban el amor libre, la paz, y tirar abajo todas las estructuras.

Pero la vida es la dinámica de lo impensado.

Se calculaba que podían ir 50.000 personas, sin los grandes grupos musicales, podía ser menos; pero ya el primer día, 15 de agosto de 1969, llegaron 350.000. Se convirtió en el cénit de la contracultura de los 60, y en un símbolo.

Nelson Rockefeller, gobernador de Nueva York, ofreció enviar policías, pero los organizadores se opusieron.

A poca distancia había una base del ejército, donde se entrenaban cientos de pilotos de helicópteros, algo coherente con la estrategia norteamericana en Vietnam.

Comenzó a llover con fuerza. Según Panzeri, corrió la voz entre la mulltitud que los helicopteros habían lanzado yoduro de plata en el cielo para hacer llover.

Técnicamente esto es posible, pero tampoco son raras las lluvias en el verano de Nueva York.

Trescientos metros por debajo de los helicopteros, cientos de miles de seres humanos, cantaban bajo la lluvia, tenían sexo, se abrazaban en el barro, y atendían libremente sus necesidades.

- Esto es el fin, expresó alguien, estos van a tirar el mundo abajo para no reconstruirlo jamás.

- Para nada, dijo Panzeri, mientras la gente gritaba a los helicópteros: Fascistas, fascistas - todo vela se acomoda al viento, por más que al principio lo enfrente. Pero un viento no perdona una llamarada.

Los artistas no podían salir del escenario, así que se pidió ayuda a los pilotos de helicópteros. Al tercer día, mientras Hendrix cerraba, las aeronaves llevaban comida y agua potable, y evacuaban a mucha gente.

Cuenta Panzeri que los hippies abrazaban a los pilotos y los llamaban hermanos.

- ¿Ustedes nos regaban con yoduro de plata para hacer llover?

- No, que va, llueve desde Nueva York hasta Newark, solo nos estamos entrenando para ir a la guerra.

- Ah bueno, paz hermano.

- Eso, paz

Los hippies argentinos se refugiaron en El Bolsón, un pueblo en plena cordillera patagónica.

A finales del 2020 celebré la prohibición de desplazamientos viajando allí.

Como en Woodstock, llovía torrencialmente. Se me ocurrió comprar un mapa, así que entré, con mi pareja, a una antigua librería, atendida por un viejo hippie. Usaba el inevitable bozal, y nos gritó:

- De uno en uno, que el otro espere afuera, el protocolo, el protocolo!

- Aflojá, llueve mucho, una cosa es acomodarse al viento, y otra es ser una hoja al viento.

- No entiendo.

- Que no es necesario que te ganes el premio Bill Gates al borrego del año.

Comenzó a gritar y a empujarme afuera, mientras yo le decía:

- Paz, hermano

La dinamica de lo impensado.

Horacio Rivara