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sábado, 24 de mayo de 2025
EL TRATADO SOBRE PANDEMIAS DE LA O.M.S., ABOCADO A SER PAPEL MOJADO
El ambicioso tratado que 11 países se abstuvieron de votar y del que EE.UU. se retiró, deja en evidencia las fisuras del orden ultraglobalista: carece de mecanismos obligatorios, financiación sólida y legitimidad democrática. De los países que se abstuvieron, Rusia lo denominó una amenaza a la soberanía nacional, Irán denunció la falta de atención a las demandas del Sur Global, y el Secretario de Salud de EE.UU. afirmó que el tratado perpetúa los errores cometidos durante la pandemia de Covid, motivo por el cual su país no lo suscribe.
La aprobación del nuevo tratado pandémico por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sido presentada por los medios dominantes como un hito en la prevención de futuras crisis sanitarias. Sin embargo, una lectura más crítica y geopolíticamente informada revela una preocupante realidad: el acuerdo carece de mecanismos de cumplimiento, no posee financiamiento asegurado y ha sido rechazado o ignorado por actores clave como Estados Unidos, lo que cuestiona seriamente su legitimidad y eficacia.
El 19 de mayo de 2025, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aprobó formalmente, a través del Comité A de la Asamblea Mundial de la Salud, el controvertido Tratado Pandémico. Aunque presentado como un mecanismo de equidad y cooperación científica, el acuerdo ha sido criticado por establecer obligaciones internacionales que amenazan la soberanía nacional, institucionalizan medidas de emergencia y consolidan a la OMS como autoridad central en futuras crisis sanitarias. Entre sus disposiciones más polémicas se incluyen sistemas globales de vigilancia, mecanismos de aprobación acelerada de vacunas experimentales, ausencia de compensaciones obligatorias por daños y el impulso a una infraestructura digital que podría derivar en pasaportes sanitarios y control poblacional.
Durante la asamblea, 124 países votaron a favor del tratado, mientras que 11 naciones se abstuvieron. Entre ellas se encuentran Polonia, Israel, Italia, Rusia, Eslovaquia e Irán. Según el diario italiano Il Sole 24 Ore, los otros países que se abstuvieron son Bulgaria, Jamaica, Rumania, Guatemala y Paraguay.
Estas últimas abstenciones no fueron anónimas, pero sí deliberadamente ignoradas por la mayoría de los medios de masas y por el comunicado oficial de la OMS. ¿Acaso consideraron escandaloso o políticamente inconveniente divulgar que tres naciones del Sur Global y dos de Europa del Este decidieron no alinearse con el orden sanitario ultraglobalista?
Polonia justificó su abstención por la necesidad de una revisión interna, mientras que Rusia denunció que el tratado socava la soberanía nacional. Irán, por su parte, señaló que el documento no aborda los principales reclamos del Sur Global, como el acceso equitativo a tecnologías médicas, la transferencia de conocimiento y la eliminación de sanciones unilaterales que afectan la salud pública.
El nuevo tratado simplemente institucionaliza una estructura de poder que favorece a las grandes farmacéuticas, los donantes privados y los intereses del norte global, particularmente los de actores como la Fundación Gates o el Wellcome Trust británico, ambos con fuerte influencia en la OMS.
Pese a haber sido el mayor financiador histórico del organismo y haber contribuido al borrador del tratado, EE.UU. no participó en la votación. En un discurso ante la Asamblea, el Secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., denunció que la OMS “dobló la apuesta con un tratado que perpetúa todas las disfunciones de su respuesta ante la pandemia, no nosotros no vamos a participar en eso”.
Estados Unidos, bajo la administración Trump, se ha desvinculado de este tratado tras firmar una orden ejecutiva de retiro de la OMS el 20 de enero de 2025, citando fracasos durante la pandemia de COVID-19 y falta de reformas. Esta retirada -que será efectiva en enero de 2026- impide que EE.UU. quede legalmente atado a las disposiciones del tratado.
Así, el tratado nace debilitado. Para entrar en vigor necesita ser ratificado por al menos 60 países a través de procesos legislativos internos que podrían extenderse por más de un año. A esto se suma la decisión de postergar los aspectos más polémicos del acuerdo, como el mecanismo de intercambio de patógenos y datos genéticos. En otras palabras, los detalles más sensibles han sido relegados, dejando en evidencia un pacto apresurado y políticamente frágil.
Expertos como Nicolas Hulscher advierten que el acuerdo permitirá imponer políticas sanitarias globales sobre los países firmantes, silenciar disidencias científicas clasificándolas como desinformación, y facilitar el uso masivo de productos médicos sin suficientes garantías de seguridad. Para muchos críticos, el retiro de EE.UU. representa una defensa crucial de la soberanía nacional y la libertad médica, y otros países deberían seguir su ejemplo antes de quedar sometidos a los mandatos de la OMS.
Este intento de imponer normas sanitarias globales sin consenso ni transparencia representa un precedente peligroso. Las experiencias de confinamientos masivos, vigilancia digital y censura durante la pandemia de 2020-2022 siguen frescas en la memoria colectiva. Y si algo ha quedado claro, es que las políticas sanitarias globales no pueden quedar en manos de burócratas no electos y financiadores privados con agendas propias.
La legitimidad de cualquier tratado internacional se basa en la transparencia, la representatividad y el consenso. Nada de eso está presente en este nuevo tratado pandémico. Lo que sí abunda es opacidad, unilateralismo tecnocrático y una preocupante tendencia a blindar estructuras de control que podrían reactivarse ante cualquier futura “emergencia”.
Algunos analistas consideran que la retirada de EE.UU. del tratado podría formar parte de una estrategia más amplia, más que una lucha genuina por la soberanía y la libertad. Mientras el mundo mira hacia lo sanitario, la crisis económica actual se intensifica, marcada por el colapso del mercado de bonos en Estados Unidos y otras potencias, lo que dificulta la refinanciación de sus respectivas deudas. Sin una reducción drástica de las tasas de interés el sistema financiero de Wall Street y la City de Londres, basado en la especulación, podría derrumbarse. Para evitarlo sin desatar una inflación incontrolable, la oligarquía financiera podría optar por manufacturar un escenario de confinamiento como el de 2020, que logró suprimir el consumo y permitió una expansión monetaria sin consecuencias inflacionarias inmediatas.
De hecho, la crisis financiera que se atribuyó al COVID-19 en realidad comenzó en agosto de 2019, antes de la pandemia de COVID-19, y esta última fue utilizada como una cortina de humo para ocultar el colapso del sistema financiero impulsado por Wall Street y la City de Londres. En un artículo de mayo de 2020, basándose en datos de caídas bursátiles, señales de recesión como la inversión de la curva de rendimiento, y acusaciones graves contra JPMorgan Chase, los analistas Pam y Russ Martens critican la narrativa oficial promovida por la Reserva Federal, la cual atribuyó la crisis exclusivamente al coronavirus. Además, los autores señalan que la Fed ya estaba realizando intervenciones masivas en el mercado antes del brote, evidenciando que el sistema bancario ya estaba en problemas.
En contexto, el nuevo tratado de la OMS podría estar allanando el camino para la reedición de un nuevo escenario de crisis manufacturada, esta vez con un control sanitario centralizado a escala global.
Como advirtió el historiador Andrei Fursov en agosto de 2021, en alusión a la agenda ultraglobalista del Gran Reseteo:
“Si leemos atentamente el último libro de Schwab y lo comparamos con lo que está ocurriendo ahora, veremos que no les está saliendo bien y que les queda poco tiempo. No puedo decir que sea optimista, pero tampoco soy pesimista. Creo que no tendrán éxito, por lo menos, por ahora. Pero puede ser que vuelvan a intentarlo otra vez. Y en ese caso mucho dependerá de nosotros, de nuestra reacción a lo que hagan. Lo más importante es que no dejemos que nos manipulen a nosotros o a nuestros miedos”.
José Luis Preciado
(Fuente: https://www.mentealternativa.com/
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No, como buena colonia, Rumania no se abstuvo... ira´ de cobaya, igual que España
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